
El hecho de que seis de cada diez europeos sean ya poseedores de un coche -siete de cada diez americanos- no frena a la industria de la automoción. Todo lo contrario. El sector está ahora centrándose más en renovar el parque automovilístico que en incrementar la tasa de penetración, especialmente en los mercados maduros. Los fabricantes tienen el pie puesto en el acelerador de nuevas inversiones en investigación y desarrollo de nuevas tecnologías con el objetivo de atender las demandas tradicionales del consumidor (calidad, seguridad o precio -entre otras-) y hacer frente a otras más recientes relacionadas con la apuesta por las bajas emisiones, el diseño de última generación, la conectividad y la automatización del vehículo.
Las inversiones de los fabricantes en "sistemas avanzados de asistencia a la conducción" han supuesto más de 10 billones de dólares en los últimos años, y se estima que el ritmo continúe en un futuro. La conducción autónoma de vehículos, por ejemplo, es ya una realidad en muchos lugares y un modelo con gran potencial que recientemente alguna empresa ha desarrollado ya para los vehículos de transporte público. Pese a esta revolución, todo hace pensar que aún serán necesarios unos años, incluso una década, para ver el impacto real de estos cambios en el mercado mundial de automóviles. Un período en el que la industria y las administraciones tendrán además que ir sorteando obstáculos y mejorar aspectos tan importantes como la conectividad y la inteligencia artificial.
Los métodos de propulsión y los sistemas de conectividad y de inteligencia artificial son, en nuestra opinión, dos aspectos fundamentales en el mundo actual de la automoción. Gracias al desarrollo de estas innovaciones, los usuarios pueden beneficiarse de combustibles menos contaminantes, de la generación de otros alternativos como el hidrógeno, de la aparición de coches híbridos e, incluso, de la creciente comercialización de modelos cien por cien eléctricos.
La necesidad de estar cada vez más conectados y el desarrollo de la inteligencia artificial permiten ofrecer al cliente una conducción más eficiente y ser capaces de lograr la reducción de emisiones e incluso conseguir ser autodirigidos. Aquí es precisamente donde muchas de las grandes compañías tecnológicas, como Apple o Google, han puesto especial atención con crecientes inversiones. La primera de ellas se fue preparando en los últimos años a este hito con la contratación de expertos en diseño y desarrollo, procedentes del sector de la automoción, y recientemente ha invertido 1.000 millones de dólares en la empresa china Didi Chuxing Technology dejando claro su firme apuesta por el sector. Por su parte, Google tiene ya creado un coche autónomo y se encuentra haciendo pruebas para su perfeccionamiento en la conducción.
La velocidad de crucero en la que esté inmersa esta industria no le exime, sin embargo, de superar los baches que presenta el camino. Un sector que ahora se plantea dudas razonables, como el impacto de este tipo de conducción en la seguridad o responsabilidad en caso de colisión; las ventajas e inconvenientes del protagonismo de las tecnológicas en este proceso, en cuyas manos ahora estaría información relativa a nuestros patrones de comportamiento y la posibilidad de lucrarse por ella; o la amenaza de acabar con un sistema de conducción (el modo manual), quizás preferido por los amantes del motor, y de la que han gozado muchas generaciones.
Esta industria tiene ante sí, además, un camino de doble bifurcación: el de seguir respondiendo a la tradicional necesidad del consumidor de contar con un producto utilitario, reflejo incluso de un escalafón social. O la tendencia de convertir este objeto en un servicio, incluso puntual, costumbre que emerge sobre todo entre las generaciones más jóvenes.
Este nuevo público cada vez más se plantea cuestiones como ¿por qué tener un coche en propiedad si puedo hacer uso del mismo un solo día, 3 meses o un año, sin tener que desembolsar su coste total? Si, además, es posible hacer una reserva online en cualquiera de los múltiples sitios denominadas de car sharing (compartir coche) que siguen proliferando en nuestro país y los trámites son rápidos y sencillos, la opción de compra pierde enteros. Incluso, un precio asequible y olvidarse de las "esclavitudes" de tener coche, como las revisiones, el seguro o el mantenimiento, apuntalarían esta nueva tendencia.
La industria de la automoción vive, por tanto, una auténtica revolución gracias a las oportunidades que está ofreciendo el desarrollo tecnológico. El sector se halla inmerso de una u otra forma en la creación de los vehículos autónomos o vehículos del futuro por su eficiencia y limpieza medioambiental y sólo el tiempo nos dejará ver si convencen a los usuarios amantes de la conducción tradicional.