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La UE debería dejar en paz a Google y crear sus propios gigantes tecnológicos

¿Qué hay que hacer para merecer una multa de más de 7.000 millones de dólares? ¿Esparcir vertido nuclear por Italia? ¿Entregar a los piratas ucranianos la mitad de las contraseñas bancarias de Internet del continente? ¿Introducir carne de perro en millones de hamburguesas? Debe de ser algo bastante atroz. Pues no, ante la creciente ferocidad de los reguladores antimonopolio europeos basta con destacar supuestamente las aplicaciones propias en un sistema operativo diseñado y construido por uno mismo y, zasca, 7.000 millones por favor.

Se cree que esta semana la UE adoptará medidas contra Google, la unidad de búsqueda de Alphabet, por dar supuesta prominencia injusta a su propio software de mapas y búsquedas en los acuerdos que alcanza con los fabricantes de teléfonos inteligentes que soportan su sistema operativo Android. Si prospera la demanda por abuso de mercado, la multa podría alcanzar el 10% de los beneficios en 2015, es decir, más de 7.000 millones de dólares. Peor aún, podría verse obligada a cambiar su funcionamiento, con la posible afectación a sus negocios.

Pero esperen, qué locura. El ataque hacia Google solo es la última de una serie de medidas emprendidas contra los gigantes tecnológicos por los reguladores europeos. Ninguna tiene mucho sentido, ya que haga lo que haga, en general Google abre los mercados a mucha más competencia de la que restringe. En realidad, parece cada vez más un acto de frustración. La UE debería dedicar menos tiempo a atacar a las empresas estadounidenses y mucho más a plantearse cómo crear las suyas propias.

Una medida del éxito actual para un gigante tecnológico puede ser cuánto tarda la UE en lanzarle una campaña antimonopolio. Cuando Microsoft era la mayor bestia del sector informático, la UE dedicó buena parte de una década a obligarle a separar su navegador de Internet de su sistema operativo, y la empresa acabó con una multa de 2.200 millones de euros.

Cuando Intel era el único jugador serio en microchips fue investigada por dominar el mercado, y se le impusieron penalizaciones de 1.200 millones de dólares. A Google ya se le ha sometido a una investigación por su dominancia del mercado de búsquedas, y ahora su posición de poder en los teléfonos móviles se enfrenta a un ataque similar. Se ha abierto una investigación contra Amazon por su dominancia del mercado de libros electrónicos mediante su tienda Kindle.

A este paso, no habrá que esperar mucho hasta que Europa arremeta contra Uber, y Netflix no escapará del escrutinio por mucho más tiempo. Con varios miles de millones de euros de cada una de estas empresas, tal vez la UE tenga bastante para rescatar a Grecia hasta las navidades. Y sin embargo, teniendo en cuenta todos los aspectos, no debería quejarse por tres motivos.

Primero, un motor abierto de búsquedas como Google, o un sistema operativo como Android, genera mucha más competencia de la que es capaz de reprimir. Cientos de miles de empresas nuevas y dinámicas pueden crecer enseguida por la facilidad de Internet para alcanzar a millones de clientes potenciales. Es curioso que en el mercado de búsquedas las quejas contra Google procedan de empresas establecidas como la editorial alemana Axel Springer, acusada también de aplastar a la competencia. Muchas quejas vienen de actores establecidos que esperan protección.

Segundo, la empresa en sí es rabiosamente innovadora. Alphabet, la matriz de Google, destina 10.000 millones de dólares al año a investigar nuevos proyectos, más de lo que Airbus gastó en el súper jumbo A380, tal vez el ejemplo más impresionante de la tecnología europea en las dos últimas décadas. Es difícil alegar que la compañía impide la innovación cuando gasta tanto en crear cosas nuevas.

Por último, la historia en si de Internet nos dice que aunque crea empresas todopoderosas enseguida, no conservan el dominio por mucho tiempo. A nadie le preocupa que IBM se vaya a hacer con el mundo, como pasaba en los setenta y ochenta. Microsoft sufrió presiones en EEUU, y Europa, pero fueron sus competidores quienes contuvieron el poder de la empresa, no los reguladores. Google puede que domine Internet ahora mismo, pero ¿en la próxima década también?

Quién sabe, cada vez más la gente encuentra páginas web en los medios sociales, y eso a Alphabet no se le da muy bien, por lo que podría ver su posición amenazada. El mercado decidirá y se moverá mucho más rápido que cualquier regulador en Bruselas.

Peor aún, las continuas investigaciones parecen cada vez más motivadas por los celos. El contraste con Volkswagen es penoso. El fabricante de coches alemán actuó indudablemente muy mal al manipular las pruebas de emisión de sus vehículos diésel y, por ahora, la UE no le ha impuesto multa alguna. Por lo visto, solo la industria americana atrae su ira.

La verdadera cuestión que debería plantearse Europa es por qué ha producido tan pocas grandes empresas tecnológicas propias. En los últimos años, la sueca Spotify es la única sustanciosa (un balance pésimo para un continente con más habitantes que Estados Unidos). En realidad, la explicación es sencilla. Pongamos un ejemplo.

Allá por 2008, pinchada por los gobiernos francés y alemán, la UE vertió 90 millones de euros y mucho más tiempo y esfuerzo en la creación de Quaero (que significa, astutamente, "busco" en latín). La idea era levantar un rival europeo a Google. ¿Cómo le fue? La página fue desechada en silencio en 2013. Precisamente esa postura estatalizada y subsidiada es la que ha impedido a Europa competir en el sector tecnológico.

A los reguladores de Bruselas les iría mejor si dedicaran su tiempo y sus presupuestos a maquinar ideas para fomentar que los emprendedores y capitalistas creen gigantes en Internet. Si tuviera algunos propios, tal vez no se vería en la necesidad de atacar a los de EEUU.

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