
El común denominador del fascismo es el victimismo. En la medida en que un colectivo de seres humanos se siente víctima de otro, actúan bajo el signo del odio y del rencor. Tal sentimiento acaba siendo politizado por unos dirigentes que tratan de derrocar el sistema establecido. Así se plantea la película dirigida por Daniel Ragussis, Imperium (2016). La historia está basada en la vida de Michael German, un agente del FBI que pasó años infiltrado en grupos neonazis.
Una trama que está de actualidad gracias a los movimientos nacional populistas con inserción social, de izquierdas y derechas. Da igual la ideología o la clase social a la que se pertenece, la clave de todos ellos es el victimismo. Lo vemos en Francia, donde este domingo se celebran unas elecciones cruciales en las que Marine Le Pen, presidenta del Frente Nacional, puede resultar la más votada. Todo su discurso se basa en que los franceses son víctimas de los emigrantes que "asolan" su país. Con tal victimismo trata de torpedear el proyecto europeo.
Pero las cosas no terminan ahí. La premier británica Theresa May convocó por sorpresa elecciones para el 8 de junio con la finalidad de amartillar el Brexit. El instrumento que utiliza para ganarlas también es el victimismo. Según dice, los ingleses son víctimas de la UE porque les impide tener el control de sus fronteras y eso provoca que los emigrantes les roben sus puestos de trabajo.
Donald Trump ha hecho tres cuartos de lo mismo con su peculiar interpretación de la doctrina Monroe de América para los americanos y ha convertido a la clase trabajadora blanca en víctima de negros, latinos y demás etnias.
Podríamos seguir en este resurgir del nacional populismo, que amenaza en convertirse en un nuevo fascismo del siglo XXI si analizamos otros países. Pero no tenemos que irnos lejos. Si examinamos España es fácil darse cuenta que el victimismo catalán es el origen del movimiento independentista. Se vio impulsado por Artur Mas, Oriol Junqueras o los dirigentes de la CUP a raíz de la gran crisis en la que se agudizó el sentimiento de "España nos roba". Lo mismo se puede decir de Podemos, en el que los perdedores de la recesión son víctimas de la casta, de la trama o como quieran llamarlo para politizar el odio, en su afán de dividir y enfrentar a la sociedad "en nombre de la patria", que diría Pablo Iglesias.