Firmas

Bancos centrales: demasiado tiempo y también demasiado tarde

  • Dirigentes de la Fed y del BCE han manipulado el dinero para fines políticos

Veladas; enigmáticas; con dobles lecturas; tentativas; malinterpretadas, o no tanto; confusas o claras; exculpatorias; decididas... las declaraciones de los dos principales mandatarios de bancos centrales, Janet Yellen (Fed) y Mario Draghi (BCE), no tienen sustento, echan balones fuera e interesadamente evaden el importantísimo, clave, papel que desempeñaron tales instituciones, sin duda al dictado de las exigencias de los respectivos mandatarios o políticos en el poder, en la crisis de 2007, fruto directo de los acontecimientos de 2000-2003.

En todo ese tiempo, diferentes personas y de muy diversas ideas o colores han pasado tanto por las presidencias del BCE y de la Fed, como por las Administraciones o Cancillerías de Estados Unidos, Alemania, Francia o Bruselas: recuérdese, por ejemplo, la tirantez y presión que, al inicio de su mandato, tuvo que soportar el primer presidente del BCE, el holandés Wim Duisenberg, de los ministros de finanzas francés (Strauss-Kahn) y alemán (Lafontaine) (por cierto, los paréntesis están bien ubicados y sí, se trata del Strauss-Kahn que renunció en 2011 a la dirección del FMI), quienes buscaban adaptar la política monetaria a sus respectivas necesidades. Todos han manipulado el dinero para fines políticos, como ya hiciesen egipcios, griegos o romanos siglos atrás.

De modo que, ahora, Yellen o Draghi, sobre todo este último, no pueden presentarse como encargados de unas instituciones cuyas medidas, acciones y movimientos han saldado con éxito los problemas de la crisis, especialmente la enorme incertidumbre, el derrumbe de expectativas, los incrementos de riesgos y la pérdida total de confianza, crédito y posibilidades de cálculo que se cernieron sobre los mercados financieros durante un largo período crítico y de los que no estamos, como bien saben, del todo libres en la actualidad, pese al tiempo transcurrido y los enormes sacrificios acometidos por los agentes privados, sean familias o empresas.

Cierto es que sus políticas han sido, en un momento dado, necesarias, adecuadas y se precisaban "medidas no convencionales" y contundentes. Pero es que, siguiendo las peticiones de políticos y gobernantes, fueron los bancos centrales quienes crearon el problema en esa idea, hoy más persistente que nunca, de que es importante y necesario "ajustar la política monetaria a los cambios de la realidad que rodea a los bancos centrales... y sin ataduras de paradigmas anteriores". Así, y para resolver la crisis de las punto.com (forjada por las subastas tecnológicas de los gobiernos en medio mundo, aunque también hubo manejos contables en varias de esas empresas y luego sucedieron los atentados del 11-S), cuando se iniciaba el siglo, hubo un acuerdo general entre gobernantes, incluyo también a los bancos centrales, que llevó a los tipos de interés a bajar más de 5 puntos porcentuales en un año (tres puntos y algo más de dos años para el BCE).

También entonces, como ahora, se argumentó que la inflación era baja comparada con los registros del pasado relativamente reciente, lo cual era cierto, incluso con anterioridad a 2000. No obstante, el tan denostado Nobel de economía Milton Friedman publicó en 2005, en el Journal of Economics Perspectives, resultados sobre los impactos de las políticas monetarias en los mercados financieros y de valores, indicando que sus precios reflejaban mejor y más ágilmente esos impactos, sobre todo en economías que afrontaban procesos de crecimiento, aperturas financieras y aumentos de participación en los mercados bursátiles, mejoras tecnológicas y de productividad y disminuciones de costes. Y añadió que habíamos aprendido lo suficiente como para no repetir un episodio como la Gran Depresión (de hecho, ésa fue mayor, duró más y se saldó con una guerra mundial, pese a que las magnitudes, los mercados, países y personas implicados fueron muchos menos que en la Gran Recesión de 2007), mostrando con claridad la responsabilidad de los bancos centrales en todos los episodios estudiados.

Dejando a un lado los líos políticos que todo lo enredan (Yellen acaba su mandato y Trump no parece por la labor de renovarle el cargo), lo cierto es que el tipo de interés es un precio: el del tiempo; no el del dinero, como se dice. E intervenir, distorsionando la muy valiosa información que aporta, trastocando cálculos, planes, riesgos, expectativas, incertidumbres o decisiones de toda índole, como ya se hizo en los 2000 y antes, con las consecuencias conocidas, y hacerlo durante tanto tiempo, es una locura que ni Yellen ni Draghi saben cómo parar; además de las Quantitative Easing (QE).

Las QE han dispuesto en los balances de la Fed y el BCE billones de dólares o euros en forma de deuda diversa, dicen que toda de primerísima clase. ¿Realmente creen que el proceso de colocación de todo ese montante no tendrá efectos o que dejará de generar problemas en breve?

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