
Hace no tanto tiempo como cabría pensar, la formación Podemos marcaba la agenda política de este país. La más mínima ocurrencia de su secretario general, Pablo Iglesias, desde un simple tuit sobre su estado de ánimo hasta sus teatrales puestas en escena, emulando al cineasta Quentin Tarantino en los pasillos del Congreso de los Diputados, eran objeto de un gran titular. Hace pocos días ha presentado un programa económico (uno más y van...) y había que rebuscar en las páginas de los periódicos nacionales y económicos para encontrar alguna referencia a dichas iniciativas.
Quizá por ello no sorprende a nadie que la última encuesta del CIS les mantenga por debajo del 20% en intención de voto. Ni siquiera pueden considerarse alternativa de Gobierno, cuando en las últimas elecciones generales alguna encuesta les alzó como primera fuerza política de España. La ventana de oportunidad para salvar a las instituciones que Juan Carlos Monedero y sus profesores de la Facultad de Ciencias Políticas visualizaron al inicio de la crisis económica ha comenzado a cerrarse. No han sabido aprovecharla como es debido. Les ha perdido su adanismo, su impericia, su nefasta gestión al frente de las instituciones y su inmensa e insultante soberbia.
Ahora, la pugna por los votos se ha trasladado al espectro del centro derecha. Y en contra de lo que parece de- mostrar la nerviosa y errática actitud de los portavoces del Partido Popular, es el partido Ciudadanos el que se la juega, son ellos los que tienen que pasar la reválida que anteriormente suspendió Podemos.
La rectificación de Rivera en la crisis catalana, apoyando decididamente la aplicación del artículo 155 de la Constitución y apostando con firmeza por la unidad nacional, le ha granjeado las simpatías de muchos votantes del Partido Popular y otros tantos del PSOE, hartos del compadreo del bipartidismo con los nacionalistas catalanes y vascos.
Pero Ciudadanos está a prueba y debe perder el mie- do a pasar el duro examen. Los que le miran con simpatía aspiran a conocer con exactitud su programa económico, social o político, hoy confusos o inéditos.
Si convence, las próximas elecciones europeas y las municipales y autonómicas pueden ponerle en la senda del Palacio de la Moncloa. De lo contrario, correrá la misma suerte que Pablo Iglesias y los suyos.
Los votantes, aún con la nariz tapada, volverán a hacer bueno aquel refrán español que dice que "mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer".