
La cumbre de la Unión Europa fue convocada para tratar el desarrollo de las negociaciones del Brexit. Otros asuntos importantes fueron la financiación y dimensión externa de los flujos migratorios, los avances en la puesta en marcha de la cooperación reforzada en el ámbito militar, y varios asuntos de política exterior, como el acuerdo sobre el programa nuclear iraní, la situación en Corea del Norte y las relaciones entre el bloque y Turquía. Sin embargo, el tema del desafío independentista de Cataluña dominó las conversaciones.
El secesionismo catalán ha sido astuto. Ha ganado, en parte, la batalla mediática. Como nos tiene acostumbrados, ha sabido representar con virtuosismo su papel de víctima de la opresión española. No le ha servido de mucho.
Los principales líderes europeos, en especial el mandatario francés, Emmanuel Macron y la canciller alemana, Angela Merkel, respaldaron al Gobierno de Mariano Rajoy en su defensa de la Carta Magna y la unidad de España frente al proceso independentista. Y Mark Rutte, primer ministro holandés, respaldó las decisiones que tome Rajoy, porque cree que actúa siguiendo la opinión del Tribunal Constitucional, que recordó que declaró ilegal el referéndum del 1 de octubre.
Su homólogo luxemburgués, Xabier Bettel, apostó por "encontrar una solución política, diplomática, de hablar todos juntos" en Cataluña, pero siempre respetando la Constitución española. Incluso el primer ministro esloveno, Miro Cerar, declaró que la independencia de su país de Yugoslavia hace 26 años no es comparable a la situación en Cataluña.
El jefe de Gobierno de ese país rechazó la pretendida analogía con la "vía eslovena", afirmando que "España, incluida Cataluña, es un Estado democrático, y cuando hay una cuestión sobre la autodeterminación debe resolverse en línea con el orden constitucional de España y, lo más importante, se tiene que hacer de forma pacífica, sin violencia, democráticamente y con diálogo". Aunque no estuvo presente, también la primera ministra británica, Theresa May, expresó su apoyo a la unidad de España.
Hasta quedó aclarado lo que pudo parecer un roce diplomático entre Bélgica y España. El primer ministro belga, Charles Michel, quien había dicho en un entrevista que si fracasaba el diálogo cabría plantearse una mediación internacional, lamentó la "dramatización mediática". Explicó que su posición respecto a la crisis, además de condenar la violencia y llamar al diálogo entre las partes, era ante todo el respeto del orden nacional e internacional.
Los líderes de la instituciones comunitarias fueron, asimismo, claros. El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, afirmó que "no hay espacio" para una mediación de la Unión en el debate sobre la situación en Cataluña, y que no espera que los líderes de la UE, más allá de las declaraciones previas, se centren en el tema.
Al presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, le preocupa el caos que supondría una UE que dentro de 15 años esté formada por 90 países. Algo que es "imposible e inmanejable". El presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, rechazó invitar a la Eurocámara al catalán Carles Puigdemont, y explicó que ésta no va a "reconocer Cataluña como un país y como un socio que está al mismo nivel que España". Recordó que el Gobierno de España "incluye una representación de Cataluña" y reiteró su llamada a establecer "conversaciones pacíficas" dentro del marco constitucional español.
A la UE se le ha concedido este año el galardón de la Concordia en los Premios Príncipe de Asturias. La decisión tomada hace meses adquiere especial relevancia en el actual contexto. Es la razón por la que Rajoy arropó con su presencia a Tusk, Juncker y Tajani cuando recibieron el premio de manos del Rey Felipe VI. Toda una minicumbre europea de alto valor simbólico en Oviedo.
Al margen de la reunión, el presidente de Rusia, Vladímir Putin, se pronunció sobre Cataluña. Si bien criticó "el doble rasero" de algunos países occidentales que en su día apoyaron la "desintegración" de otros Estados (se refería al caso de Kosovo) subrayó que el conflicto "debe ser resuelto en el marco de la ley española y de conformidad con las tradiciones democráticas".
Sin duda, la UE es perfectible. No por ello su balance deja de ser positivo. Con la integración se ha conseguido que nuestro continente supere fronteras y odios sembrados por el nacionalismo. Ninguno de las estados miembros prevé reconocer una hipotética Cataluña independiente. En el seno de las instituciones europeas ni siquiera se considera la posibilidad de una mediación o iniciativa internacional.
Han dejado claro, igualmente, que en el caso de que Cataluña saliera de España, quedará fuera de la UE. Los secesionistas deben empezar a reconocer esta realidad y dejar de mentir a los catalanes.