
Conviene, antes de entrar en el nudo del artículo, hacer alguna reflexión sobre la socialdemocracia. Término del que se suele desconocer su origen. Es lo que sucede con el progreso. Un concepto muy del uso de la izquierda política que, en realidad, fue la característica de los liberales nacidos de la Revolución Industrial del siglo XVIII; que promulgaban su fe en el progreso, pensando que los mercados serían la base del bienestar; y en la convicción de que el Estado no debía interferir en la vida de los individuos. Nada que ver con el socialismo europeo que se separó del marxismo, como hizo Felipe González en 1979 con su dimisión en el XVIII Congreso del PSOE.
Las desigualdades producidas por el liberalismo capitalista fueron, entre otras circunstancias, el origen del marxismo. No tanto el de su creador, Carlos Marx, sino más bien el de su amigo Engels y también el de Karl Kautsky, uno de los autores del programa político del Partido Socialdemócrata alemán (SPD). Un partido socialista -socialdemócrata- hoy en coalición de Gobierno con el partido de Ángela Merkel, la Unión Demócrata Cristiana (CDU).
Las protestas contra el liberalismo se dieron también al término de la Primera Guerra Mundial, y volvieron cuando finalizó la Segunda. Como se han repetido de nuevo al hilo de la crisis financiera última en forma de populismos políticos, que se benefician del descontento social por los efectos de la crisis. Sin embargo, con el fracaso de las políticas marxistas, el socialismo europeo buscó un nuevo modelo basado en el poder del Estado en contra del capitalismo liberal.
En la idea de que el Estado debía ser el garante de un Estado de bienestar universal. Este es el fundamento de la socialdemocracia, que aplaude con entusiasmo las políticas keynesianas que favorecen el papel del Estado en detrimento de los mercados, y busca transformar el capitalismo mediante políticas sociales, en lugar de acabar con él. Un modelo que se ve hoy en Suecia y en Alemania, por dar dos ejemplos.
Durante años, el PSOE de Felipe González fue el referente de la socialdemocracia española. Una socialdemocracia liberal, ya iniciada por UCD, situada en el centro político, capaz de consolidar una moderna Hacienda, y de llevar a cabo fuertes ajustes en su primera etapa, que preparó así la entrada en el Mercado Común en 1986. Una época que trajo importantes reconversiones industriales en sectores que habían sido las cabeceras económicas del franquismo: la industria naval y la siderurgia. Acciones complementadas con la creación de grandes conglomerados industriales, como fueron Endesa o Repsol, privatizados a su vez al final de los ochenta.
Una política que dio origen a la fuerte expansión económica que se produjo entre 1986 y 1992, hasta que la crisis de 1993 llevó a una tercera devaluación de la peseta. Los Gobiernos de Aznar, más liberales, siguieron con las privatizaciones de empresas públicas y los ajustes que permitieron la entrada en la Unión Monetaria. A su vez se promovió un importante capitalismo popular donde millones de españoles invertían en Bolsa al hilo de la bonanza económica. Una época en la que, sin embargo, el PSOE seguía siendo el referente socialdemócrata de la escena política española.
La salida de Felipe González, los errores de José Luis Rodríguez Zapatero, y la profunda crisis económica, dio de nuevo el Gobierno al PP; esta vez con una mayoría muy abultada que le sirvió para acometer las necesarias reformas para salir de la crisis, si bien con evidentes lagunas.
La economía española recuperó el paso a partir de 2013 con fuertes crecimientos, aunque la crisis ya había cambiado el panorama político con la aparición de los populismos de izquierda ya conocidos. Populismos sostenidos por el nuevo PSOE de Pedro Sánchez, que les abrió la gobernabilidad en Ayuntamientos Comunidades Autónomas. Algo que situó al PSOE fuera de su espacio natural socialdemócrata, hoy ocupado por Ciudadanos. Una bisagra política necesaria entre las dos fuerzas mayoritarias, y esencial para dar racionalidad al sistema parlamentario español.
Las elecciones del 20 de diciembre pasado confirmaron cómo el PSOE había abandonado la socialdemocracia. El intento fallido de Gobierno populista, multipartito, con Ciudadanos, Podemos y los nacionalistas así lo demostró. Lo que se ha hecho aún más evidente con la posición adoptada después del 27 de junio pasado y su incomprensible negativa a cualquier pacto con el PP. Un 'nuevo' PP que, con Ciudadanos, ha emprendido la senda socialdemócrata con la firma del pacto de investidura.
El PSOE de Pedro Sánchez, perdido su espíritu socialdemócrata, y aliado con Podemos en múltiples lugares, ha salido de su espacio natural. Y una vez fuera le será muy difícil entrar. Si todo sigue como hasta ahora, la socialdemocracia será ya cosa del PP y Ciudadanos. Y este es el centro político donde se ganan las elecciones.