
Ha pasado ya un lustro. Aquel verano de 2012, en el municipio zaragozano de Borja, Cecilia Giménez, sin autorización alguna, restauró el Ecce Homo del santuario de la Misericordia. La obra de Elías García Martínez desapareció bajo el desastre. La chapuza de la octogenaria ha dado la vuelta al mundo y ha inspirado hasta operetas.
Pero para opereta ilegal tenemos a Puigdemont y la zarzuela política que le acompaña en su viaje a ninguna parte. El trazo grueso con que esta amalgama de servidores públicos instalados en la Generalitat está emborronando la convivencia en Cataluña es peor que patético.
Con el mar de fondo de la corrupción como decorado, los nacionalistas sufren ahora las deserciones de algunos de los que hasta hace poco militaban en el separatismo. En su huida hacia adelante, los fundamentalistas purgan, descalifican y señalan a los que discrepan.
A menudo las estrellas de la televisión, y Jordi Évole sin duda lo es, se ponen de perfil en asuntos escabrosos, como éste del del referéndum del 1 de octubre. No es el caso del presentador de Salvados. En un artículo publicado en El Periódico, confiesa que está en contra de la independencia pero a favor de un plebiscito vinculante, siempre y cuando sea acordado entre los partidarios del sí y los del no. O sea, legal, democrático.
El ex Follonero acaba lamentando el acoso y derribo de los que le ladran con rabia por expresar su opinión, sin perder la oportunidad, eso sí, de dejarle a Rajoy el recado de que su inmovilismo mata cualquier solución. Esperemos que si después de todo este sainete hay gente que acaba por los suelos sea por la risa que nos provoquen los patanes que han estado pintando esta historia con una brocha de otro tiempo.