Firmas

La Cataluña Naif, tierra libre de deuda, déficit y paro

  • Si me apuran, la Diada de este año aún ha mostrado más convicción
Diada 2017. Foto: Efe

Fue tal y como se esperaba. La Diada del lunes pasado fue una fiesta, no la fiesta de Cataluña, como hasta ahora había sido, sino la fiesta del independentismo. Aquel carácter inclusivo que antaño tenía lo ha tumbado el secesionismo en su empeño de proyectar a España y al mundo la imagen de que toda Cataluña quiere la ruptura. Es una falsedad que emiten con una incuestionable habilidad. Ni siquiera tuvieron la delicadeza de respetar a los que están a favor de un referéndum pero quieren permanecer en España. El mensaje de quienes manejaron la movilización fue el Sí. Un sí enorme que presidía la norcoreana tribuna de oradores, un sí que no daba opción a discrepar sobre lo que se ha de votar de poder hacerlo el 1-O.

Creo que se equivocan quienes apostaron por la guerra de cifras cargando las tintas sobre el descenso de la participación con respecto a otros festivales independentistas. Lo pienso porque, aunque se detecte un cierto cansancio en la capacidad de convocatoria, la musculatura que exhiben en este campo sigue siendo hercúlea. Es más, si me apuran, la Diada de este año aún ha mostrado más intensidad, entrega y convicción por parte de los asistentes que ninguna otra.

El grado de motivación de los que allí fueron parecía iluminar la inminencia de la República catalana que por la cara pretenden proclamar en un pis pas. Aplaudían a rabiar discursos tan delirantes como el de Neus Lloveras, la alcaldesa de Vilanova i la Geltrú y presidenta de la Asociación de Municipios por la Independencia, al afirmar que "España está en una decadencia democrática y en un retroceso que la lleva a la época del franquismo". Desconozco en qué país represivo vive esta sectaria furibunda mientras exige a los demás alcaldes que se sometan a la disciplina soberanista. Lloveras describió el momento como el 'sprint final' ante la sobreexcitada concurrencia.

Cosas parecidas dijo Jordi Sánchez, el presidente de la ANC, quien allí se dio el lujo de pedir a Coscubiela, Arrimadas, Iceta y Albiol "que no se escondieran". El tal Sánchez, a quien nadie ha votado y sin otro mérito que el de ser un peón servil del separatismo, se manifestaba en esos términos como si fuera un gran líder de masas.

Ellos siguen en la Cataluña inventada que escapa de la también imaginaria opresión de una España opresiva igualmente inventada. En su Cataluña Naif no hay deuda ni déficit ni paro. Tampoco listas de espera en sus hospitales y mucho menos peligran las pensiones. Todo son ventajas económicas porque seguirán como Estado soberano en la Unión Europea y llegarán los inversores con maletines repletos de euros para aprovecharse de las grandes oportunidades que ofertará este nuevo Sangri-La imaginado.

En el independentismo todo es guay y su capacidad de ilusionar es infinita, de ahí el empeño en transmitir una imagen festiva de la causa con mucha armonía y mucha fraternidad. La retransmisión de la televisión autonómica, que debiera ser de todos y que una vez más se entregó sin ambages a la causa separatista, cargaba los planos en los niños y adolescentes ondeando felices sus banderitas y coreando lemas y cánticos en un ambiente lúdico. Quien puede trepar por esa catarata ilusionante que han logrado crear en las calles. Se trata de que el resto de los catalanes no existan. Y la realidad es que existen, aunque no se les oiga.

Al margen de la brutal presión ambiental que el secesionismo ha creado para acallar, amedrentar y humillar a quien no este conforme con sus propósitos, los independentistas cuentan con un mensaje unívoco del que carecen sus opositores. Entre los catalanes contrarios a la independencia hay quienes abogan por mayores cuotas de autogobierno dentro del Estado español y otros que piensan que la Generalitat ya ostenta demasiadas competencias. Hay también federalistas convencidos y una gran parte apuesta, sobre todo, por mantener el status quo pero desviando este fenomenal gasto de energía política para resolver los problemas financieros, sociales y laborales que sufren los catalanes, los problemas de verdad orillados ahora a causa del procés. Esta es la auténtica y cabría decir que deseable diversidad de un pueblo si no fuera porque la dispersión les hace invisibles y prácticamente silentes frente al empuje de la secesión. Así les han arrebatado la Diada y partido Cataluña en dos.

Al independentismo ahora se le acaba la fiesta. El Tribunal Constitucional ha suspendido su aberrante Ley de Transitoriedad, y la Fiscalía ha ordenado al mayor de los Mossos que requisen urnas y eviten celebrar el 1-O. El procés toma tierra y el baño de realidad está servido. Para seguir adelante han de enfrentarse a los jueces, a los funcionarios públicos y al Estado de Derecho. El primer domingo de Octubre será difícil que transmitan fraternidad y jolgorio alguno. La Cataluña Naif ya no aguanta mucho más.

WhatsAppFacebookTwitterLinkedinBeloudBluesky