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¿Será Merkel la nueva líder global? Cuatro pasos que le ayudarán

Angela Merkel, canciller de Alemania

Europa ya no puede depender de sus viejos aliados, sino que debe forjar su propio destino. En cuestiones como el cambio climático, los refugiados o la reforma económica, la canciller alemana Angela Merkel está adoptando posturas cada vez más audaces. A punto de entrar en su duodécimo año en el poder, y ante su más que probable victoria electoral en otoño, sitúa a su país como un pacificador global y ejemplo a seguir, hasta el punto de que muchos hablan de ella como la "líder del mundo libre".

Es cierto que el puesto estaba vacante. El mundo necesita liderazgo y ninguno de los países tradicionales parece interesado en ocupar ese puesto en la actualidad. Pero si la Alemania de Merkel quiere realmente liderar el mundo, deberá dar un paso al frente y hacer algo más que solo hablar de ello. En realidad, éstos son los cuatro pasos concretos que debe dar: aumentar su gasto en defensa y ayuda, reducir su superávit comercial, solventar la crisis griega y forjar alianzas fuera de la Unión Europea. Si toma esas medidas, demostrará un liderazgo auténtico. Si no, será solo retórica hueca.

No hay dudas de que la concepción de Alemania de su lugar en el mundo ha empezado a cambiar en los últimos meses. En una intervención a finales del mes pasado, Merkel sostuvo que Europa ya no puede depender de sus principales aliados de postguerra, como Estados Unidos y Gran Bretaña, sino que debe "forjarse su propio destino". Cada vez se ha mostrado más y más agresiva hacia el presidente estadounidense Donald Trump y se ha unido al francés Emmanuel Macron en desairarle siempre que puede, mientras que con el Reino Unido ha priorizado mantener la unidad dentro de la UE por encima de cualquier cesión ante un acuerdo de salida.

Ha emergido como la defensora más explícita del orden liberal globalizado que está siendo vilipendiado desde hace unos años. Aquí, desde luego, hay espacio. Con su decisión de salir del acuerdo de París sobre el cambio climático, Trump dejó claro que el tono aislacionista de su campaña no era solo una frase para conseguir votos: lo dijo en serio. Si pensaba que era un mal acuerdo, podría haber trabajado con otros líderes para cambiarlo, pero prefirió salirse unilateralmente.

No sorprende que el resto del mundo crea que es una pérdida de tiempo intentar trabajar con él. Pero Merkel debe hacer algo más que hablar. Si quiere que Alemania y la Unión Europea tengan un papel de liderazgo, debe hacer algo en las cuatro áreas que mencionábamos más arriba.

Primero, gastar más en defensa y ayuda. Su país, sobre todo por motivos históricos, no destina suficiente a la defensa del bloque occidental. Puede que sea la cuarta economía del mundo, pero solo es la novena en gasto militar y apenas destina un 1,2% del PIB a esta partida. Reino Unido gasta casi el 2% y Estados Unidos, el 3,3%. Es lógico que Alemania se muestre reacia a gastar mucho en sus fuerzas armadas, pero tampoco es que sea generosa con las ayudas. Reino Unido es el único país del G-7 que cumple con el objetivo del gasto del 0,7% del PIB en ayudas, mientras que Alemania solo dedica un 0,41%. Juntos, Gran Bretaña y Estados Unidos gastan el doble per cápita en compromisos globales que la Alemania de Merkel. Y eso, desde luego, debe cambiar.

Después, Alemania debe controlar el excedente comercial. Con casi un 9 porciento del PIB, la máquina exportadora alemana está descontrolada. Trump lo ha dejado claro y también el FMI y muchos otros. Anteriormente, este tipo de desequilibrios han creado enormes fracturas en la economía global y no hay razón por la que no vaya a pasar esta vez. Desde luego, es complicado dentro de los confines de la moneda única.

No es culpa de Alemania, sino de que el euro esté infravalorado pero aun así se pueden tomar medidas. Si impulsara el gasto público, aunque entrañara unos déficit del 6 o 7% del PIB, e incrementara masivamente los impuestos, el superávit empezaría a bajar. Al contrario, Alemania ha negado la evidencia. Y eso también debe cambiar.

Tercero, solucionar el tema de Grecia. No puede quedar una sola persona en la Tierra que piense que la combinación de rescates temporales y austeridad aplastante no ha sido otra cosa que un desastre. El PIB ya ha bajado un 27% y el país vuelve a estar en recesión, aunque se suponía estar recuperado para entonces. El PIB griego es de solo 195.000 millones de dólares, frente a los 3,3 billones de dólares de Alemania. ¿Por qué no idear un equivalente moderno al Plan Marshall, posterior a la Segunda Guerra Mundial, para reactivar la economía griega en vez de dejar que se siga deslizando cada vez más hacia el tercer mundo? No es que Alemania no se lo pueda permitir. Eso sería liderazgo.

Por último, forjar alianzas. A Merkel le ha faltado tiempo para criticar a terceros, pero no se sabe qué tipo de orden mundial pretende. Ha insistido en sanciones contra la Rusia de Vladimir Putin, pero no ha dedicado muchos esfuerzos al acercamiento ni a describir qué clase de relación quiere con ese país. Se han producido aperturas hacia China, pero tampoco han tenido mucha sustancia. Si Alemania quiere liderar una Unión Europea que emprenda un papel similar al que Estados Unidos ha tenido tradicionalmente para perfilar el mundo, debe mirar hacia fuera además de hacia dentro. Ese proceso casi no ha comenzado.

El mundo necesita liderazgo en estos momentos y no es muy probable que venga de Trump. Reino Unido está demasiado absorta en sus traumas domésticos sobre la Unión Europea, como se vio en las elecciones del jueves pasado. China podría dar un paso al frente y Japón también, pero una Alemania próspera y triunfadora debería sin duda hacer más. Merkel tiene razón al recalcarlo, pero además de dedicarse solo a decirlo, debe empezar a hacer algo.

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