
La idea de Bolívar, cuando comenzó a triunfar en su separación de la Corte de Madrid, era imitar a los EEUU cuando se independizaron de la Corte de Londres. O por lo menos para el conjunto sudamericano que existiese una unidad política y económica. Pero fracasó. Una reunión convocada en Panamá con ese designio aumentó su decepción. Añadamos lo sucedido con sus compañeros en el movimiento independentista, como fue el caso de Sucre, que prefirió convertirse en la cabeza de un país independiente, Bolivia. El Virreinato de México que abarcaba Tejas, California, Florida, Nuevo México, y que se prolongaba hacia la América Central, fue liquidado bélicamente por los EEUU.
Todo eso creó un problema básico. Pero a partir de finales del siglo XIX, como suministradores de productos agrícolas, de minerales y de hidrocarburos, volvió a surgir la posibilidad de un fuerte desarrollo en una serie de áreas iberoamericanas. La presión demográfica española, unida al débil desarrollo de nuestra economía durante un siglo, el periodo que transcurre de 1850 a 1948,‑motivó una conexión nueva con España, a causa de la emigración. Las remesas de éstos, y la repatriación de capitales vinculados a ellos, aliviaron más de una vez nuestra coyuntura.
En Iberoamérica, como consecuencia de la que podríamos denominar ampliación de las tesis de Manoilescu, sobre todo a partir de la que se conoce con el nombre de proposición Singer-Prebich, en relación con las consecuencias negativas, medidas a través de la evolución de la relación real de intercambio, surgió una tesis, adicionada con interpretaciones locales de lo que, según se sostenía, aconsejaba Keynes. En ella se integraban decisiones industrializadoras, intervencionistas, proteccionistas, obreristas, y que escudriñaban desde la Comisión Económica para la América Latina (CEPAL),‑ciertas vinculaciones entre los países del área.
Todo ello originó un conjunto colosal de crisis económicas. Como coincidió con el cambio radical de la política económica española desde 1953-1959, que originó un fuerte desarrollo, el distanciamiento económico de España e Iberoamérica, se acentuó.
Pero en Iberoamérica surgió una reacción múltiple, como consecuencia de la crisis del modelo anterior, esto es, el denominado estructuralismo económico latinoamericano. Incluso a veces con la radicalidad de lo sucedido en Chile como consecuencia de la influencia de las ideas de jóvenes economistas que habían pasado a formarse en la Universidad de Chicago. Los criticados por el mundo relacionado con CEPAL con el apodo de los Chicago boys acabaron, en medida variada, alterando las políticas económicas de numerosos países iberoamericanos, desde Chile a México, al mismo tiempo que el estructuralismo económico latinoamericano se radicalizaba en otros, con influencia marxista amplísima (recordemos el movimiento de "Cristianos por el socialismo"‑, y desde Cuba a Bolivia, pasando por Centroamérica y Venezuela, con adiciones indigenistas, se impuso en muchas áreas iberoamericanas). A veces, como acabó por suceder en el caso de Brasil, esto se ligó a sueños nacionalistas de posibilidades de actuar internacionalmente como una gran potencia.
Simultáneamente, la economía española, tras el mencionado cambio a partir de la mitad de los años 50, dio un gran salto adelante, dentro, como es sabido, de un modelo muy abierto, y acabó integrándose en la UE y en la Eurozona. Tomo de la aportación del profesor Serrano Sanz, Las transformaciones de la economía española en Europa al libro España en la Unión Europea. Balance y Perspectivas (2016) coordinado por Marcelino Oreja Aguirre, que pasó España, en las cifras de apertura exterior, medida a través de la balanza de bienes y servicios, de un 8% en 1949 al 63,7% en 2015. Únase esto a las inversiones extranjeras en España y las españolas en el extranjero que pasaron a ser clave en el panorama económico español. Lo que subyace en el avance del PIB, en la apertura, en las inversiones de capitales empresariales, es un colosal incremento de la actividad empresarial en nuestro país.
Ese mundo empresarial español encuentra en Iberoamérica importantes‑ comodidades para su actuación. La famosa descripción de la actividad empresarial de von Thü- nen en su obra famosa El Estado aislado, realmente agobiadora, explica que ese mundo empresarial busque alivio y el español consideró que, a causa del idioma, existían ámbitos sociales muy similares, esto se conseguía en el ámbito iberoamericano. Por eso nos hemos convertido, naturalmente detrás de EEUU, en un gran inversor en el área iberoamericana.
Pero ello, para que la economía española no sufra daños severos, hay que tener muy en cuenta cuál puede ser su evolución hacia el futuro. Un país con excelentes posibilidades tras su conexión con la economía norteamericana, como es México, ante las posibilidades proteccionistas de Trump y algunos errores propios, obliga a que existan, para nuestras inversiones, precauciones evidentes. Incluso en las Antillas, Cuba, ¿acabará siendo capaz de seguir un sendero hacia la economía libre de mercado, o considerará el castrismo que su modelo no debe ser básicamente alterado? Puerto Rico presenta un fuerte problema de endeudamiento, y así sucesivamente. Los problemas son muy serios en Argentina, y no digamos en Brasil, y colosales en Venezuela. No hay, precisamente alegría en Uruguay y, desde luego, tampoco en Ecuador. Panamá ha de abandonar de una vez su tendencia, más o menos ocultada oficialmente, de ser un "paraíso fiscal". El caos del hundimiento de Guatemala es evidente. Bolivia sigue derroteros lamentables y sobre todos estos países del área del Pacífico pende una amenaza: lo que decida China en su evolución económica y la observación de si Japón no logra aumentar su actividad. Y también es preciso tener en cuenta dos datos adicionales. Uno, la evolución de los precios de los bienes rurales y del petróleo; otro, la evolución política internacional.
Pero la alta inversión ya realizada y la evolución de la economía europea, sin olvidar la situación financiera internacional, creo que impulsan hacia una exigencia para los inversores españoles dirigida a la diaria consulta de medios de comunicación especializados en economía, de los economistas por supuesto y de lo que se sostiene en las instituciones culturales, educativas.
Tienen que exigir el incremento de la información sobre lo que sucede en el área iberoamericana. España, tras una derrota militar y la recepción de 25 millones de pesetas, y pese a la protesta de Costa y de las presiones catalanas, abandonó su presencia en el área del Pacífico. ¿Será capaz de perder ahora las posibilidades iberoamericanas? ¡Qué gritos recibiríamos, si viviesen, de Ramiro de Maeztu, de Rafael Altamira, cuando éste pedía crear "una intimidad hispanoamericana" a través de un bloque conjunto en todos los aspectos!