Un golpe militar, una guerra mundial, un gobierno radical de izquierdas, una campaña terrorista, una guerra perdida con los británicos por unas islas irrelevantes y más quiebras y reestructuraciones de deuda de las que cualquiera podría contar. Muchas cosas han ocurrido en Argentina en el último siglo y sin duda el próximo será igual de accidentado. Pero si escuchamos a los mercados financieros, a pesar de todo podríamos haber prestado dinero a su gobierno con total seguridad y la certeza de recuperarlo al final y con intereses todos los años.
Esta semana, Argentina se ha convertido en el último país que emite bonos a cien años. Se une a Irlanda y México, y a las docenas de países que venden obligaciones a medio siglo. Hasta ahora, un mercado ansioso de rendimiento se lo ha llevado todo. Pero un momento: ¿un préstamo a cien años? ¿Para Argentina? Nadie puede saber qué ocurrirá con un país en ese intervalo salvo que será dramático y posiblemente muy desagradable. Si necesitábamos una confirmación de que la era del dinero barato ha dado la vuelta a los mercados financieros, aquí la tenemos. Y la única respuesta sensata del inversor es mantenerse alejado. A principios de semana, Argentina se unió a la lista creciente de países que han emitido bonos a un siglo. La nación suramericana prevé vender 2.750 millones de dólares de deuda, que se prolonga hasta 2117, con un rendimiento esperado de algo más del 8%. Los inversores parecían dispuestos a comprar y, quién sabe, el país tal vez emita mucho más si se sale con la suya. Es cierto que el país se considera actualmente solvente y un 8% es un rendimiento atractivo. El bono argentino a 10 años rinde en estos momentos un 4,5%, por lo que el valor es muy superior. En cualquier otra parte, la deuda de los mercados emergentes ha visto unos rendimientos en descenso rápido y, por supuesto, en el mundo desarrollado, los bonos del Estado no compensan casi nada. En los países de la eurozona como Alemania, los rendimientos han bajado literalmente por debajo de cero, por lo que al final hay que pagar al gobierno para que se marche con nuestro dinero. En un contexto así, un 8% no parece una propuesta mala.
Aun así, y sin ninguna intención de menospreciar al país, recordemos que estamos hablando de Argentina. A pesar de sus muchas virtudes, nunca ha sido exactamente sinónimo de estabilidad financiera o política. Acaba de zanjar un largo litigio sobre un impago de 95.000 millones de dólares. Ha impagado sus deudas siete veces en los últimos 200 años y tres en los últimos 23. Ha pasado por un gobierno militar en los años treinta, la II Guerra Mundial, el populismo de izquierdas de la era Perón, una guerra con los británicos por las Islas Malvinas y su propia insurgencia terrorista. ¿Qué puede esperar el poseedor de los nuevos bonos argentinos a cien años? Unos cuantos impagos, una guerra por lo menos y quizá una revolución también. ¿Cuáles son las probabilidades de cobrar el 8% anual durante ese tiempo? Tal vez no sean de cero pero se acercan mucho.
Argentina no es la única. México ha emitido bonos a cien años e Irlanda y Bélgica han hecho lo mismo. Los franceses sacaron un bono a cincuenta años. Españoles e italianos han lanzado con éxito bonos a 45 años y es posible que lleguen a los cien años en cuanto crean que lo pueden conseguir (es de suponer que en el Tesoro italiano se está estudiando alegremente en estos momentos la emisión argentina).
Y aun así, con todos esos países, la historia sugiere que se avecinan muchos problemas. En el último siglo, Irlanda ha estado al borde de un par de guerras mundiales, una campaña terrorista salvaje en el norte, un par de monedas y una de las peores quiebras económicas de toda la historia. ¿Y Bélgica? Pues está la cuestión sin importancia de dos guerras mundiales, que se lidiaron ambas en su país. ¿México? Una nueva constitución en 1917 y un par de asignaciones presidenciales. Y en poco más de medio siglo, Francia ha conseguido pasar por varias repúblicas y tres divisas. ¿Qué pasará en los últimos cincuenta o cien años? Está el cambio climático. Una beligerante Corea del Norte podría desencadenar otra guerra internacional. Rusia, de capa caída, podría dar sus últimos coletazos con un arsenal nuclear que sigue siendo potente. El ascenso del poder de China podría remodelar fácilmente el comercio global. El surgimiento de la robótica y de la inteligencia artificial podría tirar a millones de personas a la calle y propagar disturbios por todo el mundo. Nuevas enfermedades podrían convertirse en epidemias. Éstos son sólo algunos de los sucesos desestabilizadores que podemos predecir. Habrá muchas otras cosas que irán surgiendo y no preocupan a nadie todavía.
Lo cierto es que no se puede saber realmente lo que ocurrirá con una deuda soberana a cincuenta años y mucho menos a un siglo entero. En todo ese tiempo, su dinero estará controlado por el gobierno argentino, mexicano o irlandés, y usted depende de su estabilidad, por no hablar de su solvencia para pagarle intereses año tras año. En cualquier época de prosperidad, siempre hay una señal de que se está convirtiendo en una burbuja. En la burbuja punto com, varias empresas web insignificantes de repente valían más que otros negocios establecidos. En la cúspide del apogeo de las hipotecas basura, una serie de hipotecas de segunda cotizaban tanto como la deuda de Coca-Cola o GlaxoSmithKiline.
La proliferación de bonos a cien años podría ser una señal de que se ha llegado a un punto en el mercado de la renta fija. En realidad, alguien se acabará quemando de gravedad con estas emisiones. Y no habrá que esperar un siglo. La única respuesta racional es asegurarse de que no será usted.