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Ha comenzado el Brexit

  • Se puede ir hacia un euro cada vez más débil y un BCE sin capacidad política
Papeleta del referéndum sobre el Brexit. Foto: Reuters.

El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, recibió el 29 de marzo la carta por la que el Reino Unido ha notificado oficialmente su salida de la UE. Es un hecho histórico de primera magnitud que influirá en el futuro de Europa, en el Reino Unido y en el mundo. No se trata de algo menor. El referéndum impulsado por un primer ministro de corta talla intelectual como fue David Cameron, ha abierto una brecha en Europa de difíciles predicciones. La decisión de salir fue tomada por el 51,9% de los votantes británicos, contra el 48,1% que quería la permanencia. Poca diferencia para algo tan trascendental. Lo que demuestra la imperfección de las democracias actuales en las que, en un momento dado, una minoría es capaz de cambiar el curso de la historia en perjuicio de muchos. Y decimos una minoría porque de un total de 46.501.241 votantes, 1.269.501 fueron los que decidieron la desconexión. Número que no llega al tres% del electorado. Considerando además que el Reino Unido es la agrupación formal de cuatro reinos históricos: Escocia, Irlanda del Norte, Gales e Inglaterra. En los cuales 734.134 ciudadanos de Irlanda del Norte y Escocia querían la permanencia. Lo que da una diferencia respecto de los que decidieron la salida de un poco más de medio millón de votos. Con la consideración de que el 94% de los británicos residentes en Europa optaron por la permanencia. Evidente demostración de democracia imperfecta.

Poco importa que la premier Theresa May apele ahora a la unidad británica después de reunirse con la ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon, que ha pedido un nuevo referéndum para su país. La brecha se ha abierto y vendrán tiempos complejos para el Reino Unido, en lo político y en lo económico. Un país, cuyo nombre exacto es el de Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Término adoptado en 1707 cuando Inglaterra y Gales crearon el Reino Unido al juntarse con Escocia; para, más tarde, en 1800, sumar a la isla de Irlanda y constituir el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, que quedó, en 1927, en la forma actual, cuando Irlanda del Norte obtuvo la independencia.

El actual Gobierno británico ha roto con casi 60 años de Europa unida. Y ahora comienza el turno de las negociaciones. Un proceso con dos años por delante, cuyo acuerdo final deberá ser aprobado por, al menos, 20 países de la Unión, para ser posteriormente ratificado por el Parlamento Europeo. Proceso que se complicará en caso de que haya Tratados de la Unión que deban seguir aplicándose. Lo que parece estar en la idea del Reino Unido, que pretende disfrutar de los beneficios del Mercado Común, dejando sin aplicar aquellos aspectos que no les favorecen, como pueden ser, por ejemplo, la libre circulación de personas. Un hecho que ya empiezan a padecer algunos europeos residentes en Inglaterra que sufren ataques de los ultranacionalistas británicos.

Los hay que, después de la lectura de la carta de Theresa May a Donald Tusk, piensan que la posición del Gobierno británico es conciliadora. Sin embargo, como en todas las posiciones nacionalistas, el egoísmo impera, y siempre existe el tono de amenaza al lado de las supuestas buenas palabras. Así, después de apelar a la necesidad de una profunda relación con la UE en materia de economía y seguridad, la misiva pasa a la velada amenaza de que si no se lograra, se debilitaría Europa en materia de seguridad respecto al crimen organizado y el terrorismo. Sea como fuere, vienen tiempos complejos en Europa si además Francia, España, Alemania e Italia no se ponen de acuerdo para conformar un "núcleo duro" que defienda los intereses de todos en una Europa continental más cohesionada. Difícil propuesta, por otro lado, ante la situación política de Italia, la debilidad del Gobierno español, y el resultado postelectoral que se puede dar en Francia y Alemania. Circunstancia que, a buen seguro, han analizado los británicos que buscan beneficiarse de todo lo positivo sin acatar las reglas europeas ni contribuir económicamente al desarrollo común.

Si a lo anterior se suma el interés de Rusia por tener una Europa débil, con la nueva política estadounidense de que sea la propia Europa quien resuelva sus problemas de seguridad y defensa, podemos prever tiempos difíciles que no estarán exentos de riesgos, donde, al final, los grandes países europeos acaben concentrados en sus propios intereses. De ser así, solo nos quedaría un euro cada vez más débil, con un Banco Central Europeo sin capacidad política para marcar los ejes económicos comunes. Pues a medida que se debilite la cohesión política entre los países de la Unión, se irán debilitando sus economías. Todo ello sin contar con las inestabilidades internas que irán creciendo por aquí y por allá. No es difícil adivinar que para España vendrán tiempos muy complejos. Esperemos, sin embargo, que los líderes europeos continentales estén a la altura de este importante tiempo histórico.

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