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Equilibremos los derechos para reducir la dualidad laboral

Tres noticias, aparentemente contrapuestas, ocupaban espacio ayer en la página web de este periódico. Al menos dos de ellas, alarmantes. El Consejo de la Juventud calcula que unos 300.000 jóvenes se ven obligados a vivir con sus padres. Y eso que algunos están trabajando y perciben un salario, pero es tan pobre que no se pueden permitir el lujo de desarrollar un proyecto de vida propio.

El segundo titular, tanto o más preocupante, es que en España la tasa de actividad entre los mayores de 55 años es una de las más bajas del continente. Más de la mitad de los activos de esa edad no tienen un empleo. Es decir, que, al margen de las graves consecuencias personales y sociales que eso tiene, la vida laboral se estrecha peligrosamente en nuestro país, con la consiguiente repercusión para el sostenimiento del Estado del Bienestar y de las pensiones.

Hay un tercer titular, aparentemente inconexo y, este sí, "positivo": los trabajadores españoles viven mejor que los de Noruega, Alemania o Suecia. Están al mismo nivel que los daneses. ¡Los que trabajan -se dirán aquellos que no tienen opción-! Esa es la eterna cuestión, que unos, los que tienen sitio en el mercado laboral, están blindados por el sistema con todo tipo de prebendas, y otros, los que están fuera, solo son objeto de grandilocuentes declaraciones que no van a ninguna parte. ¿Y si equilibráramos los derechos para reducir esa brecha, esa profunda dualidad?

Es tan pobre la vida política española que, en las últimas horas, antes de la votación de investidura, el único debate se centra en si se mantiene o se deroga la reforma laboral. Nadie quiere entrar en la letra pequeña, ni de esa reforma ni de cualquier otra, porque entonces tendría que explicar cómo resolver esas desigualdades, es decir, reducir los derechos de unos para facilitar el acceso de los otros. Es más fácil quedarnos en el titular.

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