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El independentismo ha destrozado la reputación corporativa de las empresas catalanas

  • El empresariado catalán ha sido cobarde al no pronunciarse
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La reputación corporativa de una empresa se encuentra identificada con el valor de la marca de la misma. Así, el posicionamiento que la reputación de una empresa alcance en el mercado determinará la valía de su marca. En consecuencia, cuando se habla de imagen de marca, se está haciendo referencia a la reputación corporativa.

Igualmente, la reputación corporativa también está íntimamente conectada al concepto de responsabilidad social. En este sentido, es factible afirmar que las estrategias y planes de responsabilidad social de las empresas sirven, entre otras bondades, para proteger la reputación y, evidentemente, la marca de las mismas.

La reputación corporativa es uno de los valores intangibles que posee una empresa, denominados así porque son difícilmente cuantificables a nivel económico. Puesto que, una empresa que invierte en responsabilidad social tiene complicado que el retorno de esa inversión pueda plasmarse detalladamente en su cuenta de resultados.

Construir una marca valiosa y reputada puede costar muchos años. Por el contrario, en cuestión de segundos es posible perder la reputación y, por ende, destruir una marca. Llegando a causa de ello incluso al default.

Existen numerosos casos de marcas globales líderes que debido a una irresponsabilidad financiera, contable, fiscal, perjudicial para el medio ambiente, relacionada con el trato inhumano a sus empleados, etc., ha desaparecido del mapa empresarial.

En definitiva, para cualquier compañía, tanto si la misma cotiza en los índices bursátiles de referencia mundial como si se trata de una pyme local, las consecuencias económicas de una pérdida de reputación suelen ser nefastas.

El deterioro de la marca catalana

El órdago independentista lanzado por los partidos separatistas catalanes ha supuesto para todas la empresas catalanas una gran pérdida de reputación. Sobre todo, en el resto de España. Pero también en la Cataluña españolista.

Un deterioro reputacional que no solo han sufrido las grandes empresas catalanas pertenecientes al Ibex 35, sino también las no cotizadas, familiares, pymes, etc.

El hecho de marcharse de Cataluña, cambiando el domicilio social (y el fiscal, aunque no tienen por qué coincidir ambos domicilios) a otras regiones españolas, huyendo del alto nivel de inseguridad jurídica que soporta la autonomía catalana, ha frenado la caída de la reputación corporativa de estas empresas.

Sin embargo, ya se había producido con anterioridad una progresiva devaluación de la marca 'empresa catalana'.

Tanto en cuanto, algunos directivos, accionistas de referencia, fundadores, etc., de determinadas e importantes empresas catalanas han financiado el independentismo. De manera individual o corporativamente. Directa o indirectamente. Posicionándose, en cualquier caso, a favor del separatismo.

No olvidemos que, tradicionalmente, el independentismo ha sido un excelente negocio para la oligarquía económica catalana.

No obstante, el objetivo del poder económico catalán nunca ha sido la independencia de Cataluña, sino la calculada potenciación del separatismo para obtener cada vez más privilegios económicos del Estado español.

Debido a este motivo, en cuanto el independentismo se ha descontrolado, por obra y gracia de la CUP y, en consecuencia, el entorno político de Cataluña se ha vuelto económicamente pernicioso para los intereses empresariales, muchas "empresas pro independentistas" (y otras de perfil no independentista) se han fugado de esta comunidad autónoma.

La interesada oligarquía económica catalana

La historia se repite. De hecho, la oligarquía económica catalana que favoreció el independentismo durante las primeras décadas del siglo XX, no tuvo reparos en cambiar de socio en cuanto perdió el control del movimiento separatista de aquella época.

Tanto fue así, que tras la fallida proclamación de la República Catalana en 1934, y en virtud del desfavorable entorno sociopolítico creado por el nacionalismo catalán durante los dos años siguientes, la oligarquía económica de Cataluña decidió apoyar al General Francisco Franco en 1936.

Fobia a los productos catalanes

Inevitablemente, y aunque la "dictadura de lo políticamente correcto" impida a muchos medios de comunicación expresarlo abiertamente, en España se ha puesto en marcha un boicot a los productos catalanes. Recordemos que el mercado español es el primer destino de los productos catalanes.

El problema, como siempre que se comete cualquier injusticia, es que pagarán justos por pecadores. La mayoría de los consumidores españoles, antes de boicotear los productos procedentes de empresas catalanas, no comprobarán si se trata de empresas que han apoyado el independentismo o no.

Esto sucederá, debido a que el empresariado catalán, con honrosísimas excepciones, ha sido cobarde al no pronunciarse sobre el independentismo, aun sabiendo que los partidos separatistas tenían un plan que desembocaría en un golpe de Estado y en la proclamación de la independencia de Cataluña.

Únicamente aquellas empresas, cuyos primeros ejecutivos, máximos accionistas, fundadores, etc., se han pronunciado en contra del independentismo, de forma pública y en numerosas ocasiones, podrían estar a salvo del boicot.

El valor emocional en la intención de compra

Al final, en una economía de libre mercado, como se supone que es la española (con matices, porque el intervencionismo político en España es propio de países tercermundistas), el consumidor elije el producto que desea comprar. Y en la intención de compra, sin duda, la reputación corporativa de la empresa desempeña un rol clave.

En este caso concreto, el factor emocional adquirirá una relevancia vital en el proceso de intención de compra. Máxime, considerando que el independentismo catalán hadespertado un sentimiento de profundo amor a España que estaba adormecido.

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