
La migración de personas es un fenómeno tan importante y con tantas y tan enrevesadas consecuencias económicas, sociales y políticas que habitualmente da lugar a todo género de confusiones, falacias, solipsismos, buenismo y wishful thinking. Pocos aspectos como la migración propician tantos errores de intelección.
Por todo esto, la migración es un tema tabú. Y, sin embargo, la movilidad de la población es esencial para un sistema económico, social y político como el europeo y el global basado en la libertad personal y en el libre movimiento de las mercancías, el capital y el conocimiento. Sin ánimo de deshacer los entuertos que constriñen el análisis y las políticas sobre migración, vamos a considerar algunos.
De hecho, conviene mucho detenerse en la migración. Justamente, Europa tiene dos de sus mayores retos en la migración, que es ínfima en el interior y potente desde el exterior. Efectivamente, a pesar del mercado común, en la Unión Europea (UE) los mercados de trabajo siguen siendo completamente nacionales. Por ello las tasas de empleo y de desempleo son dispares, y cada vez lo son más. Según países, las tasas de empleo alcanzan entre un 55 y un 80 por ciento de las personas entre 15 y 65 años. Y las tasas de desempleo afectan a entre un 25 y un 5 por ciento de los activos. La migración interior es exigua. En este contexto, además, Europa se ve atenazada por una presión migratoria exterior imponente, imposible de manejar sin control de las fronteras.
No hay migración interior y hay mucha inmigración exterior. Y ésta influye en aquella. La inmigración exterior socava la migración interior. La inmigración exterior amaina las oportunidades de los trabajadores nacidos en los Estados Miembros (EM) de la UE donde el paro es endémico y los salarios son menores. Al ser nula la migración interior europea, ni el empleo ni el paro ni los salarios se promedian. Complementariamente, y para desgracia de Europa y para pena de su gente, la gran porosidad de las fronteras exteriores de la UE está llevando a muchos EM a la impermeabilizar las fronteras con sus vecinos. Por una conjunción de motivos económicos, sociales y políticos, en la UE se extiende el cierre de las fronteras interiores.
Por otra parte, conocemos que debido a la fuerte caída de la natalidad y al paulatino aumento de la longevidad, la población europea envejece y decrece. De modo que, además del motivo económico -compensar las diferentes tasas nacionales de empleo, de desempleo y de salarios- el envejecimiento de Europa es un motivo socio-histórico adicional y no menor que justifica que la UE debería tener, efectivamente, un vivaz interés en fomentar la migración interior y una adecuada inmigración exterior.
Aunque la migración sea tabú y siempre se eluda su consideración, y aunque dé pie a múltiples enredos, las características de la migración interior y exterior influyen de manera esencial en el presente y en el futuro económico, social y político de la UE y de casi todos sus EM. Naturalmente, la inexistencia de migración interior no es casual, sino que responde a una lógica poderosa: básicamente, la no migración interior se debe al desarrollo de las prestaciones sociales por cada EM. El Estado del bienestar ha reducido los incentivos a la movilidad interior en la UE y ha incrementado los incentivos a la inmigración exterior hacia la UE.
Del mismo modo, la crisis inmigratoria exterior de Europa tiene también su propio y poderoso fundamento: la disparidad entre los niveles de desarrollo a cada lado del Mediterráneo; la destrucción de Oriente Medio y África, antes con el colonialismo europeo y hoy por el extremismo islamista, la guerra, el genocidio y la barbarie; así como la tarea de las mafias de traficantes de personas, favorecidas por el interés de varios países en desgastar a la UE.
Así pues, en asuntos de migración, Europa está atada de pies y manos. Hablar del tema no se considera correcto, pero sus efectos son colosales. En el interior de la UE nadie se mueve, no se balancean los mercados de trabajo, no se aprovecha la complementariedad ni las capacidades de los demás. Desde el exterior, la crisis migratoria está minando a la UE, siembra desconfianza en la gente y enfrenta a los gobiernos de los EM.
La suspensión de las condiciones de libre circulación de Schengen, el malestar en casi todos los EM, y especialmente en los del sur, el ardor en los países del este y varios del centro de Europa, los desequilibrios económicos y sociales entre la europeriferia y el eurocentro, incluso el reciente trágala del premier Cameron a la Unión, todos estos aspectos de la dinámica de la UE están relacionados con el no tema, con la no migración interior y con la inmigración exterior. Manejar malamente esta realidad tabú que es la migración tiene consecuencias económicas y sociales, y también tiene efectos políticos graves: potencia el populismo nacionalista, opuesto al espíritu europeo de respeto, entendimiento y progreso en común.
Con fronteras interiores y sin migración interior no habrá Europa. Sin fronteras exteriores y con excesiva inmigración exterior no habrá Europa. Sin integración no habrá Europa. Igualmente, sin un buen desarrollo económico (con estructuras empresariales enraizadas, intenso crecimiento del PIB y la productividad, consumo de masas), sin un profundo desarrollo social (integración religiosa, étnica y cultural) y sin un verdadero desarrollo político (respecto a la vida, derechos personales, democracia y Estado de derecho), sin el desarrollo de estas tres facetas en el ancho y conflictivo vecindario europeo, la UE no florecerá, ni aún sobrevivirá. En relación a la migración, Europa tiene cuatro desafíos que afectan a su esencia misma así como a una parte considerable de la humanidad: mucha más migración interior, junto a crecimiento europeo equilibrado; e inmigración exterior mejor regulada, junto a desarrollo profundo de los países vecinos de la UE y demás emergentes.