Firmas

Para comprender la economía actual

  • Los Pactos de la Moncloa sirvieron para salvar la economía de mercado
Foto: Archivo

Después de un largo debate que ocupa prácticamente todo el siglo XIX, tras el estropicio político que fue la I República se asienta en 1872 la Restauración con Alfonso XII y Cánovas del Castillo, y surge un modelo económico para España que va a llegar hasta 1957. Se trata de la llamada economía castiza, basada en el proteccionismo, en parte en un corporativismo logrado por un papel intervencionista del Estado, en un débil incremento de la producción y, por lo tanto, en un alejamiento del nivel de vida de los países desarrollados, con las consiguientes tensiones sociopolíticas , a veces tan fuertes como las que generaron de 1936 a 1939, con el preludio de 1934, una dura guerra civil.

Pero con el cambio de Gobierno de 1957, las decisiones de 1959 y 1960, todo cambió. De proteccionista, la economía española se convirtió en una de las más coherentes del mundo occidental; surgió una creciente economía de mercado libre, con el retroceso del corporativismo e intervencionismo, y una considerable mejora en el nivel de vida. Para comprender el cambio, basta con señalar que de 1872 a 1959,o sea en 85 años, el Producto Interior Bruto por habitante se duplicó sencillamente; de 1959 a la actualidad, o sea en 59 años, se quintuplicó. Y para eso fue preciso un enlace entre la política económica de los últimos gobiernos de Franco con la desarrollada en la Transición, hasta culminar en el reinado de Felipe VI.

Y eso fue posible gracias a la labor de numerosos políticos. Pero para comprenderlos, es preciso acudir a sus Memorias respectivas. De ahí, además de estas cosas muy valiosas, el interés del libro de Landelino Lavilla Alsina, Una historia para compartir. Al cambio por la Reforma 1976-1977 (Editorial Galaxia Gutenberg, 2017), cuya actividad aumenta como consecuencia de los comentarios surgidos con motivo de los 80 años del rey Juan Carlos I.

Datos referentes a ese cambio radical que hemos vivido aparecen en esta obra una y otra vez. Por eso, me voy a ceñir al mundo de la economía, porque como señala con justeza Landelino Lavilla, la transformación política que se expone en este libro no tuvo lugar "en ... (las) condiciones más favorables", porque "el cambio de régimen político hubo de ser acometido en momentos y circunstancias no elegidos y en los que eran manifiestas la acumulación de problemas, la crisis económica general, los desequilibrios de un desarrollismo a ultranza, que en tantos aspectos había marcado favorablemente la evolución de los años sesenta, y las consiguientes tensiones sociales, que hicieron lamentar que la transformación política no tuviera lugar en unas condiciones favorables y activaran el recuerdo de otras oportunidades, precisamente fallidas por la presión de factores económicos y sociales que lastraron los más sinceros propósitos de modernización política"

En eso creo que radican las virtudes de este libro a causa de que, efectivamente, Landelino Lavilla es quizá lo que se puede calificar como un político poco corriente, porque siempre se preocupó del entorno provocado por la realidad económica en sus responsabilidades en el mundo de la política general española. Quizá se muestra esta característica de Landelino Lavilla en algo que me parece significativo. Señala que en enero de 1976 había pronunciado dos conferencias, cuando el Gobierno de Arias Navarro, con Fraga de vicepresidente, pasó a iniciar la Transición, que unos meses después daría lugar al Ejecutivo de Suárez, en el que pasó Lavilla a ser ministro de Justicia. Esas conferencias eran una de alto contenido político y la otra, de alta orientación económica. Pero incluso la primera, de la que se ofrecen en esta obra muchos textos, tenía asimismo un complemento económico importante. Impresiona, en este sentido, la aceptación del modelo que se heredaba en la economía, o sea el de ruptura con el castizo que, desde Cánovas del Castillo, Maura y Cambó, parecía que a través de Primo de Rivera, de la II República y de Suanzes, a más de Gual Villalbí, llegaba al Gobierno de Franco y que éste había aceptado hasta su eliminación, con las medidas, ahora vemos que eran radicalmente revolucionarias, de Ullastres. Y Landelino Lavilla, en relación con esto último, señala que se debe aceptar esta herencia porque suponía la creación de una realidad económica y social que, -aún con profundos problemas que debían ser resueltos y que provocarían seguramente fuertes tensiones- creaba "un estándar de educación y vida netamente superiores a los de épocas anteriores".

Pero este modelo tenía que ser ampliado, precisamente en la línea que marcaba el Acuerdo Preferencial de 1970 con el Mercado Común Europeo, y Landelino Lavilla lo manifestaba así al exponer que "el éxito de la Transición exigía culminar, en gran medida, entre otras cosas, "la integración en Europa, como objetivo definido de la política nacional", y ello supondría generar nuevas posibilidades como "en el orden económico, fundar un cuadro de previsiones, con grado tal de suficiencia y certidumbre que permitan mejorar la capacidad del Gobierno para instrumentar su política económica y crecer, por lo mismo, la capacidad de repuesta del sistema económico". Y ¿podría alguien señalar que este proceso, cuando culminó a partir de 1985 y de haber creado, desde el primer momento, que se formase parte algo después de lo que se llama la eurozona, no fuese el adecuado?

Pero señala, asimismo, problemas que permanecían y su actitud ante lo que ocurrió para resolverlos. En ese sentido fueron estos los causantes de la presentación, en principio, de la gran dificultad causada por factores sociales. Recordemos por ejemplo el artículo de Nicolás Sartorius, dirigente de Comisiones Obreras, Balance y perspectivas sindicales (1976-1977), que se publicó en el Anuario Económico y Social de España (1977-1978), cuando con no disimulada satisfacción presenta Sartorius, sobre los conflictos sociales, las cifras que había facilitado la propia CNS, que mostraban, por ejemplo, que "en 1976 se produjeron 1.400 alteraciones sociales - 855 en 1975- que afectaron a 349.520 trabajadores- 56.371 en 1975- y 101.714.606 horas de trabajo perdidas, -10.965.121 horas perdidas en 1975". Léase este artículo de Sartorius y se observará que en él resplandece el entusiasmo por esa situación muy grave en el aspecto social.

Y no olvidemos lo que entonces se decía en la Gaceta del Mundo Social, publicación ligada a Comisiones Obreras, donde a principios de 1977 se insertaba el artículo Cómo se rompieron los topes salariales. Pero hace bien Landelino Lavilla al incluir inmediatamente problemas económicos muy serios, que agravaban los sociales. Basta mencionar que se heredaba el famoso choque petrolífero, y que se hacía presente una durísima crisis financiera en relación con nuestro sistema crediticio.

Ante aquellos problemas, donde además me parece que en este libro se demuestra de modo muy claro que su autor los conocía muy bien a fondo, se ofrece el sendero adecuado que era preciso seguir sin duda alguna. En primer lugar, lo prueba esta afirmación: "Ni sería prudente posponer las reformas políticas a la mejora previa de la economía, ni lo sería esperar a que esta mejora se produjera por el simple hecho de realizarse aquellas reformas. Existe un alto grado de interdependencia y, en la medida en que concurran muchas de las características de la llamada crisis global, hay que aplicar, como una concepción global, las medidas que mejoren las distintas líneas de actuación con la seguridad de que, si llegamos a superar los problemas económicos y alcanzamos una situación más confortable y tranquilizadora, mejorarán las perspectivas de éxito en la operación de transformación política y si a la vez se aborda con decisión esta transformación, se mejorarán las posibilidades de resolver con eficacia y coherencia los problemas económicos"

Y a partir de ahí aparece una exposición de cómo, con estos puntos de vista, y en mi opinión muy atinados, debía ser la política básica de cada uno de los periodos, planteamiento esencial que explica el éxito de la Transición gracias a los Pactos de la Moncloa. Yo siempre había situado en el vértice de la comprensión de los planteamientos efectuados para su formulación, en Suárez y, sobre todo, en Fuentes Quintana, y asimismo, complementariamente, en Julio Segura, como elementos esenciales. Y he aquí que, a partir de la lectura de los documentos expuestos en este libro, he de señalar, y de modo muy destacado, el papel de Landelino Lavilla. Con esos Pactos, además, se salvó, de modo claro, el mantenimiento de la economía de mercado. Yo creo que para siempre, saltó a la Constitución de 1978. En este libro encontramos esta afirmación clave: "Creo en el sistema de mercado que potencia al máximo la libertad creadora y hace de la competencia un factor insustituible de eficiencia", pero añade: "Es evidente que hoy no puede desconocerse la importancia del Estado en la economía y que su repliegue a una posición meramente arbitral al modo de la concepción liberal clásica no sería sostenible, dadas las convicciones sociales existentes". Pero eso no debía hurtar la posición clave que debe tener "la economía de mercado" para lo que hay que "restituir una libertad... a favor de las acciones empresariales", de forma que se mejore así el conjunto del sistema económico. Lisa y llanamente, al leer esto me he encontrado con los mensajes que, en mi época de estudiante de Economía, había escuchado en un curso a Stackelberg y, después, en un folleto que tengo dedicado por él, en las afirmaciones de Eucken, en un curso de verano en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, o sea en el mundo de la valiente Escuela de Friburgo, de la que surgieron los mensajes que se encuentran debajo del llamado "milagro económico alemán", así como en la construcción básica del Mercado Común Europeo.

Y no acaban aquí los puntos de vista relacionados con la economía para orientar de forma adecuada la política económica en la concepción de Landelino Lavilla. No pretendo ser exhaustivo, pero creo que debo destacar, por un lado, que, por la historia de la economía española, será siempre obligado tener presente lo que en este libro se dice en las páginas 331-334 en relación con aspectos concretos de los Pactos de la Moncloa, asuntos que muchas veces dejamos los economistas a un lado, porque, como se lee en ese apartado, "los métodos legislativos figurados en el documento pactado no parecen responder a la iniciativa aislada del Gobierno o de un determinado partido político, sino al impulso común y solidario de las fuerzas elegidas libremente por el pueblo español y que habían de forjar el consenso sobre la nueva Constitución".

Y no puedo dejar de mencionar el interés histórico en relación con la economía, que tiene, en este libro, lo que se señala en él en relación con Fuentes Quintana, un hombre clave para entender multitud de realidades económicas españolas, y, también para captar la razón de decisiones del Gobierno Suárez, en el apartado de la política económica: con el Real Decreto-Ley de 30 de julio de 1976, donde se desplegaron una serie de acciones en relación con el paro, los precios, el sector agrario y la inversión productiva; por el Real Decreto-Ley de 10 de agosto de 1976, en el que se dictaron medidas sociales para no frenar el papel que debía mantener el mercado bursátil; y también el Real Decreto-Ley de 24 de agosto de 1976, que tenía esencialmente el fin de abordar la cuestión del déficit presupuestario, a más de establecer la acción de la Ley de 2 de diciembre de 1963, en relación con la creación posible de mejoras en industrias en zonas con fuertes niveles de desempleo.

Con todos los malos momentos que se quieran, desde 1957 la política económica española ha sido la adecuada. Y no se debe exclusivamente a los economistas. Ha habido políticos a los que mucho se debe en este sentido. Uno de ellos fue Landelino Lavilla Alsina.

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