
En los años 2012 y 2016 Banco Popular amplió fuertemente su capital ante las previsibles necesidades que se le avecinaban: fueron entre ambas 5.450 millones. Sin embargo, y a pesar de estas fuertes inyecciones de capital, Popular tiene una ardua y complicada tarea por delante, su situación es delicada.
No es solo el saneamiento de un balance golpeado por una crisis inmobiliaria perfecta, amplificada en Popular por la absorción directa y sin contraprestaciones del Banco Pastor; es la propia supervivencia o independencia del banco lo que está en juego. El nuevo consejero ejecutivo, Emilio Saracho, llamado a ser el presidente de la entidad, tiene una ardua tarea por delante y desde luego le exigirá recurrir a sus contactos en los mercados financiero mundiales para desatascar la grave situación del banco.
Para hacernos a la idea del envite en el que Saracho anda metido conviene ver datos del banco que muestran claramente la visión de la situación. Las pérdidas soportadas por la entidad en 2016, a falta de la auditoría y aprobación de cuentas han sido de 3.485 millones de euros. Comparen y enfrenten la cifra con los 2.500 millones de la última ampliación de capital para hacerse a la idea. En el balance los créditos dudosos son de 29.200 millones netos, eso es el 27 por ciento del saldo vivo de los créditos totales que la entidad mantiene vivos; la cobertura casi del 39 por ciento, ratio pobre pues la competencia alcanza el 45 por ciento. Pero su balance puede tener aún más riesgos que los que estas cifras manifiestan. Tenemos como ejemplo el perjuicio por la retroactividad de las cláusulas suelo que a Popular le afecta de lleno, donde el banco después de la última revisión cifra el agujero en 230 millones. ¿Es suficiente esa cifra? ¿Qué ocurrirá en temas como los gastos hipotecarios y demás enredos judiciales?
La desconfianza en el banco es grande, tanto que Fitch ha rebajado la calificación de los bonos de la entidad a B+. Una nota que complica mucho y encarece la financiación a través de los diferentes instrumentos de renta fija que podrían utilizarse. Esta rebaja ha disparado la posibilidad de impago del banco hasta el 15 por ciento, como indican los seguros por impago o CDS donde su precio ronda los 500 puntos básicos.
Saracho, perfecto conocedor de los mercados financieros y sus integrantes, sabe que lo primero que tiene que hacer es ganarse la confianza, despejar el total descrédito que en la actualidad tiene el banco entre los inversores. Para ello y en un plazo de unos noventa días deberá presentar un solvente, contundente y convincente plan de actuación. Varias son las posibilidades que tiene sobre la mesa, incluso combinables, pero, insisto, para Saracho y su equipo es fundamental recuperar la confianza. Veamos las opciones en orden de disponibilidad en el tiempo.
La primera opción que podría llevarse a cabo rápidamente, contemplado por la mayor parte de los analistas aunque no unánime, es ampliar nuevamente capital por tercera vez. Para que tranquilice y surta efecto debería alcanzar los 3.000 millones de euros, el importe de prácticamente un 55 por ciento de lo ya ampliado. Elevaría los ratios de capital del banco muy por encima del 8,2 por ciento actual, rebajando con plena seguridad las dudas sobre la solvencia. Una solvencia que como bien manifiesta ahora Fitch "sería altamente vulnerable a eventuales shocks". Pero esta solución va en contra de la creación de valor para el accionista, unos accionista que han visto cómo se evaporaba el valor de su inversión en bolsa. Alguno de ellos puede no estar pasando por el mejor momento para acudir a la ampliación. Por supuesto los accionistas históricos han perdido prácticamente todo su dinero. Una tercera ampliación de capital no es la mejor tarjeta de presentación nada más llegar. En todo caso en esta primera solución donde comienza la duda de la supervivencia, hay dos preguntas obvias: ¿qué ocurriría si entrara un socio nuevo, por ejemplo un grupo chino o árabe?; ¿podría seguir el Popular manteniendo la independencia? La venta de negocios no estratégicos con los que conseguir dinero es otra posibilidad. Quizá el problema radica en el importe que, con posibilidad de conseguir, a todas luces parece escaso. En mi opinión es muy probable que en breve veamos la venta de la filial norteamericana TotalBank, también el intento de colocar la totalidad o parte de su banca privada. Pero insisto nuevamente, los importes que conseguirían son insuficientes.
La ultima alternativa es desprenderse de una buena parte de los préstamos de dudosos cobro, ladrillo tóxico, muy tóxico. Para que todo resultase satisfactorio y definitivo la cifra actual de 29.200 millones habría que reducirla a la mitad. Desde luego aquí sí que la figura del próximo presidente es fundamental, sus contacto y su experiencia. La labor de Saracho es concretar y llevar a buen puerto ese proyecto denominado Sunrise. Es la falta de concreción la que ha lastrado al banco hasta ahora.
Además de esas tareas, la entidad debe continuar con su gestión de banca. En este caso Pedro Larena, el consejero delegado, deberá continuar contando con la división de banca empresa, la parte solvente e impresionante en hacer dinero, donde el banco tiene el 17 por ciento de cuota de mercado. Es esta unidad la que le permitirá generar orgánicamente capital a partir de este mismo año.