
La separación de Cataluña del resto de España no se producirá. Tendría consecuencias económicas gravísimas, pero no sucederá. Sin embargo, el desafío del separatismo catalán al Estado de derecho y a la democracia española tiene ya ahora muchos efectos negativos. Son consecuencias políticas (caos político en Cataluña, relación explosiva con el Gobierno de España), sociales (confrontación importante, ninguneo de los derechos civiles y sociales de los catalanes no separatistas) y económicas (merma del PIB y otros aspectos, a los que dedicaremos la mayor parte de los párrafos siguientes).
Antes nos detendremos en hacer una sinopsis de las consecuencias económicas de una hipotética secesión. Aunque realmente esto no ocurrirá, es posible estimar sus impactos, empezando por una reducción del comercio bilateral entre Cataluña y el resto de España, por ejemplo del 45 por ciento. De modo concatenado, caería el PIB de Cataluña un 15 por ciento y el empleo un 16 por ciento. Crecería hasta el -8 por ciento del PIB el déficit de la seguridad social debido a las menores cotizaciones y mayores prestaciones de paro.
Al estar Cataluña fuera del eurosistema, y como los euros habrían desaparecido, sería ineludible emitir una nueva moneda con qué pagar a los funcionarios. Después, la devaluación de la nueva divisa sería proporcional al colapso de Cataluña, de modo que los catalanes serían muchísimo más pobres… y muchísimo menos libres, evidentemente. Bien, todo esto, afortunadamente, no se producirá… siempre que el Estado español aplique las leyes y prevalezca la Constitución. Si no fuese así, Cataluña, la democracia española y España, estallarían. La probabilidad de que esto ocurra es nimia.
En cambio, el desafío secesionista sí es real, desde hace años, y tiene consecuencias negativas para Cataluña y para el resto de España, naturalmente. Podemos cualificar y cuantificar el resultado de la confrontación separatista. En términos macroeconómicos, comparada con la situación de 2005 (índice 100), la renta de Cataluña ha sido en 2016 un 10,5 por ciento menor a la renta de la Comunidad de Madrid. También puede estimarse un gap permanente del -3,5 por ciento entre el PIB real de Cataluña con confrontación separatista y el PIB de Cataluña sin desafío separatista. La economía catalana pierde potencia.
El riesgo catalán es debido a la gravedad de la confrontación y del desgobierno en Cataluña, más que a la improbabilidad de la secesión. Este riesgo catalán trae como secuela las dificultades de financiación. El FLA las ha solventado, pero el sobreprecio de la deuda generada por la Generalitat lo pagan todos los españoles. En términos microeconómicos, hay empresas que huyen del riesgo de secesión y del infierno fiscal que es Cataluña. Las inversiones privadas se reducen (empresas localizadas en Cataluña que venden menos, invierten menos, invierten fuera, se van) y hay menor empleo. En cuanto a la competitividad, en el ranking europeo de 262 regiones, Cataluña está en la posición 153 (en 2013 estaba en la posición 102) mientras que Madrid está en la posición 83. Por tanto, lo que hacen los secesionistas -crear incertidumbre- no es, pues, para nada adecuado para mejorar la competitividad.
Madrit ens roba, acusan los separatistas. En realidad, roba las inversiones empresariales que los separatistas ahuyentan. El problema y el ladrón no es Madrit, España o su Gobierno, sino los separatistas catalanes. La confrontación política y social atizada por los separatistas nos roba la paz, la sensatez y la vigencia de la ley, así como el dinero público invertido en propaganda (20.000 millones de euros en dos décadas), amén de los derechos de expresión y opinión y la seguridad jurídica. Todo esto han perdido los catalanes. El procés de confrontación independentista nos roba.
El separatismo ha reventado Cataluña. Internamente, es un caos. La democracia española está sometida a una tensión gravísima. Externamente, la marca España, la marca Cataluña y la marca Barcelona han sufrido gravemente. Costará superar las consecuencias del desafío al Estado de derecho.