Firmas

Urgencias y prioridades iberoamericanas

  • Cuenta con más de 160 millones de jóvenes, cuya fortaleza no se aprovecha

La XXV Cumbre Iberoamericana está marcada por dos urgencias, la crisis de Venezuela y la paz en Colombia. Si bien no está prevista la firma de ningún documento sobre estos temas, ocuparán un lugar central de la agenda, algo que al inicio no era así. Por un lado, el rechazo al tratado de paz con las FARC que se creyó iba a ser el marco de este encuentro. El optimismo que suponía el ingreso de Colombia en una nueva época no va a estar presente.

El ambiente es más de titubeante esperanza que de celebración. En opinión de Rebeca Grynspan, secretaria general iberoamericana, es fundamental escuchar a los defensores del "no" para retomar el diálogo. Por otro, la tensión en Venezuela, donde la oposición ha tomado la calle para protestar contra la suspensión del revocatorio. Desde la política, el drama venezolano se extiende a todos los ámbitos. En 10 años se ha perdido el 60% del tejido empresarial y las que quedan funcionan en un tercio de su capacidad. El nivel de desabastecimiento sobrepasa el 80%, y total en algunos sectores. El lema de esta cumbre es "Juventud, Emprendimiento y Educación". Con ello, y como afirma Grynspan en esta reunión, se quiere demostrar que lo prioritario se impone sobre lo urgente. La intención es buena, más todo indica que en Cartagena de Indias lo apremiante difícilmente dejará espacio a lo importante.

Iberoamérica cuenta con más de 160 millones de jóvenes. La fortaleza de esa generación está lejos de ser aprovechada. Conseguirlo es el objetivo. Una cuarta parte de ellos ni siquiera tiene acceso al mercado laboral. Cuando ingresan en él es mayoritariamente en el sector informal y excluidos del sistema de seguridad social. La tasa de desempleo juvenil es el doble de la población general. Las ofertas educativas para los jóvenes suelen ser desordenadas. Es decir, no hay coordinación con las opciones del mercado laboral.

Las medidas y reformas a implementar parecen obvias. Creación de espacios y plataformas para innovar y emprender. Colaboración institucional/empresarial, público-privada. Facilitar el acceso de la mujer. Eliminar los obstáculos que impiden el desarrollo de las pymes. Esquemas educativos y laborales para promover el desarrollo de la juventud. Pero si hay una palabra que define la cumbre es la incertidumbre. La reunión tiene lugar en una coyuntura económica compleja. En España y Portugal aún se sienten los coletazos de la crisis financiera. Y Latinoamérica se halla en recesión como consecuencia del final del ciclo al alza en los precios de los productos básicos que exporta. La fase expansiva acabó también por la ralentización china. Es de lamentar que América Latina haya profundizado en su rol internacional como región abastecedora de materias primas en vez de innovar. Los productos con bajo valor agregado representan a su vez limitaciones a la hora de incorporar a los millones de jóvenes que cada año intentan encontrar empleo.

Es muy difícil, en esas circunstancias, llegar a compromisos que impliquen mayores obligaciones relativas a los presupuestos públicos. Por tanto, la cumbre, que ha pasado a ser bianual, se convierte primordialmente en un espacio de diálogo diplomático.

Además, y como ya ha venido ocurriendo en ocasiones y discusiones anteriores -migración e inclusión social-, pocos confían en que se produzcan avances. La razón es que estos encuentros reflejan en gran medida la diversidad ideológica iberoamericana. Casi siempre las declaraciones de intenciones de los gobernantes se ven superadas por el esfuerzo estratégico e integrador a realizar. Quizá las divisiones sean menos evidentes que hace unos años aunque siguen siendo muy hondas. Entre las numerosas ausencias el caso más claro es el del mandatario brasileño, Michel Temer, al haber muchos líderes que todavía no aceptan la salida de su antecesora.

El silencio de Latinoamérica tiene que terminar. Pero no para dar paso a las habituales proclamaciones grandilocuentes y vacías. Especialmente en Cartagena, donde los debates girarán en torno a la juventud, las manifestaciones retóricas serían imperdonables. Hay miles y miles de jóvenes en la región, por no hablar de los venezolanos, con nulas expectativas de futuro a día de hoy. Existe una obligación democrática y ante todo moral de establecer un compromiso real. Un verdadero pacto por la juventud que contemple acciones viables para cambiar de signo sus pésimas perspectivas.

Esos mismos jóvenes y la sociedad civil en su totalidad han de transformarse en la instancia que exija resultados concretos. Esta cumbre puede ser el primer paso para ese incipiente proceso de rendición de cuentas.

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