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Después de Nueva York...

  • Sanders ha logrado que Hillary se escore a la izquierda

La nominación de Hillary Clinton es casi segura. El camino de Donald Trump, que también venció con holgura en su Estado natal, se presenta más complicado. El año electoral más irregular que se recuerda se debe a la presencia de dos candidatos atípicos: el propio Trump y Bernie Sanders para los demócratas. Así, la primaria del Empire State ha tenido una relevancia mucho más grande que en ocasiones anteriores. Tras una campaña neoyorquina bastante tensa, la exsecretaria de Estado sabe que la victoria está a la vista. Pidió la unidad de su partido y se mostró condescendiente con su rival: "No es suficiente con diagnosticar los problemas, hay que explicar cómo los vas a resolver". Sin embargo, la exsenadora por Nueva York, de 68 años, aclamada por sus simpatizantes, tendió la mano a los seguidores de Sanders: "Nos unen muchas más cosas que las que nos dividen".

Además de ir por detrás en número de delegados -los elegidos en las primarias o caucus- Sanders no ha podido seducir a los superdelegados, todos cargos electos o activistas del partido. Tienen su puesto en la convención de forma automática. Son libres de apoyar a cualquier candidato. El gran problema del "socialista democrático" es que sólo se hizo demócrata para presentarse a estas elecciones. Durante 25 años estuvo en el Congreso como independiente.

La permanencia en campaña de Sanders con unas posibilidades mínimas de victoria muestra a las claras su plan B: si no llega a ser candidato quiere al menos influir en el programa del partido para los próximos años. Y lo está consiguiendo. Hillary se está escorando a la izquierda. El senador por Vermont la ha llevado a su terreno: un salario mínimo a nivel nacional, críticas al Acuerdo Transpacífico y al polémico oleoducto Keystone XL que transportaría petróleo desde Canadá a EEUU, etc. Ha logrado que el término socialista ya no sea una mala palabra para los electores norteamericanos, y que, como en los países europeos, pueda convertirse en una opción más. Naturalmente, una vez asegurada la candidatura, Hillary intentará volver al centro. Pero su libertad de acción quedará coartada por las promesas hechas. Y necesita contar con el ímpetu de la juventud -que se siente abandonada por las élites- y que mayoritariamente sigue a Sanders.

Entre los republicanos, y pese al espaldarazo de Nueva York, Trump difícilmente logrará llegar a la convención con los delegados necesarios. Será la primera convención "abierta" en décadas. Todo indica que habrá más de una ronda de votación.

Con sus comentarios dirigidos contra inmigrantes o musulmanes, el excéntrico Trump ha generado un amplio rechazo. Sus declaraciones xenófobas y su nacionalismo populista han causado gran agitación y desorden. Es la razón por la que no logra convencer al establishment republicano, espantado con la idea de que sea su candidato presidencial. Es demasiado grande el riesgo de perder el Senado y ver disminuir el número de escaños en la Cámara de Representantes, que recuperaron en 2010.

Curiosamente, Trump tiene un problema en común con Hillary, más allá del distinto escenario que encontrarán en sus respectivas convenciones, ambos son los políticos con peor imagen de la campaña. En vista de ello el magnate inmobiliario aplicó una inusual estrategia en Nueva York: mantuvo un perfil bajo. Ganó por una fuerte diferencia. Parece haber dejado atrás los discursos incendiarios e insiste en sus propuestas económicas haciendo hincapié en su ventaja en delegados y votos. Ahora busca mayor solidez. En este sentido, se rumorea que pudiera llegar a elegir a Colin Powell, general retirado y secretario de Estado durante el primer mandato de George W. Bush, como candidato a la vicepresidencia. El perfil moderado de Powell sería un contrapeso al radicalismo del multimillonario.

A Trump la victoria le permite recuperar iniciativa en la carrera a la investidura, tras una serie de derrotas en el centro y medio oeste a manos de Ted Cruz. Los votantes republicanos en los Estados del noreste no están favoreciendo la ortodoxia evangélica representada por Cruz, que no volverá a ganar hasta que la campaña regresé al oeste en algunas semanas. Para entonces quizá sea demasiado tarde. El senador ultraconservador de Texas es consciente de que su única oportunidad es que la de julio será una convención dividida. Sólo le queda la esperanza de que las maniobras tras bastidores le den la nominación en julio.

El martes hay primarias en Connecticut, Delaware, Maryland y Rhode Island y Pennsylvania. En este último -el más importante de los cinco- Trump y Hillary encabezan los sondeos.

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