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Libre comercio y armonización fiscal

  • Debe avanzarse en el seno de la Unión hacia una coordinación fiscal efectiva

La UE se debate entre partidarios y detractores del libre comercio y del proteccionismo. Una parte de la opinión pública europea pone en tela de juicio las negociaciones del Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP) entre la UE y EEUU. Se polarizó al acercarse unos reñidos procesos electorales en varios países, entre ellos Francia y Alemania, el núcleo duro de una UE sumida en la falta de liderazgo político y una larga crisis económica y social, agravado por las incertidumbres del Brexit, Francia propuso la suspensión de las negociaciones en curso con ocasión de la cumbre de la UE (16 de septiembre) en Bratislava.

Los detractores del TTIP se quejan, con razón, sobre algunos efectos negativos de la globalización. Pero ésta no desaparecerá frenando las negociaciones del TTIP que estaban en una fase inicial. Sería más oportuno seguir acercando posiciones hasta alcanzar un acuerdo equilibrado, equitativo y beneficioso para ambas partes.

El TTIP ambiciona constituir un área de libre comercio entre los dos bloques económicos de ambos lados del Atlántico que suman más de 850 millones de personas. También armonizar unas normas sobre comercio e inversión que regularían la mayor parte del comercio mundial. Si el TTIP fracasa, serán EEUU, Japón y otras economías avanzadas del Pacific Rim quienes fijarán, a través de otros acuerdos regionales, las normas y estándares aplicables en los ámbitos del medio ambiente, laborales, sanidad, protección de la propiedad industrial e intelectual, etc.

Será un marco más riguroso y transparente que el que practica China, la segunda economía mundial y primer socio comercial de más de 125 países emergentes y en vías de desarrollo. No hay que obviar las razones geoestratégicas. El 90% del crecimiento económico mundial tendrá lugar fuera de la UE. Europa debería evitar que EEUU y América Latina vuelquen todo su potencial comercial hacia Asia-Pacífico dejando de lado el Atlántico.

EL TTIP es mejorable. La crisis económica no se resolverá volviendo al proteccionismo. Algunos políticos franceses en precampaña electoral para las presidenciales de mayo de 2017, animan a consumir los productos made in France. Un concepto ambiguo porque un coche francés es la suma de componentes procedentes de una larga lista de países productores. El comercio mundial es el gran motor de crecimiento y de creación de empleo. Es verdad que hoy las economías crecen poco y de manera desigual sin crear suficiente empleo. Pero no se resolverán los problemas levantando barreras dentro y hacia fuera de la UE.

La pérdida de empleo industrial se debe también al proceso de automatización y robotización. Además, algunos estados, como España no llevan a cabo algunas reformas estructurales pendientes. Y urge una mejor y más justa gestión de las finanzas públicas. Se priorizó desorbitadamente la ayuda a determinadas instituciones financieras mientras no se cubrían suficientemente las necesidades básicas de los ciudadanos más necesitados.

La salida de la crisis no llegará frenando el libre comercio. Urge un control efectivo de algunas pautas negativas de la libre circulación de capitales. Las empresas multinacionales, occidentales y asiáticas, se benefician de la existencia del gran mercado interior europeo. Pero no pagan los impuestos pertinentes en los países donde operan y logran altos beneficios. Sacan provecho de las ventajas fiscales concedidas por otros países donde sitúan tienen formalmente su sede.

Lo ocurrido con Apple es sólo la punta de un colosal iceberg. El jefe de Gobierno austriaco, el socialdemócrata Christian Kern criticó el 3 de septiembre el trato fiscal que conceden Irlanda, Holanda, Luxemburgo y Malta. Dijo que Starbucks había pagado al fisco en Austria unos 1.400 euros en 2014, menos que cualquier quiosco de salchichas. Y es significativo que la familia Agnelli traslade la sede de su holding Exor, de Italia a Holanda.

De esta forma, algunos países dejan de ingresar impuestos en sus arcas públicas perjudicando una financiación del Estado de bienestar que se nutre principalmente con las aportaciones fiscales de las clases medias y trabajadoras.

La Comisión Europea debería acelerar hacia una necesaria "armonización fiscal" dentro de la UE aprobando unas directivas que corrijan el fraude y la evasión fiscal. Un tema sensible para la opinión pública europea tras salir a la luz los LuxLeaks en 2014 y los papeles de Panamá en 2016. Será difícil lograrlo porque limita la sacrosanta soberanía fiscal defendida férreamente por algunos Estados.

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