
Victoria del PP, fracaso de Podemos, el PSOE baja pero salva los trastos, Ciudadanos se sigue desinflando y las encuestas no sirven para nada. España ha votado estabilidad y no quiere experimentos y si hacemos una lectura democrática del resultado debería dejarse gobernar al PP, ya sea en geometría variable o en coalición con Ciudadanos.
El PSOE no parece, por las primeras declaraciones, que vaya a impedir un Gobierno del PP, sobre todo por lo dicho por Susana Díaz, pero si lo hiciera estaría condenando a España a unas nuevas elecciones que le podrían suponer un mayor drenaje de escaños.
Los errores estratégicos de los partidos han marcado tanto la campaña electoral como la negociación en la legislatura que ahora termina, a excepción del PP que se ha beneficiado claramente de ellos. Rajoy, sin obtener un resultado brillante, es el único líder nacional que crece sustancialmente en escaños, cuando nadie apostaba por este escenario.
Quienes pensaban que sesgar Podemos hacia el comunismo, que más bien es mostrarse tal como es, no iba a hacerle perder apoyos, ignoran el techo que la izquierda radical tiene en España. El populismo es una moda. Como tal pasará y seguramente Podemos ya ha brillado todo lo que tenía que brillar a nivel nacional, independientemente de que en la maltrecha Cataluña el batiburrillo de los de Podemos sea la primera fuerza política y de que gracias a la absurda generosidad de los socialistas, tan dispuestos a hacerse el harakiri, estén gobernando algunas ciudades, en las que tampoco tenían mayoría para hacerlo.
Quizás los socialistas deberían replantearse este escenario y reconstruir sus alianzas con socios menos dañinos para su formación, pero la inteligencia no caracteriza últimamente las decisiones socialistas, que consigue perder sobre lo ya perdido una y otra vez.
Ciudadanos firmó un pacto con el PSOE para formar Gobierno que le ha pasado una tremenda factura en estas elecciones, ya que sus votantes procedían mayoritariamente del PP y una parte de ellos han vuelto. Además, fue un partido perdedor, que no resultó decisivo para la formación de Ejecutivo, lo que probablemente le ha perjudicado en esta segunda vuelta.
El PSOE, amenazado por el sorpasso, ha realizado una campaña en la que partía de perdedor y así es casi imposible ganar. En cierto modo es una pequeña victoria haber ganado a las encuestas, aunque el PP les saque 52 escaños, y así, el descalabro pasa más desapercibido en una formación que se desangra. Claramente Pedro Sánchez no es capaz ni siquiera de mantener sus propios votos estando en la oposición y quizás no pase del próximo congreso. Ha cometido errores políticos de parvulario y básicamente ha sido un juguete en manos de Podemos, que no hacía sino pedirle la luna mientras él les suplicaba un voto para una alianza que se sabía de antemano imposible.
Muchos factores han beneficiado al PP y a Mariano Rajoy, tanto en la campaña como en las negociaciones anteriores. En primer lugar, la posibilidad de que Podemos llegara al poder ha movilizado el voto y ha producido una mayor concentración del mismo, en perjuicio de Ciudadanos. Por otra parte, salir como ganador en todas las encuestas ha reforzado sus posibilidades, que se han visto ampliamente superadas.
La forma en que Rajoy encaró las negociaciones de Gobierno, proponiendo la gran coalición y evitándose el trago de ser rechazado en el Congreso, le han dado réditos. No evidenció en el Parlamento el no de la mayoría de la cámara, papel que le dejó a Pedro Sánchez y que seguramente le ha perjudicado. Ser un perdedor y empeñarse en ponerlo en evidencia tan claramente una y otra vez no beneficia ninguna expectativa de voto futuro.
El PP se ha beneficiado del miedo a Podemos, del Brexit, de la falta de Gobierno, de los errores de los adversarios, que han sido muchos, y simplemente por no cometerlos y por ser la única opción centrada y creíble de Gobierno ha cosechado los suficientes votos como para que nadie pueda negarle que, democráticamente, le corresponde gobernar, quizás no en solitario como hemos dicho.
Ahora, principalmente a Ciudadanos le corresponde una mayor responsabilidad, porque no debe poner vetos absurdos que lo único que van a provocar es una situación de enquistamiento que no beneficiará a la gobernabilidad. Cada uno tiene los apoyos que tiene y puede exigir democráticamente lo que puede exigir. Otra cosa son actitudes antidemocráticas y no respetar la voluntad de los electores. Parece que España por fin puede salir del impasse que comenzó en diciembre. No será fácil, pero probablemente será.