
La irrupción de Ciudadanos en el panorama político español ha abierto muchas ventanas por las que está corriendo el aire fresco. Los electores lo han sabido entender, y hasta ahora la formación política naranja ha cosechado importante éxitos en las urnas, incuestionables desde cualquier punto de vista. El fenómeno del centro basculante, ora a la izquierda, ora a la derecha, está sumando intenciones de voto y también voto real si analizamos las diferentes convocatorias que se han producido desde su proyección al panorama nacional desde su Cataluña natal.
Rivera y sus portavoces están conectando con una parte del electorado que está cansada de fórmulas desgastadas, por muy seguras que parezcan. En los resultados del 21 de diciembre se observa ese impulso regenerador en un territorio plagado de espinas por el desafío a la legalidad. Ciudadanos ha robado votos al PP especialmente, pero también a un PSC que quedó muy lejos de lo que esperaba. Barriendo a izquierda y derecha. No es extraño que los dirigentes de Ciudadanos leviten estas primeras semanas del año conducidos por una oleada favorable que les ha situado incluso en cabeza de varias encuestas sobre posibles elecciones generales. El único pero a su actual situación de euforia es que las elecciones generales quedan lejísimos en términos políticos, y que su grupo parlamentario sigue anclado en los 32 diputados que obtuvieron en el verano de 2016 con un 13,06% de los votos emitidos por los electores de todo el país.
Repasando recientes datos comprobaremos lo relativo que es todo en política. Apenas un año y tres meses antes de ganar claramente en Cataluña, Ciudadanos quedaba en las elecciones autonómicas gallegas como quinta fuerza, con 48.000 votos obtenidos y sin un solo diputado en el Pazo do Hórreo de Santiago. El mismo día de aquellos comicios se celebraron autonómicas en el País Vasco, y el partido de Rivera se situaba en sexta posición, con 21.000 votos y sin representación en Vitoria. Sólo un año y cuatro meses antes de eso, los naranjas habían quedado cuartos en Castilla La Mancha con 94.000 votos y sin diputados en las Cortes de Toledo. Los resultados obtenidos en estas regiones no cumplieron los objetivos de esta fuerza política, que tendrá que remontar el próximo año desde posiciones extra parlamentarias, con las dificultades que eso conlleva.
Lo cual demuestra que los españoles saben con nítida claridad lo que están votando. La oleada favorable de Ciudadanos es una magnífica noticia para la pluralidad de partidos en España, y debe ser bienvenida por todos ya que ofrece un panorama de renovación muy recomendable. Pero las cifras y los usos de la vida pública deberían mantener los pies de sus representantes en el suelo de la prudencia, la moderación y la cautela.
Esta semana Ciudadanos, enfrentado al Partido Popular en una guerra política subida de grados, ha achacado al gobierno situaciones que tienen responsables muy distintos a los señalados. El dispositivo de los Mossos en el nuevo asedio al Parlament del pasado martes es una de ellas. Es un error distraer el foco de quienes insultaron, saltaron vallas y provocaron a los agentes. Lo mismo ha ocurrido al recordar los altercados del 1 de octubre, con el peregrino de que era Interior quien coordinaba todos los cuerpos de seguridad y no debió nunca creerse las intenciones de Trapero y Forn. El resultado ha sido culpabilizar a quienes trataron de cumplir la orden judicial. Y unamos a todo ello la responsabilidad que Ciudadanos busca en el ejecutivo ante la evidencia de que la Generalitat se gastara en el referéndum el dinero que los españoles le entregábamos vía Fondo de Liquidez Autonómica.
En esta escalada de reproches, Albert Rivera apoyó a Rajoy cuando presentó el recurso contra la investidura ante el Tribunal Constitucional, pero advirtiendo que si salía mal debería dar una explicación a los españoles. Es bueno desgastar al adversario, pero cuando el bien común, que es proyecto de una España unida, está por encima de las siglas partidistas, estas situaciones deberían meditarse mucho más.