
Alguien se puede imaginar que España pueda ser gobernada teniendo en la cárcel durante 30 años a los principales dirigentes nacionalistas catalanes? La respuesta es un no rotundo. Ministros, jueces, fiscales, políticos, empresarios, sindicalistas y un largo etcétera coinciden en que mantener esta situación en el tiempo es un disparate. Lo sensato sería terminar con ella, y cuanto antes mejor. Por tanto, la decisión de los jueces alemanes de no conceder la extradición del expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont puede ser una oportunidad más que una amenaza. De hecho, ni el presidente Mariano Rajoy ni el líder de la oposición, Pedro Sanchez, se hallan cómodos con la situación actual. Ninguno pensó que las cosas pudieran ir tan lejos, pero la propia dinámica judicial conduce a una situación que es comparable a la novela inacabada de Franz Kafka, El Proceso.
La culpa no es del juez Llarena, ni de los fiscales, ya que cuando la maquinaria de la Justicia se pone en marcha no hay quien la pare: "Si nos sueltan para que mordamos que después no nos digan que no actuemos", me comenta un buen amigo con toga. Tan es así, que el dirigente de los socialistas catalanes Miquel Iceta propuso en su día que se aplicase un indulto para Oriol Junqueras y demás presos del 1-O. No prosperó, porque el resto de los partidos se le echó encima. La razón es que el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, rechaza cualquier medida de gracia para quienes intentaron subvertir la Constitución y el Estatuto. Como en privado argumenta un alto dirigente socialista, "Ciudadanos no hace política en Cataluña, lo que está haciendo es política en España con Cataluña". Iguales argumentos se escuchan en voz baja en las filas del PP. Como muestra un botón: Inés Arrimadas ganó el 21-D, pero ha renunciado a utilizar esos resultados para dar una salida al conflicto catalán. Cuando los independentistas fracasan en su intento de formar Gobierno, podría haber propuesto un pacto trasversal para recomponer la situación. No lo ha hecho, sino que además se niega a cualquier medida de gracia, aunque se hayan concebido para dar una salida política a situaciones como ésta. La propuesta política de Albert Rivera es como en la película de Luis García Berlanga: Todos a la cárcel.