
Cuando en plena campaña de unas elecciones en las que está en juego el destino de una Nación ocurre que una empresa, sevillana, de energías renovables, y desconocida en realidad para la mayoría de los españoles, ocupa las portadas de los diarios generalistas durante días, abre los informativos de televisiones públicas y privadas, inunda cada rincón de la red y traspasa las fronteras mediáticas al otro lado del Atlántico, habla bien a las claras de la magnitud del asunto.
Abengoa y su posible quiebra es la noticia empresarial del año en España. Las informaciones sobre el grupo andaluz en los últimos diez días han sido interminables. Sin embargo, el silencio había imperado en los cuarteles generales de la compañía en Sevilla. Hasta el viernes.
Fue entonces cuando el grupo alumbró a unos bancos impacientes el plan de viabilidad que ha preparado con Álvarez y Marsal. Ya fue un paso, porque hasta entonces apenas había dado señales. Y, además, y quizás lo más importante, se comprometió a permitir a KPMG introducirse en las entrañas de su contabilidad para que la firma, a la que han contratado los bancos como asesor para la reestructuración, pueda así dibujar un mapa de deuda fiel a la realidad. También fue el viernes cuando emplazó a los sindicatos y a los trabajadores a mantener un encuentro la próxima semana. Y fue, igualmente, cuando la compañía comenzó a lanzar mensajes de cuál es la situación que están viviendo sus filiales repartidas por el mundo, sus proyectos y sus empleados.
"Es un primer paso", decían desde una de las entidades acreedoras el viernes. Y tanto, porque en los nueve días anteriores, los que transcurrieron desde el 25 de noviembre cuando, tras la espantada de Gonvarri y la familia Riberas, solicitó el preconcurso voluntario de acreedores, y el viernes, el diálogo con KPMG y los bancos estaba muy lejos de ser fluido. Siete de ellos, con el Santander a la cabeza (más HSBC, Calyon, Bankia, Caixabank, Sabadell y Popular), conforman -aunque no lo han constituido oficialmente- el denominado G-7 que dirigirá la negociación de la reestructuación. Los bonistas y los accionistas, entre tanto, siguen todo el proceso desde la barrera pero, a su vez, se están movilizando para emprender las medidas legales que consideren.
Calculando la deuda
Hasta el viernes, nada había ocurrido que invitara a pensar en un futuro distinto a la entrada en concurso -la suspensión de pagos de toda la vida-. Todo lo contrario. KPMG ha pedido a Abengoa cada día -varias veces, cuentan- el detalle real, completo y definitivo de su deuda. Hasta el momento, ha sido imposible. "Seguimos esperando unas cifras que no llegan", advertían el jueves desde los bancos. Quieren destripar hasta el último euro. Lo que aparece en el balance y lo que no. No se duda, por el momento, de que las cuentas auditadas por Deloitte sean las correctas, pero sospechan que detrás puede haber mucho más. Avales, garantías, cláusulas retorcidas en proyectos por todo el mundo -con la dificultad que ello entraña-, facturas empolvadas... Todo.
El viernes, la disposición de Abengoa cambió. Sus apreturas financieras no le permitían otro camino. Pidió 450 millones (425 millones decían otras fuentes) para aplacar los pagos inmediatos a los que tendrá que hacer frente hasta marzo (100 millones sólo en diciembre). Propuso también quitas de entre el 50 y el 60% de la deuda. La banca cuenta con ello desde hace días. Y se comprometió, junto con KPMG, a que a finales de esta semana tendrá listo el documento definitivo del mapa de deuda. El apalancamiento vendrá detallado por producto financiero, por compañía, por país y por vencimiento. El miércoles habrá una nueva reunión en la sede de Abengoa en el Paseo de la Castellana.
La banca ya tiene al menos -lo tendrá, si nada se tuerce, esta semana- un punto de partida. A partir de ahí, de conocer la realidad del grupo, podrán emprender la marcha. Y decidir si le conceden más liquidez para salvar la Navidad de los empleados y los proveedores más apurados... Si van más allá y abren el grifo para aguantar hasta marzo... O si, por el contrario, se plantan y deciden no soltar un duro más. "Esto irá a concurso, es inevitable, y ya estamos muy enganchados como para dar más dinero sin saber para qué", aseguran desde una de las entidades expuestas. Otros son más prudentes. Si dan más dinero, en todo caso, será con garantías ligadas a activos específicos. Y quieren, además que el Instituto de Crédito Oficial (ICO) participe.
Cuando puedan explorar al enfermo por fuera y por dentro harán el diagnóstico y elegirán el tratamiento. Quita y recapitalización de la deuda están en boca de todos. Lo de encontrar un socio industrial parece ya una quimera, por mucho que el ministro de turno o el presidente de un banco rescatado -que en este caso se opone a la ayuda pública- insistan en que, sin remedio, debe aparecer uno. ¿Un fondo de los denominados buitre? Es otra alternativa, si acaso.
El papel de Domínguez
En cualquier caso, todo alrededor de Abengoa genera dudas, sumida en una montaña rusa bursátil sin precedentes -el viernes los especuladores se dieron un respiro-. "En una empresa como Abengoa, toda la información financiera tiene que estar centralizada y no es posible que necesiten tanto tiempo. No voy a decir que sea dar a una tecla y ya salen todos los números, pero casi", aseguran desde un banco. Extraña cuanto menos que tras varios meses de negociación con los bancos y tras pedir Gonvarri la información -o una parte al menos- que ahora exigen las entidades, Abengoa tarde tanto en facilitar el mapa de su realidad.
Fue esta opacidad, esta falta de transparencia, precisamente, lo que terminó por ahuyentar -con toda lógica, por cierto- a los dueños de Gestamp. "Ha sido una empresa que ha fallado en la comunicación, con unos costes financieros elevadísimos y que ha cambiado cada año los criterios de su contabilidad y la consolidación de su perímetro; por eso, hace tiempo que recomendábamos no comprar acciones de Abengoa", subrayan desde una reconocida casa de análisis en la que no se fiaban del milagro Abengoa.
Una muesca más. En septiembre, Abengoa pidió incluir una línea de financiación de 165 millones en el acuerdo para ampliar capital por 650 millones. "Nos dijeron que era para tener margen, pero que no lo necesitarían de inmediato", relatan desde uno de los bancos más expuestos. Al día siguiente agotaron toda la línea. Aquello generó un fuerte enfado entre las entidades. Después, la ampliación nunca llegó y el fracaso del rescate por parte de Gestamp precipió el preconcurso. La huida de directivos desde hace un año tampoco transmitía buenas vibraciones. Unos directivos, por cierto, que siempre proyectaron los mejores pronósticos y nunca mostraron un atisbo de duda -¿qué empresa lo hace?, todo sea dicho-.
Ahora, con Domínguez Abascal en las labores de mediador -la banca promovió su ascensión-, los acreedores quieren recuperar la confianza para buscar la mejor solución. Lo harán con el mapa de deuda ya sobre la mesa o no lo harán. Se espera que el 'agujero' no sea mucho mayor de los 25.000 millones que están en boca de todos. Esta semana comienza, por tanto, la hora de la verdad de Abengoa.