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La economía, el tesoro del que todos se olvidaron con Cataluña

  • La situación es excepcional y debe solucionarse con excepcionalidad
Imagen: Dreamstime.

Uno puede permitirse el lujo de contratar unas vacaciones, comprarse unos vaqueros de marca o, incluso, secundar una huelga, por el simple hecho de cobrar una nómina a final de mes. Porque el dinero, parece mentira, puede no dar la felicidad, pero sí contribuir a ella. Quien tenga duda puede preguntárselo a uno de esos 3,4 millones de desempleados que un día perdieron su trabajo y pasaron a ser invisibles. O charlar con quien cobra un sueldo miserable y no alcanza a pagar la hipoteca, los alimentos y los gastos más básicos.

Porque esa es todavía la realidad de nuestro país tan solo tres años después de que el PIB volviera a tono positivo tras más de un lustro de recesión pavorosa. Una realidad que, hoy, los protagonistas políticos del supuesto conflicto entre Cataluña y España parecen haber olvidado por completo. ¿Se han parado a pensar en todo lo que podemos perder? ¿Han olvidado los desahucios, los ajustes sanitarios y las subidas de impuestos?

Considero desleal que la Generalitat relanzase el debate soberanista en 2012, cuando arreciaba lo peor de la crisis y los propios catalanes sufrían los recortes más duros. Considero gravísimo que Mariano Rajoy cerrara la puerta a Artur Mas cuando éste llevó a La Moncloa su legítima demanda de pacto fiscal. Considero aberrante el desafío a las normas instigado abiertamente por Carles Puigdemont, Oriol Junqueras y Carme Forcadell. Y considero indigno que el PP, en plena primavera de este año y cuando sonaba la moción de censura a Rajoy, rescatara del olvido mediático al independentismo con el único fin de mantener prietos a los suyos.

Como ciudadano español, expreso mi más amarga queja por la escalada de tensión en la que se han embarcado La Moncloa y el 'Govern' en los últimos días, y que por desgracia se ha trasladado a las redes sociales y en último término a buena parte de la ciudadanía.

El cumplimiento de las leyes es absolutamente necesario, pero no puede ser el único ingrediente. Y ello pese a tener claro que, hoy, el desafío a la Constitución proviene del 'Parlament' y no de La Moncloa. Estamos en una situación excepcional que debe resolverse con excepcionalidad, diálogo, bajada de banderas, llamamientos a la calma y búsqueda de lugares comunes.

Así, hasta que el Ibex 35, gran anticipador del 'momentum' económico, nos tranquilice con una subida que compense el descalabro de ayer y el que puede estar por llegar si prosigue la competición entre nuestros 'machos alfa' de la política.

España bordea una deuda pública del 100%, se mantiene incursa en un procedimiento por déficit excesivo y aborda un problema de pensiones que deja como anécdota cualquier pretensión identitaria. En Madrid, en Barcelona o en Teruel, que también existe. Aún no hemos escapado del todo de las garras de la Gran Recesión y la crisis soberana y, sin rubor, nos hemos metido de lleno en un laberinto sin salida de cuyo peligro advierten el Banco de España y otros agentes.

Ustedes, señores políticos, nos han metido en el embrollo. Arréglenlo. Por mi nómina, la de mi vecino y la del catalán que protesta en la calle. Y arréglenlo todo, sin pensar solo en los votos que otorgan las llamadas vacuas a la fraternidad pero juegan a derribar el sistema.

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