
En Francia se ha hecho la luz: más del 60% de los votantes huyó del radicalismo. De este modo, el centrista liberal-social Emmanuel Macron será presidente de la República francesa.
Vale decir que los extremistas de derecha y de izquierda estuvieron en un tris de dar al traste con Francia, Europa y el mundo avanzado. ¡Figurémonos dónde estaríamos ahora mismo si en esta segunda vuelta hubiera vencido Marine Le Pen! O si en la primera vuelta de estas elecciones francesas hubieran vencido Le Pen y Mélenchon! Faltó el 4,3% de los votos para que Melenchon superara a Macron y, por tanto, para que Le Pen o él fueran ahora presidentes.
Francia ha evitado, pues, la catástrofe. Propiamente, no sabemos si ha escogido la moderación. Pero sí sabemos que, en esta hora de la verdad, el extremismo se ha reducido del 43% de la primera vuelta a cerca del 35%, aunque ayer el 25% de los franceses se abstuvo.
En este momento inaugural, debemos celebrar la conjunción de elementos insólitamente afortunados que se dan en esta elección del nuevo presidente francés: es moderado, europeísta, economista, centrado, joven, sin sujeción a ideologías ni a partidos tradicionales, orientado a los resultados y la eficacia, incapaz de bravatas y de promesas extemporáneas, sencillo y con capacidad de forjar el liderazgo sensato que Francia necesita.
Naturalmente, los desafíos de Francia son de calado, como lo serán los del presidente Macron. Francia tiene retos esenciales derivados: a) de unos déficit estructurales graves (de competencia, financiero, de tejido industrial, de sofisticación empresarial, de competitividad, de creatividad, de entendimiento); y b) de unos excesos estructurales graves (de regulación, gasto público y protección social, desintegración social, confrontación política).
Por su parte, como institución y persona, el presidente Macron tendrá unos retos esenciales: a) serenar la vida pública francesa; b) componer el sostén parlamentario a su tarea; c) recomponer el sistema de político francés, ahora en añicos, como por otra parte lo están los del Reino Unido, Italia?; d) normalizar el sistema de gobierno francés, introduciendo sentido común en la actividad de l'État y reformando las estructuras económicas.
En Marche!, el movimiento político que Macron ha sabido construir y que le dio la Presidencia, deberá obtener buenos resultados en las elecciones legislativas a la Asamblea Nacional, los próximos 11 y 18 de junio, y luego en las parciales al Senado del 24 de septiembre. Con un buen tándem presidente-primer ministro, Francia se reequilibrará.
Naturalmente, la recomposición que se produzca del sistema político francés depende mucho de qué ocurra en el espacio izquierda-extrema izquierda, socialista, comunista, trotskista, sindicalista y verde. Si la recuperación económica se afianza, la tarea del presidente Macron puede ser exitosa.
En estas elecciones presidenciales francesas, la cuestión europea ha sido clave. Esto fue una novedad, habida cuenta del principio según el cual las cuestiones europeas eran de Estado y quedaban al margen de la confrontación política. De hecho, lo que se ha debatido en esta campaña presidencial francesa no ha sido sobre cuestiones específicamente europeas (política de competencia, sistema institucional, política agrícola) sino simplemente Unión Europea sí o no, euro sí o no.
En estas elecciones, un sector importante de los votantes franceses suscribió la posición nacionalista, populista y extremista: los males de Francia no serían franceses, vienen de Europa y del euro. Luego, al votar ayer por un presidente europeísta, los franceses vuelven por sus fueros y se abrazan a Europa. Europa está de grandísima enhorabuena. Por tanto, los españoles estamos de gran enhorabuena y los italianos? El tándem franco-germano revivirá, dará estabilidad a la Unión y a la eurozona, potenciando avances en el entendimiento y la federalización de instituciones.
Sin duda, la Presidencia de Macron no está exenta de riesgos y si fracasase la deriva de Francia y Europa sería grave, casi tanto como si ayer hubiera perdido la sensatez. Como tantos países, Francia ha pagado un alto precio por la confrontación política, la sobre regulación, la política en general y las malas políticas en particular. Es un país irreformable, donde bienestar significa protección y dónde, a pesar de que el Estado gasta el 56% del PIB, un 40% de la población vota a extremistas de derecha y de izquierda.
Francia se ha dado una posibilidad de relativa estabilidad política para cinco años. Debe ser capaz de aprovecharla. La agenda de Macron deberá concentrar en la primera parte del quinquenio las medidas más importantes y políticamente más costosas para así obtener sus réditos en la segunda parte y repetir presidencia. Francia, pues, seguirá respirando e inspirando Liberté, égalité et fraternité!