
Es conocido que la primera víctima en la guerra es la verdad... y en las elecciones el sentido común y, peor todavía, el sentido del ridículo. Las campañas electorales debían ilustrar a la ciudadanía sobre las ventajas y desventajas de este o aquel proyecto. Para exponer y criticar, con la subjetividad lógica... pero con un respeto mínimo al electorado.
Pues no. Si ya en los remotos 70 Enrique Tierno Galván afirmó que "los programas políticos se hacen para no ser cumplidos", la evidencia nos demuestra que es más potente el chascarrillo, el eructo intelectual que un mínimo nivel en el debate.
A Ciudadanos, ese partido creado desde el hartazgo de quienes desde su vida profesional clamaban por la regeneración del sistema invadido e infectado por el oligopolio bipartidista, desde ese mismo binomio y con la inestimable ayuda del populismo marxistoide-anarco-peronista de Podemos se le tildó de "la marca blanca del PP", de "partido del Ibex 35".
Menos rebuznar, más razonar
Ciertamente es mucho más fácil el rebuzno descalificatorio que el razonamiento... aunque el devenir de los acontecimientos demostró que unos y otros tuvieron que tragarse sus memeces. Así el PSOE dejó de invocar marcas blancas e Ibex cuando pactó el común programa de regeneración y progreso con el antes descalificado Ciudadanos.
Y poco después, desde la tribuna del Congreso, Pablo Iglesias (confundiéndola con una tertulia) afirmó que el PSOE no era sino un epítome de la oligarquía financiera, de los grupos de presión, de la OTAN y hasta de los protocolos de los sabios de Sion creyendo que la ciudadanía carece de memoria o de inteligencia... ya que estos "traidores socialistas vendidos al capitalismo" eran justamente con quienes días antes habían querido formar ¡un Gobierno "de izquierdas y de progreso"!
Y en esas estamos, con eslóganes. Pensando unos más en los sillones (ministeriales) que en los millones (de españoles), como justamente denunció Albert Rivera.