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Gane quien gane en Iowa, el mercado pierde

En la imagen el millonario estadounidense Donald Trump.

Una guerra comercial entre las dos mayores economías del mundo que haría parecer a los años treinta como una edad de oro. Un bloqueo que impediría a las empresas abandonar el país. Una tasa máxima del impuesto de la renta del 52%, mayor que en Francia. A juzgar por las políticas sobre la mesa, podríamos pensar que hablamos de Corea del Norte o aún Venezuela. Sin embargo, hablamos de Estados Unidos.

Las votaciones de las primeras primarias en la carrera a la presidencia empiezan hoy y el resto del mundo observa con un sentimiento creciente de espanto y perplejidad.

Abundan las teorías sobre por qué los mercados globales están tan nerviosos, desde la bajada del precio del petróleo hasta la ralentización de la economía china, pero he aquí un motivo que casi nadie comenta. Estas elecciones presidenciales de Estados Unidos, para el resto del mundo, son las más aterradoras de los tiempos modernos: justo cuando el país debería ser el pilar de la estabilidad en el mundo, se desvía hacía extremos políticos. Hasta que esté claro que no habrá un presidente Trump ni Saunders, y eso podría no suceder hasta abril, hay pocas probabilidades de estabilidad.

La carrera de 2016 empieza en realidad el 1 de febrero con el comité de Iowa, seguido rápidamente de las primarias de New Hampshire el 9 y las de Carolina del Sur poco después. A mediados de marzo, deberíamos de tener una idea bastante clara de quiénes son los candidatos y qué políticas se llevarán con ellos a la Casa Blanca. El problema es que las opciones son nefastas.

Nefastas opciones

Del lado republicano, llevamos mucho tiempo esperando que se hunda el apoyo a Donald Trump. Sin embargo, casi llegado el gran día, hay pocos indicios de que vaya a estallar su burbuja. Si la gente no ha decidido aún que no es precisamente el más cualificado para ostentar el cargo más poderoso del mundo, ¿cuándo lo hará? Su retórica nacionalista puede que atraiga a las bases pero en el resto del mundo asusta. Las posturas políticas detalladas no son lo suyo pero amenaza constantemente con imponer de inmediato aranceles comerciales tremendos a China, entre otros.

¿Cuál será el desenlace? Los mercados ya están muertos de miedo por una deceleración relativamente modesta de un crecimiento súper rápido a muy rápido en China. Si la segunda mayor economía del mundo y la máxima exportadora se queda sin acceso a la mayor economía del mundo, los efectos serán catastróficos para el PIB. Se cerrarán fábricas y su sistema bancario, ya de por sí endeble, entrará en caída libre. Estaría garantizada una gran depresión mundial, parecida o incluso peor que la de los años treinta. En otras palabras, las consecuencias no serán precisamente buenas.

La carrera demócrata no es mucho más apasionante. A la favorita, Hillary Clinton, le pisa los talones el veterano socialista Bernie Saunders. ¿Sus políticas? Un tipo impositivo para las rentas más altas del 52%. Incluso en Francia es de solo el 45%, tras un experimento breve y calamitoso con el 75%. Saunders empuja a Clinton hacia la izquierda para conseguir la nominación.

Un ejemplo: ella hace campaña contra la manera en que muchas empresas estadounidenses acumulan dinero en el extranjero y se fusionan con competidoras foráneas para variar su base imponible, y propone un impuesto importante de salida para las empresas que quieran abandonar el país. La solución real es recortar el tipo corporativo americano, que puede alcanzar el 39%, el tercero más elevado del mundo (solo Chad y los Emiratos Árabes Unidos recaudan más).

En su lugar, propone castigar a las empresas que se marchen del país. ¿Lo siguiente serán las personas? Es la clase de política que habría surgido en la Alemania del este, no exactamente una plataforma inspiradora para el gobierno. Clinton tiene mucha experiencia pero es una candidata cansada y deslustrada, que podría haber quedado fatídicamente perjudicada por su historia.

Todavía podría aparecer un candidato centrista y experimentado del caos. El senador de Florida Marco Rubio parece la clase de candidato que el resto del mundo podría apoyar: es un reformista dinámico y ha tenido muchas ideas sensatas. El ex alcalde neoyorquino Michael Bloomberg baraja la idea de presentarse como independiente y sería un alivio para casi todos fuera de Estados Unidos. Pero en un momento en que los populistas se están haciendo cargo de las economías desarrolladas, un multimillonario arisco y tecnocrático no parece exactamente el ganador más probable.

Cualquier otro año, una carrera presidencial caótica no hubiese importado mucho pero este año sí. La economía estadounidense puede que se recupere más rápido que las del resto del mundo pero hay ciertos problemas estructurales preocupantes a largo plazo. La tasa de actividad del país solía ser líder del mundo pero ha bajado del 67% en el año 2000 al 62%, el punto más bajo en 17 años.

El número de empresas nuevas se ha hundido tanto que lo que fue el país más emprendedor del mundo ahora presenta una pérdida neta de empresas al año. Los impuestos corporativos están muy por encima de la norma global y los privados no son tan competitivos como antes. Pocas economías prosperan a largo plazo si cada vez hay menos trabajadores y empresas nuevas. Se podría esperar que unas elecciones serían el momento adecuado para tratar estos temas e incluso estudiar cómo revertirlos, pero no hay indicios de ello.

China forcejea con la transición a una modernización integral e incluso más democracia con el tiempo. Europa está abrumada por la crisis de los refugiados y sigue tocada por una moneda única que la ancla en una recesión permanente. La economía global necesita una economía estadounidense sólida, estable pero también reformista, quizá más que nunca desde los años cincuenta.

Por desgracia, justo en este momento, la carrera presidencial se convierte en una de las más raras en décadas. Hasta que surja un presidente creíble, no esperen mucha estabilidad en los mercados. Los inversores hablarán de China y el petróleo pero el próximo inquilino de la Casa Blanca es lo que de verdad les preocupa.

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