
En torno a 1490, Ludovico Sforza, gran señor y duque de Milán, encargó a Leonardo da Vinci un retrato de Cecilia Gallerani, que a la sazón era su amante y con la cual había tenido un hijo. Ella posó para el pintor con un armiño (símbolo de la pureza) en los brazos. El hermoso retrato es conocido como La dama del armiño, aunque hay etólogos que niegan que el animal del cuadro sea un armiño.
En 1800 -y quien esto escribe no sabe muy bien cómo y por qué se produjo el traslado- el cuadro de Leonardo se incorporó a la colección de arte de la princesa Czartoryska, en la Polonia que entonces controlaban los rusos. Desde 1876, el cuadro estuvo expuesto al público en el museo Czartoryska de Cracovia durante sesenta y tres años, hasta que los tanques y aviones alemanes destrozaron al ejército polaco.
Los alemanes ocuparon Polonia y Hans Frank fue nombrado gobernador general. Frank, un jurista de alto nivel, fue primero abogado de Hitler y pronto se convirtió en "teórico" del racismo antisemita. Al llegar a Polonia, Frank se instaló en el castillo de Wawel; amante de las artes y magnífico pianista, una de las primeras cosas que hizo fue llevarse el cuadro de Leonardo a sus habitaciones privadas. Allí lo contempló Curzio Malaparte, en los días que permaneció invitado por Frank en aquel castillo.
Según cuenta Malaparte en su libro Kaput, Frank, acompañado por unos cuantos miembros de las SS, lo llevó a visitar el gueto de Varsovia y durante el paseo Frank se dedicó a disparar contra los niños judíos que, aprovechando su poca envergadura, salían a buscar comida por las calles de la ciudad a través de pequeños túneles cavados bajo la alambrada.
Tales prácticas sorprendieron desagradablemente a Malaparte y se lo hizo saber al gobernador general, pero Frank le reprochó a su huésped tales escrúpulos diciéndole: "Casi es mejor que mueran ahora de un tiro, porque en Polonia no sobrevivirá ningún judío". Y él se encargó de cumplir la promesa y no sólo respecto a los judíos: la mayor parte de la intelectualidad polaca fue asesinada por los nazis, a lo que hay que añadir la matanza de militares y policías polacos asesinados en Katyn por los soviéticos.
Cuando los nazis estaban a punto de perder la guerra, Frank se instaló en Baviera (allí lo apresaron las tropas norteamericanas), con La dama del armiño colgada en una pared y un diario personal en el cual detallaba las barbaridades cometidas por él y sus sicarios. Aquel diario sirvió para implicarle a él y a otros nazis en el primer juicio de Nuremberg. Tras intentar suicidarse sin éxito, Frank se sentó en el banquillo y durante el juicio declaró: "Los alemanes no pagarán ni en mil años el mal que han hecho". No se sabe si lo dijo por arrepentimiento o por librarse de la soga, pero no le sirvió de nada. Fue condenado a muerte y ahorcado el 16 de octubre de 1946.
Hans Frank constituye una muestra más de que la buena educación y el gusto por el arte no evitan que en la mente y en el corazón humanos anide la más perversa de las maldades.