
Veo en la televisión a dos jóvenes barbados que dicen representar a una formación política (IU, que ellos se han encargado de enterrar) pidiendo un referéndum para que los españoles decidan si quieren monarquía o república. Pero no nos dicen si se trata de resucitar la I o la II y es que ellos no recuerdan cómo acabaron ambas: la I como el rosario de la aurora y la II en una matanza a la que siguió una terrible dictadura, contra la cual ellos no hicieron nada porque aún no habían nacido, pero sí lo hicieron sus ancestros políticos (Carrillo, Camacho, etc.), a quienes ahora éstos tachan poco menos que de traidores.
Me fijaré en una de las consignas, la que más repite el adanismo. Me refiero a la Ley de Amnistía (Ley 46/1977), contra la cual estos hooligans han puesto un especial empeño negando su vigencia, pues "los crímenes de guerra y los de lesa humanidad son imprescriptibles y por ello ninguna ley 'de punto final' es válida". Otra mentira. El único texto vinculante en materia de crímenes contra la Humanidad está en el convenio que se elaboró y aprobó en el seno de Naciones Unidas (Resolución 2391 -XXIII- de 26 de noviembre de 1968) y no contiene codificación alguna de Derecho Internacional. Es un Tratado que sólo obliga a los Estados firmantes, entre los que no está España ni EEUU, ni otros muchos países de la UE. Por lo tanto, la ley española de amnistía no se opuso a ninguna otra norma de origen internacional que la contradijese.
Por otro lado, el Tratado por el que se instituyó el Estatuto de la Corte Penal Internacional establece que esa Corte sólo tendrá competencia respecto de crímenes cometidos después de su entrada en vigor, lo cual deja fuera los crímenes del franquismo y también, por cierto, aquellos que cometieron (¿recuerdan lo de Paracuellos?) las autoridades republicanas. Según estos señores, la reconciliación nacional, defendida por la izquierda en vida de Franco y puesta en práctica por todos en el periodo constituyente, sólo era una cobardía.