Firmas

El G-7 le ve las orejas al lobo

  • Un racista, maravillado por dictadores, que puede alcanzar el poder

Como es habitual en estas cumbres, la del G-7 en Japón ha tocado muchos asuntos candentes sin llegar a nada concreto. El cónclave que reunió a los líderes de EEUU, Canadá, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido e Italia (más las autoridades de la Unión Europea) es el primero celebrado en Asia en los últimos ocho años.

Se trataron dos cuestiones centrales: la renqueante economía mundial y la crisis de los refugiados. El anfitrión del encuentro, el primer ministro japonés, Shinzo Abe, insistió en la necesidad de conseguir un paquete coordinado de estímulo fiscal. No está pasando por su mejor momento dentro de su país, debido a los resultados desalentadores de su programa de inyección de liquidez, Abenomics. Los integrantes del grupo de países industrializados, que juntos suponen un tercio del rendimiento económico total, solo acordaron aprobar "una iniciativa común" para relanzar el crecimiento. El plan incluirá medidas de política monetaria; cada país deberá elegir la fórmula mixta (reformas estructurales versus estímulos de la coyuntura) que mejor se adapte a sus circunstancias. Los líderes se pronunciaron también contra el proteccionismo y a favor del rápido avance en las negociaciones del tratado de libre comercio entre la UE y EEUU, que se espera esté listo a finales de año.

Ni se llegó a una solución de cómo abordar la crisis migratoria en Europa. El presidente del Consejo de la UE, Donald Tusk, reclamó más dinero para ayudar a los refugiados. Y más esfuerzo para combatir las causas directas del éxodo: las guerras en Oriente Medio y la expansión del Estado Islámico. Se acordó intensificar la lucha antiterrorista para hacer frente al "preocupante aumento del número de ataques". Pero la solidaridad del G-7 y la comunidad internacional en general es limitada, si bien se reconoce "que se trata de una crisis global".

Hubo además una multitud de problemas en la agenda. Los nefastos efectos para la creación de empleo y el crecimiento que tendría el Brexit. Se dio un consenso general acerca de la necesidad de que Londres permanezca en la UE.

China, segunda economía por volumen de su PIB, pese a no formar parte del G-7, estuvo asimismo muy presente en las discusiones. La razón, la controversia por la soberanía de islas y aguas en una zona estratégica en Extremo Oriente rica en pesca, materias primas y por donde pasan importantes rutas de navegación. Pekín reivindica la práctica totalidad de los mares de China Oriental y Meridional. EEUU y Japón buscan unificar esfuerzos para contrarrestar esa ofensiva, en apoyo a los pequeños países que tienen litigios territoriales con China.

En el conflicto en Ucrania y el papel de Rusia, expulsada del G-8 en 2014 tras anexionarse la península de Crimea, se acusa al Kremlin de apoyar a los separatistas en el este de Ucrania. No se levantarán las sanciones hasta que se hayan implementado completamente los acuerdos de paz de Minsk.

Se instó a Venezuela a poner fin a su crisis interna. Se habló del riesgo que representan las ambiciones nucleares del peligroso régimen de Corea del Norte.

Y el G-7 se comprometió a una "pronta" aplicación del acuerdo de París contra el calentamiento global, para lograr su ratificación.

Por si todo lo mencionado fuera poco, las mismas elecciones estadounidenses de otoño se han convertido en motivo de grave preocupación. La posibilidad de un Donald Trump presidente de la primera potencia se ha transformado en una amenaza concreta. Barack Obama alertó sobre la "ignorancia y arrogancia" del magnate. Un cóctel explosivo.

Tras la cumbre, Obama se trasladó a Hiroshima; ha sido la primera vez que un presidente en ejercicio lo hacía. Había dejado claro de antemano que no iba a disculparse. Tampoco aludió al pasado en su visita anterior al antiguo enemigo de guerra, Vietnam, donde habló de la ampliación de las relaciones bilaterales.

No ha sido, pues, más que un gesto simbólico. Sin embargo, al menos hizo -junto al premier Abe- una declaración "por la paz y la seguridad en un mundo sin armas atómicas". Sus logros en este ámbito han sido, en verdad, pobres. Trump, por su lado, firme defensor del uso de armas en su país, ve bien que sus aliados se equipen con armamento nuclear.

Cabe decir que en esta reunión una vez más no se pasó de las buenas intenciones, pero se habló en profundidad de la compleja situación internacional. Y, sobre todo, se advirtió de un racista que habla maravillas de los dictadores al que, no obstante, millones de norteamericanos podrían dar el poder. Aunque sólo fuera por eso, la cumbre ha valido la pena...

WhatsAppFacebookTwitterLinkedinBeloudBluesky