
Lejos quedan aquellos días de los años noventa del pasado siglo en los que un operador de telecomunicaciones, la telco 1.0, proporcionaba simples servicios de voz y datos desde redes fijas, y comenzaba a ofrecer telefonía móvil junto con otras capacidades, como las redes de servicios integrados. También resulta ya olvidada la telco 2.0 de los 2000, que ofrecía Internet de "banda ancha" o voz sobre IP, que no era sino poder hablar de un PC a otro a través de Internet. E incluso nos parece de lo más normal chatear desde el móvil, enviar fotos o recibir y contestar emails sin darnos cuenta de que no ha sido sino un paso más en la evolución tecnológica de los operadores de telecomunicaciones, que habían llegado a su estadio siguiente: la telco 3.0.
Sin embargo, desde el inicio de esta década, más o menos, el mundo digital ha sufrido una enorme transformación; donde las compañías de servicios de telecomunicaciones ya no compiten sólo entre ellas, sino que lo hacen con otros jugadores tecnológicos de enorme capacidad. Ahí están Google, Microsoft, Facebook, Amazon, Apple o Samsung, que han entrado de lleno en la esfera de los servicios digitales, con aplicaciones (las famosas app) fuera del alcance de las compañías de telecomunicaciones. Lo cual ha permitido a esas empresas generar enormes beneficios que les permiten seguir invirtiendo en nuevos modelos de negocio para estar más cerca del cliente final, beneficiándose así de manera directa de sus necesidades.
Pero esto no es todo, las telcos se enfrentan también hoy a otros proveedores de servicios como Dropbox, Linkedin, Whatsapp, Instagram, Twitter o Flickr, que funcionan en paralelo con los anteriores. Todo lo cual fuerza a los operadores a desarrollar el nuevo modelo: la telco 4.0, donde son necesarias importantes inversiones para aumentar la capacidad de sus redes fijas y móviles, y para absorber los servicios proporcionados por aquellas empresas y otras que, desde la industria, entrarán a ofrecer nuevas soluciones: lo que ya se conoce, por ejemplo, como industria 4.0, big data o servicios de salud e-health.
Además, este cambio obligará a las telcos a competir también con aquellas en sus propios mercados; para lo cual deberán reinventarse y desarrollar nuevas ofertas de servicios de valor añadido que fidelicen a sus clientes y recojan de ellos el valor económico que normalmente se va hacia las empresas de Internet, en una confluencia tecnológica donde también estará la televisión. Algo que resulta esencial para su supervivencia, incluida la necesidad de mantener un esfuerzo inversor constante en redes de telecomunicación cada vez más innovadoras, con nuevas capacidades y servicios multimedia.
Todo un desafío que, desgraciadamente, se encuentra con otras dificultades ajenas al propio mercado. Un mercado cada vez más abierto, innovador y competitivo; con múltiples jugadores que se "benefician" de las infraestructuras que, con gran esfuerzo y por necesidad vital, ponen a su servicio las telcos. Nos referimos en este caso a la regulación que emana de los estamentos políticos. Unas decisiones que, ajenas al imparable movimiento tecnológico, ven en los operadores de telecomunicaciones un recurso fácil para aumentar la recaudación; con un criterio obtuso a la hora de liberalizar el mercado, en los que el "incumbente" se ve forzado a pagar la liberalización del mismo, lo que le supone una carga adicional con la que lidiar en un mercado cada vez más complejo y agresivo. Un regulador que, a veces, favorece a la empresa foránea y penaliza al operador local sin ningún criterio de equidad. Un hecho ya antiguo, que sucedió en los noventa al hilo de la liberalización de la telefonía móvil, que sirvió a la clase política de muchos países europeos a reinvertir aquellos recursos en nada que tuviera que ver con la innovación. O más cercanamente, en el nuestro, cuando se quiso cubrir las pérdidas de la televisión pública con unas absurdas tasas a las telcos.
Y en este difícil contexto está Telefónica. Uno de los operadores de telecomunicaciones líderes a nivel mundial, con más de 120.000 empleados, con inversiones anuales del orden de 10.000 millones de euros, con ingresos por encima de los 50.000 millones, que es la tercera operadora mundial en inversiones de I+D, con más de 340 millones de accesos. Una empresa que se ve sometida con frecuencia a la incomprensión del propio regulador español.
Donde las injerencias políticas son bien conocidas, y donde por la habilidad de los actuales directivos, con su presidente a la cabeza, ha podido sortear las dificultades de la crisis económica con el rumbo puesto para convertir a Telefónica en una telco 4.0 líder a nivel mundial. Quizás, por la sabiduría acumulada y pensando en el futuro, el actual presidente, con un sentido de estado del que carecen muchos dirigentes políticos en nuestro país, ha decidido apostar por la continuidad para salvar la joya de la corona, antes de que, en un momento tan confuso políticamente, tuviera que hacer frente a las presiones provenientes de un nuevo e imprevisible regulador local.