
Cuando observamos los datos de todo tipo que se preveían hace un año, para 2016 y los que ahora mismo se ofrecen para 2017 acerca de cómo se va a comportar la coyuntura económica, en ambos años se observa que existe alguna perspectiva diferente alrededor del futuro de la economía mundial. Interesa observarlo porque no es posible entender lo que puede ocurrir en España de modo ajeno. Debe agregarse, además, que nuestra nación, a partir de 2007 se había precipitado en la crisis, como consecuencia de múltiples equivocaciones en la política económica del Gobierno de Rodríguez Zapatero. Basta leer los escritos posteriores de sus asesores fundamentales, (como Solbes, por ejemplo) o lo que cualquier economista independiente analiza de este periodo y, a continuación, queda explicado siempre muy bien el agobio que pasó a ser el más grande experimentado por la economía española desde hace mucho tiempo. Recordemos aquellas palabras del profesor Maluquer de Motes, de que fueron años en que nos enfrentamos "a grandes desequilibrios, y probablemente, a la peor situación financiera pública en medio siglo".
El optimismo había surgido ahora, como consecuencia de que, desde 2013, cambió en España radicalmente la política económica. Además, al combinarse lo que había pasado a ser una sensata actuación del sector público con una buena coyuntura en la economía mundial, hizo crecer el optimismo. Dejemos aparte el riesgo que se derivaba del peso que pudiera generar la presión conjunta de un PSOE orientado a la izquierda más radical, heredero de aquellos momentos en los que frente a El Socialista aparecía diariamente una crítica de sus posiciones en Claridad y Largo Caballero. La interrogación es si eso pudiera trasladarse a la actualidad, enlazándose con planteamientos económicos populistas, con restos del partido comunista y con partidos regionalistas y separatistas en una conjunción histórica que fue la que condujo, precisamente por esas alianzas en Cataluña, a aquella situación analizada por Albert Pérez Baró en su obra 30 meses de colectivismo en Cataluña.
La economía española, por el impacto positivo esperado parecía indudable que pasase a tener en 2017 el PIB más alto de su historia, precisamente al combinarse una adecuada política económica con la mencionada mejoría en la coyuntura internacional, circunstancia precisa porque España ha pasado a desarrollar un mecanismo económico muy abierto frente al exterior. Pero, hay que repetirlo ¿vamos a tener esa colaboración internacional en la que la eurozona ocupa un papel central?
En principio parecería que una serie de datos sobre tal evolución internacional señalaban un cambio en ella. Creo que basta con comprobar, por ejemplo, los pronósticos para el año que en 2016 señalaba The Economist en febrero o el Informe Mensual de esa misma fecha, de Caixa Bank Research. Ambas fuentes sirven adecuadamente para orientar sobre lo que espera en la coyuntura mundial. En The Economist, por ejemplo, se anotaba que en el área euro, que en 2015 había tenido un incremento en el mejor de los casos de 1,6%, en el año que se iniciaba podía subir al 2. Pero para 2017, también en el mismo diario, el promedio de alteraciones del PIB en su conjunto no era precisamente pesimista, pero ya se observaban disminuciones respecto a lo que había sucedido el año anterior.
Estas estimaciones se complican aún más con unos datos referidos a las cotizaciones fundamentales de los mercados de mercancías. De acuerdo con The Economist Commodity Price index, en enero de 2016, respecto del mismo mes de 2015, los precios de los productos alimenticios habían descendido un 10,98%; los productos metálicos lo hacían en el mismo sentido en un 42,1%; los productos del sector industrial no alimenticios, bajaban un 10,2% y el conjunto mayorista de los bienes industriales en un 17,9%; las materias del Sterling Index ven descender los precios un 9,4%; el oro cae un 10,4% en este mismo periodo y todos sabemos lo que ocurrió con el petróleo, que literalmente se desplomó.
Pero si ahora pasamos a los mismos mercados y observamos lo que sucede en los precios en febrero de 2017 respecto a el mismo mes de 2016, y como el caso anterior el precio es en dólares, surge un panorama diferente. Vemos que las cotizaciones de los productos alimenticios crecen un 10,9%; los productos metálicos lo hacían en un 2,8%; los productos del sector industrial no alimenticios, asimismo lo hicieron también al alza en un 40,6%; el conjunto mayorista de los bienes industriales sube sus precios en un 31,4%; las materias del Sterling Index suben un 39,3%, y las del Euro Index lo hacen en un 24,1%; por lo que se refiere al petróleo, la cotización del barril de Brent, aumenta un 84,2%.
El cambio en la coyuntura económica mundial parecía, por todo lo dicho, bastante claro. También eso se transmitía a ésta en los precios de los artículos de consumo. Si comparamos el IPC de una serie de países, creo que significativos, vemos que se evidencia un aumento de la demanda. Basta señalar que los de los productos de Austria, que en febrero de 2016 tenían un IPC del 0,4% en febrero de 2017 lo tenían en 1,7%; los de Bélgica pasaban en las mismas fechas del 1,8 al 1,9; los del Reino Unido del 0,7 al 2,6; los de Canadá del 1,5 al 1,9; los de Dinamarca del 0,3 al 1,2; los de Francia del 0,3 al 1,4; los de Alemania del 0,4 al 4,8 y los de España, de -0,2 al 2,4. La relación en este sentido podría ampliarse prácticamente a casi todo el mundo.
Tras lo señalado parece evidente que existe un cambio coyuntural. Pero no se había introducido en este panorama otro elemento clave que es el financiero. Antonio Torrero en el documento Crisis de la Unión Monetaria Europea, ya señalaba que "el peso creciente de los mercados en el sistema financiero mundial" no alivia sino que complica a las entidades financieras, por otro lado vinculadas al creciente fenómeno de globalización, a lo que se añade que las políticas de muchos países que favorecen que se acabe proyectando siempre "una gran referencia que en el clima del mercado financiero no puede abandonarse nunca". Existía, pues, en ese paso de 2015 a 2017 una dinámica que impulsa, ahora mismo, a causa de la situación financiera, pesimismos posibles. Y eso, va desde problemas de endeudamiento, con esas "recesiones de balance" que de modo tan expresivo expuso, por ejemplo, en Business Economics, en 2001, R. C. Koo en The Japanese Economy on Balance Sheet Recessión, donde aparecen ya noticias que hoy constituyen la explicación que aclara lo sucedido en Japón y su depresión.
Y con un salto en el tiempo y en el espacio, hay que intentar proyectar todo eso a España. Y eso es así porque, como señala Jaime Requeijo en su obra España en deuda, nuestro país posee una estructura crediticia que facilita que las amenazas que surgen en los mercados financieros puedan pasar a golpearnos con fuerza, a causa de que el sector público no es capaz de abandonar, en buena parte a causa de las autonomías, su déficit habitual, que es sendero de un alto endeudamiento". Es evidente la conexión de déficit y de problemas financieros.
Pero eso además se ha complicado con el hecho de que España se encuentra en la eurozona y que después de haber llamado la atención de lo que podía suceder, por parte de Fernando Fernández Méndez de Andés, en el Anuario del Euro 2015, lo ha ampliado en el Anuario del Euro 2016. Basta leer su apartado titulado Un año inquietante para la Unión, donde se expone que a pesar del ambiente favorable que surgía de cifras de precios y mercados, de evolución del PIB, y otros datos de las realidades, no da la impresión de que "puedan corregir en el área del euro una situación preocupante que se sintetizan en esta frase: 'Parecería que Europa disfruta moviéndose en territorio peligroso. O quizás simplemente que analistas e investigadores tendremos que acostumbrarnos a emociones fuertes".
Solo hay un motivo de esperanza. Por un lado, que por fin, en el Banco de España, tenemos hoy un gobernador, Linde de Castro, que es simultáneamente un alto experto en economía general y en economía financiera. Hay que remontarse a tiempos de Luis Ángel Rojo o a los de Juan Sardá para encontrar en esa institución propuestas adecuadas, de modo sistemático, capaces de influir en el ámbito nacional e internacional, para resolver problemas básicos.
Pensemos que en 2010, en su conferencia Reform the Architecture the financial system, González-Páramo se refirió a la liquidez y centralidad del capital en grandes bancos y sus consecuencias para poder reaccionar, con objeto de que las instituciones bancarias sistemáticamente importantes aceptasen una regulación para que el crédito y demás hedge funds, mejoren los mercados derivados y aceptasen seguir finalmente prácticas seguras de compensación que ayuden a la estabilidad financiera.
Por todo eso creo que, precisamente porque ahora va bien la economía española, hay que plantear la necesidad de estar de acuerdo con Böhm-Bawerk, quien en esa obra grandiosa que es su Kapital und Kapitalism nos muestra que debería ser "una de las principales características de una economía desarrollada y sólida proveer por anticipado los medios adecuados para evitar que se experimente una sensación dolorosa, esa que surge de verse privado de bienes por no haber previsto las cosas por adelantado".