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El demonio contra el diablo en las elecciones francesas

  • Los partidos de extrema izquierda no saben a quién apoyar
  • El 7 de mayo se celebra la segunda vuelta en Francia
Emmanuel Macron y Marine Le Pen. Foto: Reuters

La cita del próximo domingo en la segunda vuelta de las elecciones francesas está derivando en curiosas tomas de posición entre los partidos políticos y los dirigentes de todo el mundo. En España no somos ajenos a ese posicionamiento, entendiendo que se busca como siempre un enfrentamiento y un contraste de líneas ideológicas que marque las distancias, y no los puntos en común. Nos guste o no, es la etapa que a los ciudadanos nos ha tocado vivir: la del rechazo visceral al que piensa distinto a uno.

La dualidad del ticket electoral en esta fase final de las presidenciales francesas no deja de ser curiosa y apasionante. Una candidata radical y populista, hostil hacia la UE y el euro, defensora a ultranza del cierre de las fronteras de la grandeur que pretende acabar con el terrorismo islamista cerrando mezquitas e implantando un patriotismo económico similar al América first de su amigo Donald Trump. Y frente a ella, un tecnócrata que apela al legado de Chirac y de De Gaulle, que propone una nueva ideología ni de derechas ni de izquierdas sino todo lo contrario, el socioliberalismo, profundamente europeísta, defensor de la rebaja fiscal y del estímulo en las inversiones públicas.

Para los partidos de extrema izquierda europeos, recomendar el voto en esta segunda vuelta para Marine Le Pen es tabú, pese a los evidentes puntos de coincidencia que muestran sus programas políticos: salida de la UE y la OTAN, ultra proteccionismo económico, y cerrojazo a los acuerdos comerciales multilaterales. Extremos que, una vez más, se tocan. Pese a lo cual es comprensible que rechacen a la candidata del Frente Nacional por sus ideas anti inmigración que son entendidas como ataques a los derechos humanos por esa parte del espectro sociológico europeo.

Es en la valoración de Emmanuel Macron donde encontramos el mayor punto de incoherencia. Un candidato instrumental, con un partido igualmente instrumental, escindido del Partido Socialista francés y que ha sacado provecho de las circunstancias situándose en medio de todo, como si el centro fuera un paradigma. Su delito ideológico y laboral es haber trabajado en el sector financiero mundial, considerado como causante de los males que la crisis económica ha traído a nuestras economías. Macron trabajó en un banco.

Los radicales de izquierdas franceses están dispuestos a una victoria de Le Pen, en teoría su antagonista ideológica, antes que apoyar a un candidato al que han puesto la etiqueta de cáncer para la sociedad. La extrema derecha o el extremo capital, piensan que es la disyuntiva. El demonio o el diablo. Los seguidores de Jean Luc Mélenchon han votado en internet para decidir a quién apoyan en la segunda vuelta una vez su líder populista ha quedado fuera de la contienda con menos del 20% de los votos. Y han optado por autodefinirse aún más como antisistema: prefieren el voto nulo o en blanco antes que apoyar a alguien que trabajó en un banco y podría contrarrestar el discurso peligroso del Frente Nacional.

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