
Tecnología punta. Rabiosamente ambiciosa y agresivamente expansionista. Y su nombre también empieza con a. Por muchas razones, cuesta distinguir entre Apple y Alphabet, como ahora se hace llamar Google. Que una de ellas se convierta en la mayor empresa del mundo y supere a la otra debe de ser tan importante como cambiar de tono de calcetines. A nadie le interesa mucho.
Pero desde otro punto de vista sí importa. El título de la mayor empresa del mundo es, por supuesto, en su mayor parte simbólico, pero los símbolos tienen la misma importancia en el mundo corporativo que en el resto de las áreas de la vida o incluso más. La campeona se convierte en un modelo a emular.
Por eso la consecución de la corona de Apple por parte de Alphabet es tan significativa, ya que representa la victoria de los sistemas abiertos, los productos gratuitos para el consumidor y la innovación en vez del marketing. Alphabet tiene muchos defectos, entre ellos su reticencia a pagar impuestos, pero será un modelo mucho mejor para el resto de la economía global.
El traspaso del testigo, y con él muchos derechos de alardeo empresarial, se veía venir desde hace tiempo. Apple sigue siendo una empresa formidable y aunque le cueste recuperar el éxito increíble que le permitió lanzar el iPod, el iPhone y el iPad en rápida sucesión, no está acabada ni mucho menos. Aun así, nadie puede negar que se ha estancado y que desde la muerte de su fundador Steve Jobs no ha conseguido crear ningún producto nuevo realmente innovador.
Alphabet, por su parte, va viento en popa. Domina el mercado de las búsquedas desde hace tiempo, su sistema operativo Android de móviles es líder en el mercado y amplía gradualmente su alcance a multitud de nuevos productos. La brecha en valor de mercado entre ambas empresas lleva meses cerrándose. Tras unos resultados mejores de lo previsto este lunes, Alphabet, con sus 560.000 millones de dólares, estará valorada 30.000 millones de dólares por delante de Apple.
Las clasificaciones de las grandes multinacionales varían constantemente con el tiempo, a medida que las fortunas empresariales suben y bajan. A principios de la década, PetroChina fue brevemente el negocio más valioso del mundo. Sin embargo, hoy en día cuesta pensar en una combinación más tóxica que China y el petróleo. Los sectores se ponen y se dejan de poner de moda pero siguen marcando un ejemplo para el resto del mundo. Los empresarios aspiran a aprender las lecciones de los grandes del mundo. Y las demás corporaciones también. Marcan una plantilla que el resto del mundo quiere seguir.
¿Qué simboliza la victoria de Alphabet sobre Apple?
Es un negocio distinto en tres sentidos y será un modelo muy diferente. En primer lugar, es una empresa abierta, no cerrada. El escritor italiano Umberto Eco quizá se haya pasado de intelectualidad cuando describió Apple como una empresa esencialmente católica y su rival como protestante, pero algo intuía.
Pongamos los teléfonos inteligentes, el producto nuevo más apasionante lanzado en la última década. Apple se merece el crédito por haber inventado el mercado y las inmensas recompensas financieras que ha obtenido por ello, pero sigue siendo un hecho que trató de controlar el sector. Solo se podía comprar un teléfono Apple. Por el contrario, el sistema Android diseñado por Alphabet está abierto a muchos fabricantes. Se puede comprar un Android con casi cualquier configuración que se quiera y bastantes que no. Es un mercado mucho más abierto y competitivo, y permite que prospere mucho más la innovación y la experimentación. ¿El resultado? Los precios son mucho más bajos y el ritmo de la innovación mayor, lo que favorece al resto de la economía global.
En segundo lugar, Alphabet es paladín de lo libre. La genialidad de Apple ha sido mantener precios muy altos de productos de primera necesidad. Se pueden comprar muchos teléfonos inteligentes y tabletas, pero se paga mucho más si son de Apple. Alphabet, al contrario, ofrece una cantidad impresionante de cosas por nada. Está su motor de búsqueda, desde luego, pero también los mapas, el sistema de correo, el almacenamiento de fotos y decenas de productos más.
Su éxito consolida la gratuidad de casi todo en Internet. Eso podrá ser bueno o malo (para los medios en general, por ejemplo, lo "gratis" ha resultado ser tóxico) pero para el consumidor final es innegablemente óptimo. Todas las cosas gratis que recibimos de Alphabet nos han enriquecido, aunque esa riqueza no se pueda calcular en cifras convencionales del PIB.
Por último, Google es una empresa innovadora, no comercializadora. Apple es una máquina fantástica de márketing pero ha inventado muy poco. Su atractivo era el diseño y la unión de tecnologías existentes en un paquete convincente. Y eso no se debe infravalorar. Aun así, contrasta mucho con Alphabet, que derrocha decenas de miles de millones en muchos proyectos a menudo excéntricos. Desde los coches sin conductor hasta los hogares conectados, pone a prueba una retahíla increíble de productos nuevos.
El año pasado destinó más de 9.000 millones de dólares al I+D. Gran parte de ese dinero se echará a perder (qué más da, es su dinero) pero si consigue crear algo útil (es complicado gastarse 9.000 millones de dólares sin inventar nada), todos nos beneficiaremos.
Nadie sabe por cuánto tiempo seguirá Alphabet a la cabeza, eso está claro. Un producto excelente de Apple la situaría de nuevo en la cima. Facebook les sigue muy de cerca y, por supuesto, también está Amazon. El resurgimiento de Microsoft, para sorpresa de muchos, no se hará esperar. Aun así, hasta que aparezca alguien que la baje de su pedestal, el triunfo de Alphabet es la victoria de los sistemas abiertos y la innovación, las dos cosas que más necesita la economía global.