
Se hizo la luz (o la oscuridad para algunos) y por fin España tiene Gobierno a través de una investidura in extremis, con una legislatura que se avecina agónica y eclipsada por la polémica "abstención" del PSOE. La votación más amarga de la historia para numerosos parlamentarios socialistas ha investido a un presidente de Gobierno del Partido Popular, ensanchando la fractura interna entre las bases y la élite del partido, y dejando en fuera de juego durante mucho tiempo la opción de un Ejecutivo socialdemócrata.
Una abstención que en la era bipartidista hubiese permitido ganar tiempo para sanar heridas, pero que ahora no sirve: nuestro país ya no es el mismo y el PSOE en la actualidad rivaliza a su izquierda con un antagonista viable electoralmente.
Un conflicto interno que ha adquirido cariz mediático con el derrocamiento de Pedro Sánchez. Cabe preguntarse: ¿cómo se han autoconvencido los socialistas para tomar estas decisiones que, analizados todos los escenarios, les reportan únicamente la escasa rentabilidad de sortear unas terceras elecciones? Para hallar una respuesta no hay que perder de vista el próximo Congreso que deben afrontar.
Se argumenta que la abstención es un sacrificio en aras de la gobernabilidad de la nación, pero lo cierto es que en realidad estamos presenciando una lucha por el poder de un partido roto, enfrentado, aireando sus problemas mediante filtraciones, confrontándose públicamente, judicializando la ruptura y con una dirección temporal tratando de imponerse manu militari.
Con la renuncia como diputado, y la sublevación del sábado ante el mandato imperativo que imponía la Gestora, la escalada del conflicto está a la vuelta de la esquina. Con un Pedro Sánchez sin nada que perder y todo por abanderar, en contra de la oligarquía del partido y con el respaldo de la militancia. Su no es no es lo que ha calado; en política los mensajes tienen que ser siempre sencillos; si se tiene que explicar una votación con más de una frase significa que no has sido capaz de conectar con el electorado y mucho menos con una afiliación apasionada sin cargos que perder.
Se vislumbra un proceso traumático televisado y tuiteado en el que se irán polarizando los posicionamientos y afianzándose los bandos a medida que se acerca el próximo Congreso socialista. Cuando te sumerges en la batalla interna te olvidas de hacer política con mayúsculas para concentrarte en el verdadero enemigo, que no rival: un compañero dentro del partido con nombre y apellidos.
El tiempo no corre a favor del socialismo, anhelantes de recuperarse lo antes posible y acreditarse como el principal partido de la oposición, sin secretario general en el Congreso y con sus adversarios recordando a diario a sus votantes y militantes que facilitaron la investidura de Rajoy. Si se embarca en el papel de oposición dura y tumba los Presupuestos se podría encontrar con un nuevo adelanto electoral otorgando al presidente la excusa de la estabilidad. Para el PSOE, acudir a las urnas con las heridas sin coser podría suponer unos resultados catastróficos. No puedes presentarte dividido ante el votante, y si careces de la solvencia para solucionar tus problemas domésticos es comprensible que crezcan las dudas entre quienes piensen en ti para resolver los del país.
Mientras perdure el conflicto interno persistirá la amenaza de un Podemos que, si es eficaz edulcorando mensajes y apaciguando formas, supondrá un muro difícil de derribar en la singladura de redención y rehabilitación electoral del PSOE.
La clave para enderezar el rumbo pasa por la capacidad de gestión de crisis, impulsar el diálogo entre susanistas y sanchistas a pesar que a día de hoy estén todos los puentes rotos, y encontrar un liderazgo aglutinador, inclusivo y apto para alejar del imaginario colectivo que PP y PSOE son lo mismo. Aunque las posturas sean enfrentadas, están llamadas a entenderse por el bien del partido y por qué no decirlo, del país. Da igual si el distanciamiento es real o ficticio, hay que trabajar para que se perciba la unión, una reconciliación entre las partes, porque no olvidemos que en política lo importante nunca es la realidad si no como se percibe.
Este es un espejo al que más de un partido debería mirarse y sacar conclusiones. En plena transformación política, ya se percibe el enfrentamiento público entre líderes de otra formación, y donde los partidos emergentes con raíces poco asentadas tan pronto están al alza como en caída libre. Si quieren escapar airosos de su laberinto los socialistas tendrán que reponerse de su abatimiento, resolver los interrogantes internos y afrontar con habilidad y respuestas los desafíos que acechan a toda la socialdemocracia europea. Quo vadis, PSOE?