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'Brexit': un nuevo futuro para Europa

  • Los británicos tendrán menos influencia y la UE menor acción global
  • Surgirán nuevos conflictos en la Unión que dificultarán la integración

Aunque la actualidad del Brexit va perdiendo páginas en los medios de comunicación por las exigencias de la cambiante actualidad, no por eso deja de ser un serio problema que mostrará sus efectos antes de que nos demos cuenta. Los hay que piensan que se trata de una cuestión menor, en el sentido de que el Reino Unido y el resto de Europa acabarán llegando a un acuerdo sin excesivos traumas.

También los hay que sugieren que éste es el principio del final de la Unión Europea tal como la conocemos. Un proceso que se acelerará con la llegada al poder de nuevos populismos contrarios a la Europa unida. Partidos que debilitarán mas aún a una Europa cada vez más débil y desintegrada. Aunque el hecho real es que han sido las élites británicas y no los populismos de la isla los que han promovido la separación; y ahora se esforzarán en buscar con ahínco un modelo de relación basado en "dar lo mínimo para recibir lo máximo".

Hay que decir, sin embargo, que el efecto Brexit ha comenzado a caminar, y sea cual sea su final, Europa es ya hoy algo distinto. A partir de ahora, asistiremos a unos dos años de idas y venidas para lograr un nuevo modelo que llevará a Europa, con todos nosotros, hacia lo desconocido.

Toda vez que la integración política en los órganos de la Unión Europea queda excluida por voluntad expresa del Reino Unido después del referéndum, surgen, de momento, tres escenarios para encajar unas nuevas relaciones económicas: un modelo "a la noruega", que mantendría al país dentro de la zona económica comunitaria, pero sin presencia política en los órganos de la Unión; un modelo al estilo de Suiza, por el cual existirían acuerdos concretos en sectores económicos que resulten atractivos para ambas partes, permitiendo al Reino Unido su participación en el Mercado Único; o un modelo ad hoc basado en acuerdos comerciales bilaterales específicos.

Con la decisión tomada, todo apunta a que los británicos buscarán las mejores fórmulas para transitar por el segundo o el tercer modelo. A lo que deberán añadirse unas negociaciones concretas sobre los funcionarios británicos en las instituciones europeas, así como acuerdos bilaterales entre el Reino Unido y otros países comunitarios, buscando mantener la presente condición de europeos a tales colectivos.

Ciudadanos que hoy disfrutan de servicios públicos, asistencia sanitaria e incluso pensiones en bastantes países de la Unión; donde España resulta tener una abultada comunidad de más de 380.000 británicos.

No es problema, por supuesto, el Banco Central Europeo, ya que el Reino Unido está fuera de la moneda única y sigue manteniendo la libra. La duda está en si Londres seguirá manteniendo la condición de mayor centro financiero de Europa. Una consideración que algunos analistas sugieren que podría perder tal prerrogativa en favor de otras plazas, ya sea Frankfurt o París o incluso se ha hablado, de Madrid.

Londres perderá capacidad en el servicio de banca minorista respecto de otros bancos continentales, y a la vez el resto de Europa carecerá de la flexibilidad y diversidad de los productos financieros que se ofrecen desde la City. Seguramente será un juego en el que todos pierdan, o perdamos.

Los británicos tendrán menos influencia en los asuntos económicos europeos, pero Europa, ya hoy fuera de las urgentes prioridades de Estados Unidos o Japón, y también de otros países emergentes, tendrá menos capacidad de acción global; a menos que se produzca una reacción que lleve a una mayor integración europea en lo económico y en lo político.

Una Europa más integrada en los asuntos energéticos o de defensa, con una política de inversiones comunes dirigidas a la mejora de sus capacidades competitivas, con una integración bancaria real y con una fiscalidad común, sería desde luego un jugador clave a escala global. Un movimiento que, desgraciadamente, hoy es inexistente e, incluso, puede ir en la dirección contraria si se da un proceso de contagio antieuropeo.

Aunque ya se han dado cifras del impacto del Brexit en el Reino Unido, los efectos macroeconómicos reales son muy difíciles de determinar hoy. Son tantos los canales económicos que conectan al país con el resto de Europa, que un análisis detallado llevará tiempo. No sólo están las finanzas, sino también otras importantes relaciones económicas en el transporte, los servicios tecnológicos, el turismo, la construcción, y también la propiedad intelectual.

Dicho esto, hoy por hoy, todos los analistas (salvo los pro-Brexit que estiman impactos positivos en la economía británica) auguran una caída entre el 3 o el 4% del PIB a corto plazo. Una circunstancia que mirada desde el lado de la Europa continental tiene desde luego su cara negativa; ya que, aparte de las inestabilidades financieras que siempre traen los nuevos riesgos, unos países sufrirán más impacto que otros; especialmente, Irlanda y Holanda. Lo cual lleva a concluir que surgirán nuevos conflictos dentro de la Unión, lo que hará muy difícil caminar hacia una mayor integración europea como sería deseable.

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