
E l febril comportamiento de los mercados financieros de cara al referéndum del Reino Unido del 23 de junio sobre su permanencia en la Unión Europea muestra que el resultado influirá en las condiciones políticas y económicas de todo el mundo mucho más profundamente de lo que puede indicar el aproximadamente 2,4 por ciento de participación en el PIB global del Reino Unido. Hay tres razones para este impresionante impacto.
En primer lugar, el referéndum sobre el Brexit es parte de un fenómeno global: las revueltas populistas contra los partidos políticos establecidos, principalmente por parte de los votantes más viejos, más pobres, o con menos formación, suficientemente enfadados para acabar con las instituciones existentes y desafiar a los políticos y expertos económicos del establishment. De hecho, el perfil demográfico de los votantes potenciales del Brexit es sorprendentemente similar al de los partidarios estadounidenses de Donald Trump y al de los seguidores franceses del Frente Nacional. Los sondeos políticos indican que los votantes británicos apoyan la campaña del Leave (marcharse) por un amplio margen, 65 por ciento a 35 por ciento, si no terminaron la secundaria, son mayores de 60, o tienen trabajos de baja cualificación. Por contra, los graduados universitarios, votantes menores de 40, y miembros de profesiones con alta cualificación planean votar Remain (quedarse) por márgenes similares de 60 por ciento contra 40 por ciento, y superiores. En el Reino Unido, los Estados Unidos, y Alemania, las rebeliones populistas no solo están alimentadas por agravios percibidos y sentimientos nacionalistas similares, sino que están ocurriendo en condiciones económicas similares. Los tres países han vuelto más o menos al pleno empleo, con tasas de desempleo en torno al 5 por ciento. Pero muchos de los empleos creados tienen bajos salarios, y los inmigrantes han sustituido últimamente a los banqueros como chivos expiatorios de todos los males sociales. El grado de desconfianza hacia líderes empresariales, políticos tradicionales y expertos en economía se hace evidente en el grado con que los votantes están ignorando sus advertencias para no poner en riesgo la recuperación gradual de la prosperidad, dando un vuelco al statu quo. En el Reino Unido, después de tres meses de debate sobre el Brexit, solo el 37 por ciento de votantes coinciden en que el Reino Unido estaría peor económicamente si dejara la UE -desde el 38 por ciento de hace un año. En otras palabras, todos los voluminosos informes -del Fondo Monetario Internacional, la OCDE, el Banco Mundial, y del Gobierno británico y el Banco de Inglaterra- que advierten de forma unánime de las importantes pérdidas del Brexit han sido ignorados. En lugar de intentar refutar las advertencias de los expertos con análisis detallados, Boris Johnson, el líder de la campaña del Leave, ha respondido con jactancia y retórica idénticas a las de la antipolítica de Trump: ?¿quién está remotamente inquieto por marcharse? Oh, créanme, no pasará nada?. En otras palabras, los llamados expertos estaban equivocados antes, y lo están ahora. Esta clase de ataque frontal a las élites políticas ha tenido un éxito sorprendente en el Reino Unido, a juzgar por la última encuesta sobre el Brexit. Pero hasta después de que se cuenten los votos no sabremos si las opiniones expresadas a los encuestadores predijeron el comportamiento real del voto. Esta es la segunda razón por la cual el resultado del Brexit resonará a lo largo del mundo. El referéndum será el primer gran test de si son los expertos y los mercados, o los sondeos de opinión, los que más cerca han estado de la verdad sobre la fortaleza del auge populista. Por ahora, los entendidos en política y los mercados financieros a ambos lados del Atlántico asumen, quizás con complacencia, que los enfadados votantes no dicen a los encuestadores lo que votarán en realidad. Analistas e inversores han atribuido de manera sistemática bajas opciones a las victorias insurgentes: a finales de mayo, los mercados de apuestas y los modelos computarizados situaban las probabilidades de la elección de Trump y del Brexit en torno a solo el 25 por ciento, pese al hecho de que los sondeos de opinión indicaban un apoyo de casi el 50 por ciento para ambos. Si el Brexit gana el 23 de junio, las pocas opciones que coinciden en dar expertos y mercados financieros a las exitosas revueltas políticas de América y Europa adquirirán inmediatamente un aspecto sospechoso, mientras que las altas probabilidades que indican los sondeos de opinión ganarán mayor credibilidad. Eso no es porque los votantes de EEUU estén influidos por Gran Bretaña; desde luego que no. Pero, además de todas las similitudes sociales, demográficas y económicas, los sondeos de opinión en EEUU y Gran Bretaña se enfrentan ahora a desafíos e incertidumbres muy similares, deudoras del colapso de las adhesiones políticas tradicionales y de los sistemas bipartidistas dominantes. La teoría estadística nos permite incluso cuantificar cómo deberían cambiar las expectativas sobre la elección presidencial estadounidense si el Brexit gana en Reino Unido. Supongamos, por simplificar, que empezamos dando la misma credibilidad a los sondeos de opinión que daban casi un 50 por ciento de apoyo al Brexit y a Trump, que a las opiniones de los expertos, que les daban solo un 25 por ciento de opciones. Ahora supongamos que gana el Brexit. Una fórmula estadística llamada teorema de Bayes muestra entonces que la confianza en los sondeos de opinión se incrementaría del 50 por ciento al 67 por ciento, mientras que la credibilidad de la opinión experta caería del 50 por ciento al 33 por ciento. Esto lleva a la tercera, y más preocupante, consecuencia del voto británico. Si gana el Brexit en un país tan estable y políticamente flemático como el Reino Unido, los mercados financieros y las empresas de todo el mundo sufrirán una sacudida en su complacencia hacia las insurgencias populistas del resto de Europa y EEUU. Esta intensificación de la preocupación del mercado cambiará, a su vez, la realidad económica. Como en 2008, los mercados financieros amplificarán la ansiedad económica, generando más enfado antiestablishment y alimentando expectativas aún más altas de revueltas políticas.
La amenaza de tal contagio significa que un voto por el Brexit podría ser el catalizador de otra crisis global. Esta vez, sin embargo, los trabajadores que pierden sus empleos, los pensionistas que pierden sus ahorros, y los propietarios atrapados en patrimonio negativo no podrán culpar a ?los banqueros?. Aquellos que votan por convulsiones populistas no podrán culparse más que a sí mismos cuando sus revoluciones salgan mal.