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BCE: ni sí ni no, sino todo lo contrario

  • Como los agentes económicos, los bancos centrales tienen intereses propios

La reunión del Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE) y la posterior rueda de prensa de su presidente Mario Draghi, intenta seguir siempre uno de los principios básicos en la política monetaria moderna: actuar por medio de la sorpresa sobre los agentes de mercado. En esta edición prenavideña, la sorpresa proviene de dos movimientos contradictorios: por un lado, el BCE extiende el programa de compras (QE, por sus siglas en inglés) de marzo a diciembre de 2017 pero con un recorte de la cuantía devolviéndola a los originarios 60.000 millones mensuales y, por otro lado, permite comprar bonos con vencimiento a partir de un año, cuando antes sólo podía comprar a partir de dos.

En primer lugar, la extensión del horizonte temporal del QE no es en sí una sorpresa, pero sí lo es devolverlo a su tamaño original a partir de abril. El mercado esperaba que durara más tiempo pero en las mismas condiciones (80.000 millones en activos públicos y privados). Aquí está el movimiento no esperado que en sí mismo sienta las bases de la normalización monetaria que empezará a partir de 2018. Evidentemente, Draghi por muy independiente que quiera seguir siendo en sus decisiones de política monetaria, tenía algún día que reconocer que la era del dinero barato se va a acabar más pronto que tarde y más cuando la Fed siga en unos días ese camino.

En segundo lugar, sin embargo, el BCE ha realizado un movimiento que obedece en exclusiva a sus propios intereses como es el de ampliar las compras a bonos de vencimientos a partir de un año y dejar la puerta abierta a comprar títulos cuya TIR sea inferior a la facilidad marginal de depósito (permanece sin cambios en el -0,4 %, al igual que la facilidad marginal de crédito). Esta última parte es la más irrelevante, ya que carece de todo sentido financiero. Un inversor a vencimiento siempre preferirá estar en un fondo de mercado monetario (o en un depósito del BCE si es entidad financiera) antes que en un título en el que sabe que va a perder valor con más rapidez que el de la facilidad marginal de depósito.

En cambio, lo verdaderamente relevante es poder comprar en los tramos más cortos de la curva de tipos de interés a partir de un año. Se trata de un segmento de mercado que hasta hace muy poco tiempo estaba dominado por los tipos negativos. Sin embargo, desde finales de octubre, el mercado se ha dado la vuelta descontando la progresiva normalización del precio del dinero en todo el mundo, comenzando por EEUU. En un reducido espacio de tiempo, hemos visto cómo el bono alemán a diez años ha pasado de cotizar en negativo (el mínimo lo marcó en el -0,21 %) a tocar en la sesión de ayer el 0,45.

Este cambio de tendencia contradice de plano la tesis fundamental del BCE y ha cogido con el paso cambiado a medio mercado europeo, especialmente en el segmento de renta fija, donde las pérdidas se han multiplicado desde primeros de noviembre. Dicho de otra manera: la realidad ha girado justo en sentido contrario a la política del BCE. Este movimiento del mercado supone un problema de primera magnitud para Draghi, el cual con su política monetaria, ha creado el mayor fondo de renta fija (pública más privada) de la UE con 1,6 billones de euros de patrimonio bajo gestión a fecha de hoy. Pero, lo que es aún peor, es que una buena parte de los bonos comprados lo han sido con cupones cero o incluso negativos y con escaso recorrido al alza de los precios.

Por tanto, ante una coyuntura de subida más o menos acelerada de los tipos de interés, a Draghi no le queda otra que intentar frenar esta tendencia en los tramos más cortos de la curva y, de esta manera, no perder el control de la política monetaria. Aun a sabiendas de que esta decisión puede perjudicar más que beneficiar a la economía de la Eurozona (con una tasa de inflación subyacente ya por encima del 1 %), es un movimiento para dosificar en el tiempo las abultadas pérdidas latentes que le está generando la cartera de activos comprados bajo el QE.

En cualquier caso, independientemente del efecto macroeconómico, el BCE no se puede arriesgar a asumir una pérdida importante de golpe que además impacte en su cuenta de resultados a corto plazo. Una vez más, el "largo plazo" ha llegado más temprano de lo que se pensaba y resulta que los bancos centrales sí tienen intereses propios como cualquier otro agente económico y no siempre alineados con los del resto.

Draghi, en suma, se niega a jugar bajo un modelo a la Stackelberg, donde el BCE se comportaría como un "seguidor" de un "líder" que, en este caso, sería la Reserva Federal de EEUU. Sólo es cuestión de tiempo que el BCE entre en este juego y acabe de una vez por todas con los restos del experimento monetario que comenzó en EEUU tal que un mes de diciembre de hace nueve años.

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