
Confundir a la ciudadanía es una de las estrategias políticas y de marketing que la izquierda ha desarrollado con éxito a lo largo de la historia. Una táctica en la que han contado con la colaboración de las organizaciones anticapitalistas y los movimientos antisistema.
De este manera han manipulado la opinión pública mediante a tergiversación de hechos históricos. O malinterpretando de manera ambigua e interesada fenómenos políticos, sociales y económicos relevantes.
En definitiva, la izquierda siempre ha conseguido desconcertar a los ciudadanos y obtener réditos de ello. Sobre todo, en clave electoral. Al respecto, podemos mencionar uno de los ejemplos más impactantes y relativamente recientes: la manipulación informativa que la izquierda y los medios de comunicación afines desarrollaron en torno al atentado terrorista del 11-M, cuya consecuencia política fue la victoria del PSOE de Zapatero en las elecciones generales de 2004.
En este sentido, es factible afirmar que la manipulación de la información es un arte fácil de dominar en la inculta España del S. XXI. Máxime, dado el rotundo fracaso del 'anti modelo de educación español', convertido en una fábrica de producir 'ninis'. Realmente, este es el verdadero motivo que explica por qué la izquierda española nunca ha apostado por un sistema educativo dotado de competitividad.
En la actualidad y siguiendo su tradición de falsear, en este caso concreto, la realidad relativa al fenómeno de la globalización, la izquierda está tratando de "lavar el mayor número posible de cerebros". Enfocándose para lograr tal fin en sus potenciales y, a la vez, jóvenes votantes.
Globalismo político y globalización económica
A tal efecto, multitud de políticos y activistas de izquierda lanzan a diario mensajes en los medios de comunicación demonizando la "globalización económica". Debido, entre otras muchas razones, a las connotaciones capitalistas que el citado término conlleva.
Pero, de manera contradictoria, sin aludir a las consecuencias que está acarreando el "globalismo político". Es decir, omitiendo la existencia de la otra cara de la moneda globalizadora.
Tanto en cuanto, la globalización se debe estudiar desde dos vertientes diferentes, aunque conectadas entre sí: el plano económico y la faceta política.
La globalización económica, con sus ventajas e inconvenientes, se ha transformado en un fenómeno imparable que seguirá inexorablemente su curso. Todo ello, con independencia que el rancio proteccionismo arancelario, propio de épocas pasadas, esté volviendo a postularse como una alternativa económica en determinados países.
El fracaso del nuevo orden mundial
Por el contrario, el globalismo político, cuyo objetivo a nivel internacional consiste en diseñar un "nuevo orden mundial", ha fracasado completamente en EEUU y está fracasando en multitud de naciones de Europa.
De hecho, una gran parte de la sociedad europea se ha hartado de ser desgobernada en virtud de los caprichos de un malévolo "establishment supranacional". En otras palabras, se trata de millones de ciudadanos libertarios que no están dispuestos a seguir concediendo las riendas de su destino a una "élite global y corrupta" para que mal dirija sus países en función de intereses espurios. Utilizando para ello, y en calidad de marionetas del poder, a los burócratas de Bruselas y a los depravados partidos políticos instalados en los gobiernos nacionales de turno.
Porque las políticas implementadas en nombre del globalismo político están fundamentadas en satisfacer las demandas sociopolíticas de una minoría. Instaurar la "dictadura de lo políticamente correcto". Erradicar el modelo de familia tradicional. Suprimir la clase media. Abandonar la identidad y los valores propios de cada cultura, que en el caso de Europa están centrados en la tradición judeo cristiana, la filosofía griega y el derecho romano. Arrinconar al catolicismo en favor de religiones destructivas, fanáticas y contrarias tanto a la democracia como a la libertad.
Potenciar progresivamente el poder del Estado en detrimento de la libertad individual del ciudadano. Eliminar la soberanía de los Estados. Engañar demagógicamente a la ciudadanía en relación al problema de la inmigración, abriendo con ello la puerta al "terrorismo yihadista". Apoyar un distorsionador multiculturalismo que lo único que ha logrado es provocar enfrentamientos sociales. (Recordemos que el multiculturalismo solo aporta valor en el ámbito empresarial). Etc.
Éstas y otras políticas de similar perfil son contrarias tanto al bienestar de los ciudadanos como a la estabilidad política, económica y social de los países en las que se han implantado.
PP y PSOE: a favor del globalismo político
En España, a pesar de lo expuesto anteriormente, el globalismo político se mantiene fuertemente posicionado, gracias a la consensuada inacción de todos los partidos políticos con representación parlamentaria.
Tanto es así, que las formaciones españolas de izquierda (también las antiespañolas de ultra izquierda o comunistas, tales como Podemos) seguirán apoyando el globalismo político. Puesto que, el significado de tal concepto concuerda con su ideario doctrinal.
No obstante, el verdadero problema que tiene España es que el PP (el partido que más ha subido los impuestos a lo largo de la pseudodemocracia española) también está de acuerdo, al igual que el resto de sus socios de la izquierda, en fomentar estas desintegradoras anti políticas relacionadas con el globalismo político.