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Los dioses están locos

Foto: iStock

Como en la mítica y divertida película de Jamie Uys, definitivamente Los dioses deben estar locos (1980). Esa fue la conclusión a la que se llega analizando los datos ofrecidos por el Barómetro de Empresas, elaborado por Deloitte para El País. Según se dice, existe un "estado de alarma en las empresas por el desafío secesionista". Los datos son concluyentes. Tres de cada cuatro ejecutivos encuestados afirma que el secesionismo catalán es perjudicial para la economía española.

Pero cuando a esos mismos directivos pertenecientes a 265 compañías, que suman más de un billón de euros de facturación, se les pregunta cómo el desafío secesionista repercute en sus empresas, el 59% responde que no afecta a su negocio. Pero ¿cómo es posible que la economía vaya mal cuando a las empresas les va bien?

La incoherencia del estudio es total. Las empresas están en estado de alarma por el referéndum, pero no les afecta a su negocio. ¿En qué quedamos? Además, la inmensa mayoría cree que la recuperación va bien y va a ir mejor el próximo semestre, pero al mismo tiempo creen que después del 1 de octubre será la acabóse.

Pero si seguimos leyendo, resulta que el 84% de los hombres de negocio consultados como si fueran dioses, vaticinan tal que si fuesen el oráculo de Delfos que la corrupción afecta negativamente a la actividad económica. Hasta ahí plenamente de acuerdo, pero cuando les preguntan quienes son los máximos culpables es casi unánime la respuesta: el Gobierno y los partidos políticos. ¿Y las empresas? Y ahí responden en su mayoría que no tienen nada que ver.

¿Pero cómo puede haber sobornos si nadie los paga? Tan corrupto es quien da como quien recibe. Y es un secreto a voces que la financiación ilegal ha sido posible gracias a la economía de amiguetes, al banco de favores y al intento de algunos empresarios de obtener ventajas a través de sobornos en contratos públicos.

Dando por hecho que Deloitte ha realizado correctamente la encuesta y que los representantes empresariales han respondido en serio, podría desprenderse otra lectura: que el miedo que produce la amenaza secesionista responde más a un fenómeno mediático que a hechos objetivos.

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