
La frase "Eres lo que compartes" ha sido utilizada en múltiples ocasiones para destacar el empoderamiento que tiene la sociedad denominada de la información y comunicación frente al individuo que se expone al juicio colectivo a partir del uso que realiza (o realizan) de la capacidad de compartir información en un ecosistema digital. Así pues, la expresión a menudo hace referencia a cuestiones relativas a la reputación digital o la marca personal en internet, donde el sujeto, sea una persona, un profesional, una marca o un negocio se juega su aceptación en la red, entendida como red social.
Sin embargo, si esta misma oración la completamos de la siguiente manera "Antes eras lo que tenías, ahora eres lo que compartes", le añadimos, además de la dimensión temporal, un alcance que, más allá de las redes sociales, afecta al sistema de valores que se impone en las nuevas generaciones. Las generaciones X, Y, Z, o las que puedan venir, muestran un interés creciente por la posibilidad de disfrutar de bienes y servicios sin necesidad de ser propietarios de los mismos, y precisamente en las razones que se esconden detrás de este interés decreciente por la propiedad, están algunas de las claves de los nuevos patrones de consumo, y por ende, de las nuevas recetas del éxito empresarial.
Si históricamente la propiedad era garantía de seguridad y rentabilidad, en términos de acumulación de capital, en la actualidad la población, especialmente la más joven, no concibe que su identidad vaya ligada a la posesión de bienes materiales, sino más bien intangibles. Este escenario de cambio radical en el comportamiento de los individuos, junto con el enorme potencial de intercambio que ofrecen las plataformas digitales explica el interés exponencial por el consumo colaborativo como nueva forma de intercambio económico que pone en jaque los modelos de negocio 'tradicionales'.
Consumo basado en el intercambio
Algunos de los motivos, o drivers, que permiten entender este giro hacia un consumo basado en el intercambio, y en detrimento de la propiedad, son diversos: Por una parte, las opciones que plantea el intercambio se adaptan mejor a un estilo de vida más 'líquido', que requiere una mayor libertad de movimiento, que siente aversión por el almacenamiento de objetos y que evita los costes asociados al mantenimiento de la propiedad, A su vez, en plena resaca de la crisis económica y financiera, la progresiva concienciación del impacto medioambiental que conlleva un consumo basado en la acumulación, o bien la hostilidad creciente al endeudamiento bancario, avivan este interés creciente por nuevas formas de consumo más sostenibles.
Esta nueva e invasiva dinámica económica que hace tambalear los fundamentos de un paradigma del intercambio basado en la propiedad, puede ser concebida como una amenaza, que lo es, pero también como una oportunidad, si somos capaces de anticipar como todos estos drivers que promueven el consumo colaborativo pueden generar nuevas fórmulas de negocio.