
Vamos a considerar ¡un tema tabú! En Europa no hay quien se mueva. En algunos países hay altos niveles de paro, y a la vez en otros hay escasez de mano de obra. Y a pesar de ello, en Europa la movilidad laboral es exigua. En la Unión Europea existe realmente el derecho a la libre circulación de las personas, por ejemplo, para hallar un empleo en cualquier lugar de la Unión. Pero este derecho pleno se ejerce muy escasamente por las personas en paro. Probablemente, esta contradicción entre desempleo elevado en un país y nula movilidad de sus trabajadores se deba a que los incentivos para moverse son insuficientes.
La inmovilidad de los trabajadores hace que los mercados de trabajo no se equilibren, que muestren situaciones contradictorias, que el paro se eternice y que se genere un sobre coste importante en los países cuya economía es más débil y cuya regulación es más rígida.
Además, esta situación de alta desocupación permanente por exceso de protección y falta de incentivos para moverse, no cambiará ni en el corto ni en el medio plazo. El contraejemplo del caso europeo es el caso americano.
Entre los estados miembros de la UE la tasa de movilidad anual es del 0,4% de la población. En EEUU la movilidad entre estados es del 2,3%. La tasa de paro de la UE es del 7,5%, en la eurozona del 8,9%, en Alemania del 3,6%, en Francia del 9,7%, en España del 16,7% y en Andalucía del 25,4%. Mientras, en EEUU la tasa de paro es del 4,2%, del 6,2% en el estado de Nuevo México, y del 4,8 y 4,9% en Nueva York y New Jersey. España gasta el 3,1% de su PIB en prestaciones por desempleo, Francia el 1,6, Alemania el 1 y EEUU el 0,4.
Paro y moca movilidad
España y los países euromediterráneos tienen el paro más alto, los déficits públicos más abultados, significativos desequilibrios en la balanza por cuenta corriente (hasta el año 2012; recordaremos que Alemania tiene un superávit por cuenta corriente del 8,2% del PIB), y las empresas, las familias y el Estado tienen también sobre endeudamiento.
El excedente comercial de los países virtuosos y con pleno empleo financia el déficit comercial de los países díscolos y con muy alta tasa de paro y escasa tasa de empleo, así como el sobre endeudamiento público y privado. Para que el sistema español de pensiones sea sostenible la tasa de paro debería situarse por debajo del 7%. Por otra parte, España y el resto de países euromediterráneos tienen las menores tasas de fecundidad de Europa, y aunque esto pudiera ser un modo exorbitante de refrenar a medio plazo el paro, será catastrófico para la sostenibilidad de la protección social.
He aquí, pues, una sinopsis de las condiciones económicas en la UE y los desequilibrios económicos y sociales, en particular del paro y de la no movilidad y de sus consecuencias. La inmovilidad de las personas, y en particular de los trabajadores, es un tabú.
No se desea ver, probablemente porque deriva de una realidad que escuece mucho: el Estado del bienestar actual es disfuncional. De hecho, el daño de la sobreprotección es doble: a los mismos parados permanentes que el sistema genera, siendo así que su realización personal está esencialmente menoscabada; y a la economía y sociedad en su conjunto, que con bajo empleo produce menos y paga más por el alto desempleo.
El Estado del bienestar inmoviliza a las personas. Las circunscribe "nacionalmente". Pero no sólo hay inmovilidad entre Estados: tampoco hay movilidad entre regiones de un mismo país, e incluso entre provincias y en las áreas metropolitanas. La desconexión entre los mercados de trabajo es especialmente perjudicial en una unión monetaria, como es el caso de la eurozona. Ésta no es un área monetaria óptima por la no movilidad de la fuerza de trabajo. En efecto, el eurosistema no es una zona monetaria óptima por la no movilidad del trabajo, así como por la no unión bancaria y la no unión fiscal. Pero estos dos últimos aspectos son más fáciles de corregir, y así se avanza hacia nuevas instituciones financieras europeas.
En cambio, no hay visos de un Estado del bienestar europeo. Una regulación socio-laboral europea común ayudaría a la movilidad de la gente, a la integración de los mercados de trabajo y al balanceo de los desequilibrios. Un Estado europeo de bienestar propiciaría una renta semejante a cada desempleado, y podría ser proactivo, incentivar de un modo fehaciente la movilidad de los trabajadores.
En una unión económica y monetaria, el alto paro permanente en algunos Estados miembros de la UE y la nula movilidad laboral de los europeos incrementa, pues, las divergencias económicas, sociales y políticas.
Sin convergencia y sin mezcla no hay integración, no hay unión. Una unión política como es y como desea ser la UE requiere la efectiva convergencia de sus economías y la efectiva movilidad de sus ciudadanos.