Firmas

Razones para no tragarnos el señuelo de Saudi Aramco

Un billón, dos billones... Algunas estimaciones sitúan el valor potencial de Saudi Aramco hasta en diez billones de dólares. Por ahora, es difícil concretar el valor de este gigante del petróleo de Arabia Saudita si sigue adelante su oferta pública inicial (OPI). De lo que no cabe duda es que será probablemente la compañía más cotizada del mundo, que eclipsaría incluso a Apple.

Los financieros de Wall Street y la City de Londres se relamen. Las tarifas de la OPI serán enormes y la excitación tremenda. Esperen oír mucho de lo estable que es la empresa, lo grandes que son sus reservas y lo reducido de sus costes de producción para aguantar hasta las recientes caídas del precio del petróleo. Incluso podría cotizar parte de su capital en Nueva York o Londres, o quizá en las dos, con el consiguiente impulso de esos centros financieros.

Pero a pesar de la abundancia, hay que ser precavidos por dos razones. La primera es que, como sabemos, el precio del petróleo se hunde. Después, que el régimen saudí, apuntalado por unos ingresos menguantes del petróleo, parece más y más precario cada vez. Si se derrumba, los inversores de la petrolera nacional se quedarán muy expuestos. Por supuesto, poner Saudi Aramco en el mercado dará beneficios a corto plazo pero también muchas aflicciones a largo.

Todavía está por ver cuándo y en qué condiciones va a cotizar Saudi Aramco. Por el momento no ha decidido si lo hará con la compañía entera o solo su brazo internacional, qué porcentaje va a vender o qué activos concretos se incluirán en la empresa cotizada. Aun así, será una empresa inmensa.

Incluso si entra al mínimo de la franja estimada de precios, será sin duda la empresa cotizada más grande del mundo y superará fácilmente a Apple, valorada actualmente en 537.000 millones de dólares, y a Exxon Mobil, con 310.000 millones de dólares. En cuanto al tamaño total, eclipsará a la mayor OPI hasta la fecha, la venta del gigante chino de internet Alibaba, que salió a Bolsa a 170.000 millones de dólares en septiembre de 2014.

Si sucede, será una flotación excepcional y creará un capital que ningún inversor en ningún lado podrá pasar por alto. Cuando Alibaba salió a Bolsa, se calcula que pagó 300.000 millones de dólares en tasas a los bancos y asesores que trabajaron en el acuerdo. Saudi Aramco pagará sin duda mucho más y no solo porque sea más grande; va a hacer todo lo que esté en su mano para garantizar que la OPI sea un éxito y que se descarten las preguntas difíciles. Y eso tiene un precio. ¿Mil millones en tasas? No es una suma extravagante cuando se vende un activo por un billón o más. Los bancos de inversión se darán palos para conseguir un trozo de ese pastel.

Pero hay un precio todavía mayor. Hasta el momento, se ha sugerido que cotizará en Arabia Saudí pero su Bolsa tiene un valor total de solo 400.000 millones de dólares y acaba de abrirse hace relativamente poco a la inversión internacional. Le costaría asumir una OPI de este tamaño. Lo más probable es que haya una cotización dual, con las acciones en otro centro financiero. Las candidatas más probables son Nueva York y Londres.

El Reino Unido ha mantenido una relación estrecha y duradera con Arabia Saudí, y posee experiencia en la financiación de mastodontes petroleras, como Shell o BP. Estados Unidos es el aliado más próximo de Arabia Saudí y su protector desde décadas. Ambas estarán sobre la mesa y, con una empresa de este calibre, no hay razones por las que no pueda cotizar en las dos.

Sin embargo, algunos cálices tienen dosis de veneno y Saudi Aramco podría incluirse en esa categoría. Hay dos motivos principales por los que esta OPI debe tratarse con mucha cautela por los banqueros que la asesorarán y los centros financieros que podrían albergarla.

El primero y más obvio es que el petróleo no es precisamente un activo en el que convenga estar demasiado expuesto ahora mismo. Su precio ha alcanzado mínimos históricos y sigue cayendo. Independientemente de que el fondo del mercado esté en 30, 20 o incluso 15 dólares por barril, pasará mucho tiempo hasta que se produzca una recuperación importante.

Los mercados energéticos han cambiado mucho en los últimos años. Las nuevas tecnologías implican que usamos menos energía per cápita que antes (nuestras economías crecen pero no consumimos más petróleo). El desarrollo del gas de esquisto ha creado una fuente alternativa de suministro. Y el poder de la OPEP se ha desestabilizado para siempre. Todo eso combinado implica que es improbable que el petróleo sea tan valioso como lo ha sido en las últimas décadas.

El segundo es que el régimen saudí parece cada vez menos estable cada año que pasa. Es cierto que se ha escrito muchas veces la necrológica de la Casa de Saud pero no eso no quiere decir que no vaya a suceder un día. Depende íntegramente de unos ingresos del petróleo en disminución. La región está sumida en el caos y empeora cada año. Estados Unidos se ha retirado de su papel activo en la misión de paz en Oriente Medio y no tiene visos de recuperarlo a corto plazo. Y ese es un cóctel muy peligroso. ¿Qué ocurrirá con Saudi Aramco, y sobre todo con sus inversores externos, si se desmorona el régimen? Nadie lo sabe pero hay un pronóstico fácil: no será bueno.

Por esos motivos, será una empresa con un futuro muy incierto. Habrá mucho bombo y se hará mucho ruido sobre Saudi Aramco. El dinero lo compra. Pero los banqueros y centros financieros harían bien en mantenerse alejados... tanto como los inversores, llegado el momento.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky