
Estamos lamentablemente acostumbrados a desayunarnos casi cada día con un nuevo escándalo de corrupción. Que el bochornoso caso de los ERE y los cursos de formación de Andalucía hayan significado una benéfica lluvia de dinero en los próximos al partido, o que se hayan beneficiado de jubilaciones indebidas los "queridos compañeros", a los socialistas les parece cuestión irrelevante. Anecdótica?, cuando es categórica.
Porque si ciertamente ni los expresidentes Chaves y Griñán se hubieren beneficiado de un solo euro, lo que sí es cierto es que todos aquellos "agradecidos jubilados" constituyen la trama clientelar construida por el califato-cacicato socialista en Andalucía. Tantos estómagos agradecidos equivalen a tantos votos de ellos y sus familiares.
Mientras tanto el Partido Popular señala con escándalo farisaico a su tesorero, el infame Bárcenas, culpable de todos los pecados a modo de "cordero sacrificial que quita los pecados? del PP". Cadena de casualidades en la que constructoras entregaban óbolos al partido sin razón aparente. Y que, cosas de la vida, resultaran beneficiadas por muy millonarias adjudicaciones de obra pública, para nuestra partitocracia bipolar (la derecha y la izquierda) les parece cuestión irrelevante.
Aunque hasta el más lerdo tiene claro que cuando una empresa entrega un dinero no lo hace por ideología, sino por la directa relación entre causa y efecto. Y por ello la aparición de Podemos y de Ciudadanos es la consecuencia de una patología: el bipartidismo complaciente, autista.
Ciudadanos plantea la profunda regeneración del sistema. Con la lógica evidente que quien por acción u omisión o permitió o no se enteró de la corrupción sistémica en el PP quede excluido de la pretensión de dirigir la necesaria regeneración de la nación. Así, Rajoy no puede ser el presidente de esta nueva España. Y mientras Ciudadanos plantea una profunda cirugía, Podemos propone la autopsia.