
Las noticias iniciales llegaron en las jornadas veraniegas. Concretamente por un lado en ABC del 10 de agosto con una portada que llevaba por título "La UE da por cerrada la crisis diez años después", y en el interior, José M. Antonio y Jorge Aguilar, recogen el texto reciente de la Comisión Comunitaria sobre lo sucedido en una crisis bancaria y en la de deuda soberana, que pronto afectó a la economía real.
Por otro lado, en La Nueva España del 9 de agosto, bajo los títulos "Diez años del estallido de la crisis financiera que precedió a la Gran Depresión. El comienzo de un gran debacle", Jordi Cuenca nos muestra cómo "la última gran crisis" se inició en el verano de 2007, cuando las hipotecas subprime, con productos financieros de extrema toxicidad, que se habían inoculado en la economía desde Estados Unidos y sus grandes bancos, "empezó a mostrar su capacidad mortífera". Ha pasado ya desde entonces algo más de una década, y esto nos obliga a observar que "los efectos aún no han desaparecido".
Naturalmente, en España, éste es un debate básico, y conviene recoger afirmaciones que se hicieron precisamente en torno a este aniversario. Tamames, en La Razón del 9 de agosto, en unas declaraciones a Julio Valdeón y en respuesta a la pregunta de si lo ocurrido debía haberse pronosticado, contesta que agradecía que se hubiera señalado que su predicción "se había confirmado", pero sólo se difundieron después de que José Luis Rodríguez Zapatero saliese de La Moncloa, después de haber "machacado no únicamente a la economía nacional, sino también a muchas otras cosas".
Con todo esto quedan en evidencia dos cosas: que esta Gran Recesión que culminó de 2008 a 2014, fue fruto, esencialmente, de una penosa política económica, que en España estaba basada de nuevo en que ciertos políticos norteamericanos y españoles se empeñaron en repetir la famosa frase del presidente Hoover en 1930: "La prosperidad está a la vuelta de la esquina" y con ello se dieron las condiciones para agravar la situación. Esto se hizo entonces y ahora en la Casa Blanca, y también en La Moncloa. En el caso español, las palabras y textos de Solbes y también de ciertos miembros de aquel equipo como Campa, hipercríticos ahora ambos con aquella realidad política, acabaron complicando las decisiones de la política económica española.
Este planteamiento del recuerdo de lo terrible que sucedió a partir de la crisis subprime iniciada en 2007, vinculada a un pésimo planteamiento de dar la respuesta adecuada, en Estados Unidos y en España, conviene tenerse, para siempre, muy en cuenta. Porque conviene recordar que, por ejemplo, en aquellos momentos no se comprendió que la Ley de Ordenación Bancaria de 1977 no había sido capaz de ayudar a cortar esta situación por defectos relacionados con la estructura básica del sistema crediticio español. La respuesta reciente la hemos tenido en la crisis del conjunto de las Cajas de Ahorros. Y eso a pesar, y lo he repetido muchas veces, de que todo había sido anunciado previamente por Jaime Terceiro en Información Comercial Española.
Menos mal que, recientemente, desde el Banco de España y desde nuevas autoridades lo cambiaron todo. La situación anterior estaba agravada por la existencia de "efectos rebaño". No es posible olvidar que un dirigente de una de las Cajas de Ahorros de Barcelona, ante la crítica de cierta actitud suya respondiese: "Pero, ¡si lo hacían todos!". Así se explicaba multitud de pésimas gestiones.
Simultáneamente, en estas conmemoraciones conviene recordar realidades que se derivan de planteamientos políticos radicalmente erróneos, y que, de momento, parecían resolver problemas básicos. El ejemplo histórico, que ha quedado para siempre, es el de Alemania. Por una parte, emprendió una política de persecución de los judíos, y simultáneamente, de crear un dominio absoluto de la vida económica europea, mezcla de un conjunto de medidas adecuadas de política económica y errores en la política general, con lo cual el pueblo aceptó lo anterior, que acabó generando una ruina absoluta también en lo económico, como lo vivió Alemania a partir de 1945.
Por eso es necesario ante las crisis económicas plantear, simultáneamente, soluciones políticas y económicas. Cuando se acierta, los resultados son espléndidos. En España un caso típico es el del Pacto de la Moncloa. Dejo aparte, desde el punto de vista económico, que no fue ultraperfecto. Ahí están las críticas de Ubaldo Nieto de Alba, que se relacionan, en buena parte, con que no se acertó en el pacto a superar, por motivos políticos, los planteamientos derivados del Partido Socialista de Tierno Galván.
Sánchez Ayuso, por cierto profesor universitario de Economía, logró triunfar en sus planteamientos opuestos a los de Fuentes Quintana, pero solo desde el punto de vista político. Nieto de Alba expone muy bien esto en su obra De la Dictadura al socialismo democrático. Análisis sobre el cambio de modelo socioeconómico en España (Unión Editorial, 1964), al que hay que añadir los argumentos esenciales del artículo de Lorenzo Bernaldo de Quirós, 'Los legendarios Pactos de La Moncloa', publicado en elEconomista del 7 de agosto de 2008, donde sobre todo señalaba que las consecuencias económicas del Pacto motivaron que el Estatuto de los Trabajadores de 1979 consagrase "unas instituciones laborales rígidas, responsables de la persistencia durante las tres décadas siguientes de una elevada tasa de paro".
Pues bien, aparte de todo eso, como consecuencia de otro conjunto de medidas económicas adecuadas y de vinculación de las diversas fuerzas políticas dieron lugar a la posibilidad de que aquella crisis se acabase superando. También tenemos el caso a partir de 2014, cuando comenzó un replanteamiento político con consecuencias socioeconómicas importantes.
Lo político puede, por tanto, hundir lo económico, y cuando existe cohesión política, al cabo de cierto tiempo, lo económico, aunque estuviese marchando mal, se supera. Ése es el problema que acaba de surgir ahora precisamente en relación con la situación de Cataluña. Si superamos políticamente ese intento separatista, retornará el desarrollo a toda Cataluña, y, como consecuencia, a toda España.
Por eso en estos momentos, y en relación con la conexión de la política con grandes crisis, conviene revisar todo lo ocurrido en el mundo y en España, con talante crítico. Puede ayudar mucho el tener en cuenta lo que el profesor que trabajó en la Universidad neoyorquina Columbia University, Antonio Ocampo, en su aportación La arquitectura financiera y monetaria internacional.
Avance y agenda permanente, publicado en la Revista de Ciencias y Humanidades de la Fundación Ramón Areces, en diciembre de 2013, considera que para hacer frente a estos desarreglos es preciso "mejorar la regulación y supervisión financiera", medidas a las que se pueden agregar las que se deriven del debate inconcluso sobre el papel de las regulaciones de los flujos de capital.
Y todo esto ha de hacerse en marcos de políticas macroeconómicas que recojan las obligaciones derivadas de la existencia del Grupo de los 20. Pero la política tiene que actuar superando las muy insuficientes acciones en materia de reforma monetaria internacional. Cohesión política y acierto económico son siempre cuestiones que no suelen surgir.
Quien lo expuso de forma clarísima fue Clarín, en una poesía crítica que apareció en 1876 en El Solfeo, y que hoy podemos leer en el libro de José Girón Gárate, Los partidos políticos en Asturias (1875-1923) (Edición Nobel, 2013), quien indicaba que, cuando "no hay más ley que mi capricho: aquí el Estado soy yo", ignorando datos fundamentales de economía y, también, de historia política, "la catástrofe política y la económica está asegurada".