
Resulta ser Pedro Sánchez una suerte de héroe romántico que contra viento y marea se abre paso entre las fuerzas del mal, llamadas derechas, para lograr su destino. Está llamado a ser por la militancia del PSOE no sólo secretario general y representante de la izquierda más auténtica, sino el factótum y el cemento que une la democracia representativa con la asamblearia. Es decir, unirse a Podemos para echar a Rajoy, fijación de estilo obsesivo compulsivo de la que se derivan toda una serie de bienes superiores, entre otros que gobierne él.
Pero el sino es lo que tiene, ya que para alcanzarlo te puedes exponer a hacer el ridículo más espantoso y ya vivimos momentos estelares en que Iglesias le tomó el pelo. Y ahora, su fuerza parlamentaria es menor y la del Gobierno vigente mayor, con lo que la exposición al ridículo será creciente. Sus compañeros de izquierdas le tienen reservados grandes momentos y le van a estar poniendo en compromisos permanentes para dejarle en evidencia un día sí y otro también. A quienes pretende, no dejan de ser sus mayores adversarios. Sus escaños dan para lo que dan y no dan para decirle no a Rajoy, que ya ha dejado claro que ni caso. Si salen adelante los Presupuestos, como así parece, la legislatura será larga, porque está llegando a acuerdos de tracto sucesivo. La Cámara está en un empate técnico, pero empatar no es perder y si hay que hacer el Don Tancredo, Rajoy le da sopas con ondas a todo bicho viviente.
Las razones que han llevado la tragedia del PSOE a este desenlace se hunden en la idiosincrasia del militante del puño florido. De suyo es un partido muy clientelar, como todos pero más, y el escaso poder que toca y los tiempos en que le ha tocado no tocarlo, valga el retoque, han dejado muchos versos sueltos, es decir, muchos militantes que al no poder ser hidalgos son pecheros, que ni gozan de cargo ni empleo público que palíe sus males ni piensan que lo puedan alcanzar tal están las cosas. De no tener nada que perder nacen las almas más valientes y en una especie de muera Sansón y todos los filisteos se han echado al monte de la rebeldía. Si no fuera porque se creía que había más hidalgos que pecheros entre los militantes, parece un desenlace lógico para tan escasa mamandurria. Hablar de ideologías a estas alturas del partido, es decir, del PSOE, no parece serio, sobre todo desde que el dimitido Hernando continuó siendo portavoz parlamentario en un ejercicio marxista, es decir, de Groucho, poniendo en evidencia que esos eran sus principios y que si no le gustaban a la Gestora tenía otros. Obviamente ha dimitido, porque una cosa es ser marxista y otra es protagonizar Sopa de Ganso de continuo.
El mercado ha recibido con frialdad la victoria de Sánchez y no ha hecho aspavientos, ni se ha llevado las manos a la cabeza. Quizás se considera irrelevante en el corto plazo quién mande en un PSOE, que ni pincha ni corta, porque se ha encargado de eliminarse de la ecuación con tanta dedicación que para poco se cuenta con él. Al PP no le viene mal esa irrelevancia e incluso políticamente le interesa que el PSOE pretenda abandonar el centro político, pues algo podría coger a medio plazo a medida que se le vaya viendo la coleta a la nueva dirección socialista. Así que a corto plazo el retomado liderazgo de Sánchez no estremece ni asusta, ya que no se ve viable que pueda construir una alternativa al PP, sobre todo una vez que el PNV ya no esta desconcertado, económicamente hablando, y que el canario canta los millones que van a caer en las Islas como si se tratara de un niño de San Ildefonso alado.
Qué decir de Susana Díaz, que fue al huerto y ha salido pisando las coles. La cortedad de su discurso era tan grande como su enemistad con su adversario y ambas cosas han jugado en su contra y, sobre todo, que representaba al enemigo a batir y a la derecha del PSOE del sí a Rajoy. ¿Cómo puede dar buenos resultados hacer algo con tanto sentido común como no exponerse a unas nuevas elecciones para evitar el sorpasso si quien tiene que juzgar semejante cosa no ve alterada su situación, ocurra una u otra cosa? Hablar de no bloquear el país, de sentido de Estado o de patriotismo es ridículo ante una militancia que está deseando que alguien pague los platos rotos de tener que haber aterrizado en la vida real sin la red clientelar de un partido que echarse a los cargos.
Y ahora Don Pedro podrá decirle a la derecha, la de dentro y la de fuera, lo que dijo Don Álvaro: "Soy un enviado del infierno, soy un demonio exterminador", pero antes que suicidarse como hizo aquél, le hará un Hernando a todo el que pueda menos a Rajoy, al que, a estas alturas, Don Pedro le trae al fresco.