Estoy harto de leer las duras críticas de la prensa británica a España y otros países del Sur (los denostados Pigs o cerdos) por el ascenso del populismo de izquierdas. Estoy cansado de sus cruentas historias sobre las luchas intestinas que primero devorarán a Europa y después su Unión Económica y Monetaria. Hasta el referéndum de la pasada semana jamás había leído una autocrítica del populismo británico sobre su desafección a la globalización, o a su intolerancia con los inmigrantes. La realidad es tozuda y no sigue a los agoreros.
Los españoles, en un ejercicio de responsabilidad, pararon el pasado fin de semana los pies al populismo; Europa corre el riesgo de voladura, pero también puede aprender y corregir sus errores como ocurrió con la crisis del euro. El Reino Unido aún no acierta a dar una explicación convincente al resultado del referéndum; la City de Londres está herida de muerte; sus inmobiliarias sufren desplomes en bolsa de casi el 40 por ciento, al igual que la banca, por temor a las quiebras empresariales. ¿Después de tanto criticar a Europa, acaso esperaban otro resultado? Ahora se ve que los hooligan son ellos. Pero los platos rotos los pagaremos entre todos.
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